lunes, 2 de abril de 2012

VII.- Flagelación (Mt. 27, 26; Jn. 19, 1-2)




Pilato fue un cobarde, pues estaba convencido de que Jesús no era un malhechor "es que sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia"(Me. 15,10-11). Dirá: "Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; pues bien, yo lo he interrogado delante de vosotros y no he encontrado en él ninguna de las culpas de que lo acusáis; Herodes tampoco, porque nos lo ha devuelto. Ya veis que no ha cometido nada que merezca la muerte, así que le daré un escarmiento y lo soltaré" (Lc. 23, 14-16). El escarmiento, según Juan, fue la flagelación. Pero es muy probable que mandarlo azotar y permitir el ensañamiento de la soldadesca ocurriera una vez que la sentencia sobre Jesús ya estuviera dada por lo menos ya estaba tomada. Pilato estaba convencido de que no existía verdaderos cargos sobre él, pero temía enfrentarse al poder religioso por su poderosa influencia social. Todo el tiempo que tuvo a Jesús delante estuvo fluctuando entre hacer justicia, pues no encontraba delito en él, y no enfrentarse con los dirigentes religiosos, hasta terminar claudicando. También pudo influir en lo de dar un escarmiento querer dar un ejemplo de rigor a la población de Jerusalén y alrededores y a todos los peregrinos que acudían a celebrar la pascua, dado que el clima político-social podía demandarlo.

Lo que parece seguro es que la flagelación no era un simple escarmiento, era, una vez dada la sentencia, el primer paso de la crucifixión. Esto explica también la burla, las vejaciones y los abusos de los soldados ya que los condenados a muerte no gozaban de ningún derecho. Era una atrocidad. Se podía hacer con ellos lo que se quisiera. Muchos morían durante la misma flagelación y otros quedaban tan debilitados que, como Jesús, tuvieron necesidad de ayuda para llegar al lugar de la crucifixión. Flagelarlo es una injusticia más de este cobarde y miedoso sujeto. Pertenece, como los dirigentes judíos, al régimen "de abajo" y ahí cabe la simulación, el falso testimonio, el atropello de la verdad. Es el imperio del "príncipe de este mundo", el "padre de la mentira"(Jn. 8, 44-47).



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