lunes, 23 de abril de 2012

Jesús, revelación del verdadero hombre

José Antonio Pagola
Jesucristo: Catequesis Cristológicas (F.4)
En Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, no solo descubrimos quién es Dios, sino que vamos aprendiendo también qué es ser hombre y a qué se le puede dar el nombre de humano. En Jesús descubrimos dónde está la verdadera grandeza del hombre, cuáles son nuestras posibilidades, donde está el secreto último de la vida, cómo vivir incluso lo que nos parece más inhumano: el dolor yla muerte.
El hombre, imagen de Dios
Si Dios se ha encarnado en el hombre Jesús, esto quiere decir que el hombre puede traducir, revelar y expresar de manera humana el misterio de Dios. Se nos descubre así a los creyentes la gran dignidad del hombre: ser imagen de Dios.
Vivir desde Dios y para Dios no es algo deshumanizador o alienante. La vida de Jesús es verdaderamente humana no “a pesar de” sino precisamente porque vive enteramente desde Dios y para Dios. Nosotros somos humanos en la medida en que el amor, la verdad, la justicia, la libertad y el perdón de Dios se van manifestando en nuestra vida.
El hombre, lugar de encuentro con Dios
Si Dios se ha hecho hombre, los creyentes sabemos, a la luz de Cristo, que Dios puede y debe ser encontrado en el hombre. No es necesario abandonar el mundo y alejarnos de los hombres para buscar a Dios en la lejanía del cielo. A Dios lo podemos encontrar dentro de los límites de la existencia humana.
Si Dios se ha hecho hombre en Cristo, aceptarnos plenamente como hombres y luchar por ser humanos es ya acoger a Dios. Tomar la vida humana en serio es empezar a tomar en serio a Dios. Quien acepta la vida con sus sufrimientos y alegrías, con sus trabajos e interrogantes, con sus problemas y misterios, está aceptando, de alguna manera, a ese Dios que se ha encarnado en nuestra misma humanidad.
Si Dios se ha hecho hombre en Cristo, acoger al otro hombre es ya, de alguna manera, acoger a Dios. Donde hay amor sincero, incondicional y desinteresado al hombre, allí hay amor al Dios que se ha querido hacerse hombre (Mt 25, 40. 45; 1 Jn 3, 17; 4, 7-8. 20).

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