lunes, 16 de abril de 2012

Cuando el Señor habla al corazón (2)


2. MORA EN MÍ Y RECÍBEME
Silencio de los demonios interiores que se llaman orgullo, instinto de poder, espíritu de dominación, espíritu de agresividad, erotismo -bajo una u otra forma- que obscurece el espíritu y endurece el corazón.
Silencio de las preocupaciones secundarias, de las inquietudes excesivas, de las evasiones estériles.
Silencio de las dispersiones inútiles, de la satisfacción propia, de los juicios temerarios.
Más eso no basta. Has de desear igualmente que mi pensamiento impregne tu espíritu y poco a poco se vaya imponiendo a tu intelecto.
Sobre todo no más impaciencia ni desasosiego -sino, por el contrario, gran serenidad, gran disponibilidad, con una buena voluntad total para guardar mi Palabra y ponerla en práctica, pues es semilla de Verdad, de Luz, de Felicidad. Es semilla de eternidad, que transfigura las cosas y los gestos más humildes de la tierra.
Cuando alguien la ha asimilado, saboreado, apreciado profundamente, ya no puede olvidar ni su precio ni su sabor- por el contrario comprende toda su importancia y está dispuesto a sacrificar por ella muchas cosas secundarias que parecen imprescindibles.
Yo llevo a cabo mi obra de paz y de amor en la iglesia por medio de las almas de oración, dóciles a mi acción.
Meditación: pensar en Dios amándole.
1.- Diálogo de los ojos.
2.- Diálogo de los corazones.
3.- Diálogo de los deseos con cada una de las personas de la Santísima Trinidad.
A- Padre.
1. a) Inmerso en Jesús, Hijo del Padre Eterno, mirar al Padre con disponibilidad, con acción de gracias, con amor.
b) El Padre me mira en su Hijo: Hic est Filius meus dilectus; el Padre ve todas las almas trabadas con la mía en la síntesis del plan de amor, y ve asimismo toda mi miseria. Kyrie, eleison!
a) Inmerso en Jesús comulgando con sus sentimientos, yo amo al Padre. No digo nada. Amo. Abba, Pater! Laudamus Te, propter magnam gloriam tuam.
b) El Padre me ama. Dejarme amar por el Padre. Ipse prior dilexit nos. Tanto amó Dios al mundo.
a) Desear al Padre en unión con Jesús: don de la salud física y moral, intelectual y apostólica.
b) ¿Qué queréis que haga? Veni et vide. Ora et labora. Quédate tranquilo -alegre- lleno de confianza.
B- Hijo.
1. a) Ver a Jesús en sus misterios.
b) Jesús ve mi miseria, pobreza, indigencia. Christe eleison.
2. a) Amar a Jesús con toda mi alma, con todo mi corazón, con todas mis fuerzas, en unión con María, los Ángeles y los Santos. Amor consolador, reparador.
b) Dejarme amar por Él: Dilexit me et tradidit Semetipsum pro me.
3. a) Lo yo que yo deseo: Que Él haga de mí alter Christus y alter minister Christi.
b) Déjame conducirte según mi beneplácito: disponibilidad, flexibilidad, adhesión.
C. – Espíritu Santo
1. a) Contemplar todo lo que el Espíritu Santo realiza, dona y perdona en el mundo. Todo lo que purifica, inspira, ilumina, inflama, robustece, une, fecunda.
b) Manifestar mi miseria. Kyrie, eleison! Suplicarle que elimine los obstáculos que impiden la realización del plan del Padre.
2. a) Amar al Amor. Ignis ardens.
b) Dejarme abrasar por Él. Cáritas Dei difusa est in córdibus nostris per Spíritum Sanctum.
3. a) Pedir el don de la oración profunda, del abrazo interior.
b) Dejarme invadir por Él. Llamarle. Ofrecerme. Saturarme.
Es de suma utilidad que dispongas de tiempos fuertes en los que mi Presencia se haga más manifiesta a tu alma.
En primer lugar, has de pedirme más intensamente que te despoje de cuanto te impide escuchar, oír, captar, asimilar, poner en práctica mi Palabra. Efectivamente, en ti Yo soy El que te habla. Mas tú no Me puedes oír sino escuchándome. Y no Me puedes escuchar más que si tu amor está totalmente exento de todo amor propio y si toma las características de un amor oblativo en comunión con el mío.
En segundo lugar, tienes que consagrarme fielmente y en exclusividad tiempos fuertes en lo íntimo de ti mismo, donde estoy Yo y donde vivo mediante una Presencia siempre actual, siempre activa y que ama sin cesar.
En tercer lugar, has de sonreírme más. Ya lo sabes: Yo amo al que da y al que se da sonriendo. Sonríeme. Sonríe a todos. Sonríe a todo. Hay en la sonrisa, mucho más de lo que a ti te parece, la delicadeza expresiva del amor verdadero a base del don de sí, y por lo tanto, cuanto más te das tú a Mí, tanto más, por mi parte, Me doy Yo a ti.
Tú no tienes que vivir tan sólo frente al Señor, sino en tu Señor. Cuanto más obres teniéndolo en cuenta –esforzándote por no tener más sentimientos que los míos- más te percatarás de la maravillosa simbiosis que, por Mí, te une a la Trinidad entera, a todos los Santos y a todos los miembros de mi Cuerpo Místico. Solo, nunca estás. Tu vida es esencialmente comunitaria.
Piensa, ora, labora en Mí. Yo en ti, tú en Mí. Ya lo sabes, tal es mi deseo de intimidad contigo. Constantemente estoy a la puerta de tu alma y llamo. Si oyes mi voz, y si Me abres la puerta de par en par, Yo entro en tu casa y cenamos juntos. No te preocupes por el menú. Soy Yo Quien ofrezco cada vez la mayor parte del festín y yo encuentro mi alegría viendo cómo lo saboreas para que estés en mejor disposición de darme a tus hermanos. Piensa en ellos al pensar en mí. Asúmelos cuando te dejas absorber por mí.
Vive conmigo como con el amigo a quien nunca se abandona. No me abandones con tu voluntad; no me abandones con tu corazón; trata de abandonarme lo menos posible con tu espíritu.
Presta atención a mi presencia, a mi mirada, a mi amor, a mi palabra.
A mi presencia. Sabes pertinentemente que yo estoy ahí, cerca de ti, y en ti, y en los demás. Pero una cosa es saberlo y otra experimentarlo. Pídeme con insistencia esta gracia. No rechazaré tu oración humilde y perseverante. Es la expresión más genuina de una fe viva y de una caridad ardiente.
A mi mirada. Sabes pertinentemente que yo siempre tengo los ojos clavados en ti. ¡Ah, si pudieses ver mi mirada llena de bondad, de ternura, de deseo, atisbando tus opciones íntimas, siempre benévola, alentadora, dispuesta a sostenerte y a ayudarte! Pero para eso: la tienes que encontrar en la fe, desear en la esperanza, quererla en el amor.
A mi amor. Sabes pertinentemente que yo soy el amor, pero lo soy incomparablemente más de lo que sabes. Adora y dame tu confianza. Las sorpresas que te reservo serán aún mucho más bellas de lo que puedes imaginar. El tiempo que sigue a la muerte será el de la victoria de mi amor sobre todas vuestras limitaciones humanas –si éstas no han sido deliberadamente consentidas, pues en este caso lo que hacen es contrarrestarlo.- Desde ahora, pídeme la gracia de una percepción más fina, más intuitiva de todas las delicadezas de mi inmenso amor para contigo.
El tiempo que pasas exponiendo tu alma a las radiaciones divinas de la Hostia es para ti más ventajoso que los trabajos febrilmente efectuados fuera de mí.
Yo conduzco al mundo por dentro, a través de las almas que me escuchan y me responden con fidelidad. Hay unos cuantos miles por el mundo. Me procuran una gran alegría, pero su número es bastante reducido. La tarea de cristificación de la humanidad es inmensa y los obreros muy escasos.
¡Cuánto más sencilla, y más fecunda también, sería tu vida si me concedieses todo el lugar que deseo ocupar en tu espíritu y en tu corazón! Tú deseas mi venida, mi crecimiento, mi toma de posesión, más todo eso no ha de reducirse a pura veleidad.
En primer lugar, date cuenta de que tú no eres nada y de que, por ti mismo, nada puedes para incrementar, ni un grado siquiera, la intimidad de mi presencia en ti. Tienes que pedírmelo humildemente en unión con Nuestra Señora.
Después, en toda la medida de la gracia que te es impartida, no pierdas ni una ocasión de unirte explícitamente a mí, de desaparecer en mí. Abísmate en mí con confianza y luego déjame obrar por medio de ti.
“Quiero que la gente sienta mi vida palpitar en ti. Quiero que la gente sienta mi amor arder en tu corazón”. –Esto no lo afirmé bromeando. Y añado esta mañana: “Quiero que la gente sienta brillar en tu espíritu mi Luz”. Más esto presupone el mayor eclipse posible de tu propio yo.
Mi mirada sobre ti es verdadera, lúcida, profunda. En lugar de eludirla, esfuérzate por conseguirla. Te ayudará a descubrir todo lo que en ti queda de apego y de búsqueda personal. Te estimulará a olvidarte aún más a ti mismo en favor de los demás.
Sería indispensable que tú no pudieras pasarte sin mí para que yo pueda pasar a través de ti tanto como lo desea mi corazón. Más la naturaleza humana está hecha de tal manera que, si no se la estimula constantemente, relaja su esfuerzo y dispersa su atención. Es lo que explica la necesidad de estas incesantes tomas de contacto conmigo. Mientras estás en la tierra, nada podrás adquirir definitivamente; tienes que volver a empezar constantemente. No obstante, cada nuevo impulso es como un renacimiento y un crecimiento en el amor.
Deséame. ¿No soy yo el que satisface plenamente las aspiraciones que yo mismo he depositado en tu corazón?
Deséame. Entraré en ti. Creceré en ti. Ejerceré mi dominio sobre ti en la medida exacta en que lo desees.
Deséame. ¿Por qué querer otra cosa que la vida en simbiosis conmigo? ¡Cuán frívolos y distrayentes son todos los deseos que no convergen en mí!
Deséame. Sí, a lo largo de todas sus ocupaciones, desde que te levantas hasta que te acuestas, en la oración como en el trabajo, en la comida como en el descanso, hazme sentir ora con fuerza, oras con delicadeza, la intensidad de tu deseo.
Deséame. Que me aspire tu pecho, que me busque tu corazón, que todo tu ser me requiera.
Deséame para ti, ya que sin mí tú no puedes nada eficaz, nada útil siquiera en el plan sobrenatural.
Deséame para los demás, ya que tú no me puedes comunicar por tus palabras, tus ejemplos, tus escritos sino en la medida en que yo mismo obre por ti.
Vive en mí; de esta manera, vivirás por mí, trabajarás efectivamente para mí, y tus últimos años serán eficazmente útiles para mi Iglesia.
Habita en mí como en tu morada privilegiada. Recuerda: el que mora en mí… produce mucho fruto…
Habita mi oración. Insértate en el flujo incesante de deseos, de alabanza, de acción de gracias que brota de mi Corazón.
Habita mi voluntad. Únete a mi voluntad sobre ti y así mismo a todos mis designios de amor.
Habita mis llagas. Estas están siempre abiertas mientras el mundo no se unifique totalmente en mí. Saca de ellas la fuerza del sacrificio y de las opciones dolorosas en nombre de tus hermanos. Tus elecciones pueden ser decisivas para muchas almas.
Habita mi Corazón. Déjate inflamar por su intenso calor de caridad. ¡Ah! ¡si pudieses llegar a ser incandescente de verdad!


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