sábado, 21 de abril de 2012

Cuando el Señor habla al corazón (5)


5. PÍDEME UNA FE VIVA
La fe es un don que Yo nunca rehúso a quien me lo pide con perseverancia. Para vosotros es el único medio normal de disponer de una antena con el más allá.
Mientras vivas en la tierra, el clima normal de tu alma es un clima de fe y de fe meritoria, con esa mezcla divina de claridad y de sombra que te permite razonablemente adherirte a mí sin captarme con la claridad de la evidencia. Precisamente, eso es lo que yo espero de ti. ¿dónde estaría tu merito si me presentase tal cual soy, transfigurado, delante de ti? Empero, cuanto más tú ejerzas tu fe en el amor, más conseguirás percibir mi divina Presencia en la obscuridad.
 “El justo vive por la fe”. Su riqueza son esas realidades invisibles que para él se hacen perceptibles. Su alimento es mi presencia, mi mirada, mi asistencia, mis exigencias de amor. Su ambición es hacerme nacer y crecer en muchas almas de manera que haya un poco más de Mí sobre la tierra. Su sociedad, es mi Cuerpo Místico. Su familia, es la familia trinitaria de donde todo emana y donde todo llega a su término por Mí, CONMIGO y en Mí. En cuanto a ti, vive cada día más ese programa. Esa es ante todo, para ti, mi encomienda.
Pídeme fielmente una fe profunda, luminosa, sólida, ilustrada e irradiante. Una fe que no sea tan solo una adhesión intelectual y voluntaria a verdades dogmáticas abstractas, sino una percepción de mi presencia viva, de mi Palabra interior, de mi cariñoso amor, de mis deseos inarticulados. Ten por seguro que yo te lo quiero conceder, pero pídemelo más encarecidamente. Que tu confianza me testifique tu amor.
Tú no pides bastante porque no tienes bastante fe. Tú no tienes bastante fe para creer que yo te puedo complacer, que siempre estoy atisbando tus deseos. Tú no tienes bastante fe para pedir con perseverancia –sin volver las espaldas ante el primer obstáculo, sin descorazonarte porque yo, para poner a prueba tu fe y acrecentar tu mérito, me hago el desentendido.
Tú no tienes bastante fe como para apreciar la importancia de las gracias que tienes que conseguir para ti y para los demás, para la Iglesia y para el mundo. Tú no tienes bastante fe como para, de vez en cuando, venir y pasar una hora junto a Mí.
Tú no tienes bastante fe como para no experimentar una ligera humillación cuando no se te tiene en cuenta; y tú ¿no me olvidas demasiadas veces? ¿Estoy yo siempre cabalmente en tu vida? Tú no tienes bastante fe como para privarte de pequeñas golosinas insignificantes cuando con tus sacrificios podrías originar tantas gracias para las almas.
A mí me gusta que tú sepas descubrirme, reconocerme, percibirme a través de tus hermanos, a través de la naturaleza, a través de los acontecimientos grandes y chicos. Todo es gracia y yo estoy en todo.
Mientras vives en la tierra tienes como una venda sobre los ojos. Tan sólo por la fe y bajo la influencia de mi Espíritu, puedes ser sensible a mi presencia, a mi voz, a mi amor. Compórtate como si me vieses –bello, cariñoso, enamorado, ya que lo soy, y sin embargo tan mal comprendido, tan aislado, tan marginado por muchos hombres a los que yo tanto he dado y a quienes estoy dispuesto a perdonar tanto.
Yo tengo tanta consideración por vuestra personalidad humana. No quiero atropellar a nadie. Es la razón por la que me muestro tan paciente al mismo tiempo que abierto y sensible al más mínimo indicio de amor o de simple cortesía.
Dilata tu corazón hasta las extremidades del vasto mundo. ¿O ignoras que Yo tengo con qué colmarlo?

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