jueves, 30 de junio de 2011

Enfilando, que es gerundio

He puesto proa, con ánimo decidido y pulso firme, a la meta de mi vida: mi muerte.

He tenido una vida amplia, amable, rica, llena... ¿qué digo llena?, ¡pletórica! He hecho prácticamente todo lo que le puede apetecer hacer a una persona razonable. Quiero decir que no he tenido nunca pretensiones de tener yates, ni de ir a la Luna ni de cosas de esas que solo le apetecen a los héroes, a los aventureros maravillosos del estilo de Indiana Jones y a los multimillonarios estilo..... los que sean. Mis pretensiones siempre han sido acordes a mis posibilidades. Y dentro de ellas, insisto, he hecho todo lo que quería hacer. Bueno, quizá me falta montar en helicóptero y saltar en paracaídas. Pero todavía me quedan unos años (digo yo).

Pasados, generosamente, los sesenta se que me encuentro viviendo los últimos años de mi vida y, al mirar atrás, cavilo que no me importaría mantener mucho de lo que he hecho y vivido y cambiar también mucho de lo hecho y vivido. Y todo en lo que reparo, ya sea para desear su conservación o para añorar una alternativa que ya no es posible, siempre va a referido a mi relación con otras personas.

Lo que más me ha enriquecido ha sido la gente, los amigos, los enemigos, los meros conocidos e, incluso aquellas personas anónimas con las que me he cruzado. De todos he aprendido y a todos, por ello, desde esta atalaya que me ofrece la Red, mi agradecimiento. Ninguno se enterará de él, pero no me importa. Aquí lo expreso.

Amo mucho; disfruto mucho; observo mucho. Quiero, desde la serenidad, plasmar aquí esos pensamientos que no llego a convertir en palabras.

Si por una casualidad de la vida alguien llegara a leer esto algún día y le sirve de algo, pues estupendo. Si nadie llega a leerlo, pues estupendo.

lunes, 27 de junio de 2011

El pueblo sencillo

(Reflexión a Mateo 11, 25-30)

Jesús no tuvo problemas con la gente sencilla. El pueblo sintonizaba fácilmente con él. Aquellas gentes humildes que vivían trabajando sus tierras para sacar adelante una familia, acogían con gozo su mensaje de un Dios Padre, preocupado de todos sus hijos, sobre todo, los más olvidados.

Los más desvalidos  buscaban su bendición: junto a Jesús  sentían a Dios más cercano. Muchos enfermos, contagiados por su fe en un Dios bueno, volvían a confiar en el Padre del cielo. Las mujeres intuían que Dios tiene que amar a sus hijos e hijas como decía Jesús, con entrañas de madre.

El pueblo sentía que Jesús, con su forma de hablar de Dios, con su manera de ser y con su modo de reaccionar ante los más pobres y necesitados, les estaba anunciando al Dios que ellos necesitaban. En Jesús experimentaban la cercanía salvadora de Padre.

La actitud de los «entendidos»  era diferente. Lo que al pueblo sencillo le llena de alegría a ellos les indigna. Los  maestros de la ley no pueden entender que Jesús se preocupe tanto del sufrimiento y tan poco del cumplimiento del sábado. Los dirigentes religiosos de Jerusalén lo miran con recelo: el Dios Padre del que habla Jesús no es una Buena Noticia, sino un peligro para su religión.

Para Jesús, esta reacción tan diferente ante su mensaje no es algo casual. Al Padre le parece lo mejor. Por eso le da gracias delante de todos: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has dado a conocer a los sencillos. Sí, Padre, así te ha parecido mejor».

También hoy el pueblo sencillo capta mejor que nadie el Evangelio. No tienen problemas para sintonizar con Jesús. A ellos se les revela el Padre mejor que a los “entendidos” en religión. Cuando oyen hablar de Jesús, confían en él de manera casi espontánea.

Hoy, prácticamente, todo lo importante se piensa y se decide en la Iglesia, sin el pueblo sencillo y lejos de él. Sin embargo, difícilmente, se podrá hacer nada nuevo y bueno para el cristianismo del futuro sin contar con él. Es el pueblo sencillo el que nos arrastrará hacia una Iglesia más evangélica, no los teólogos ni los dirigentes religiosos.

Hemos de redescubrir el potencial evangélico que se encierra en el pueblo creyente. Muchos cristianos sencillos intuyen, desean y piden vivir su adhesión a Cristo de manera más evangélica, dentro de una Iglesia renovada por el Espíritu de Jesús. Nos están reclamando más evangelio y menos doctrina. Nos están pidiendo lo esencial, no frivolidades.

José Antonio Pagola

 

martes, 21 de junio de 2011

Reavivar la memoria de Jesús


(Reflexión a Juan 6, 51-58)

La crisis de la misa es, probablemente, el símbolo más expresivo de la crisis que se está viviendo en el cristianismo actual. Cada vez aparece con más evidencia que el cumplimiento fiel del ritual de la eucaristía, tal como ha quedado configurado a lo largo de los siglos, es insuficiente para alimentar el contacto vital con Cristo que necesita hoy la Iglesia.

El alejamiento silencioso de tantos cristianos que abandonan la misa dominical, la ausencia generalizada de los jóvenes, incapaces de entender y gustar la celebración, las quejas y demandas de quienes siguen asistiendo con fidelidad ejemplar, nos están gritando a todos que la Iglesia necesita en el centro mismo de sus comunidades una experiencia sacramental mucho más viva y sentida.

Sin embargo, nadie parece sentirse responsable de lo que está ocurriendo. Somos víctimas de la inercia, la cobardía o la pereza. Un día, quizás no tan lejano, una Iglesia más frágil y pobre, pero con más capacidad de renovación, emprenderá la transformación del ritual de la eucaristía, y la jerarquía asumirá su responsabilidad apostólica para tomar decisiones que hoy no nos atrevemos ni a plantear.

Mientras tanto no podemos permanecer pasivos. Para que un día se produzca una renovación litúrgica de la Cena del Señor es necesario crear un nuevo clima en las comunidades cristianas. Hemos de sentir de manera mucho más viva la necesidad de recordar a Jesús y hacer de su memoria el principio de una transformación profunda de nuestra experiencia religiosa.

La última Cena es el gesto privilegiado en el que Jesús, ante la proximidad de su muerte, recapitula lo que ha sido su vida y lo que va a ser su crucifixión. En esa Cena se concentra y revela de manera excepcional el contenido salvador de toda su existencia: su amor al Padre y su compasión hacia los humanos, llevado hasta el extremo.

Por eso es tan importante una celebración viva de la eucaristía. En ella actualizamos la presencia de Jesús en medio de nosotros. Reproducir lo que él vivió al término de su vida, plena e intensamente fiel al proyecto de su Padre, es la experiencia privilegiada que necesitamos para alimentar nuestro seguimiento a Jesús y nuestro trabajo para abrir caminos al Reino.

Hemos de escuchar con mas hondura el mandato de Jesús: "Haced esto en memoria mía". En medio de dificultades, obstáculos y resistencias, hemos de luchar contra el olvido. Necesitamos hacer memoria de Jesús con más verdad y autenticidad.

Necesitamos reavivar y renovar la celebración de la eucaristía.

José Antonio Pagola

domingo, 19 de junio de 2011

EL PAN VIVO

LECTIO DIVINA     (26-06-2011)

Juan 6, 51-58

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi propio cuerpo. Lo daré por la vida del mundo.” Los judíos se pusieron a discutir unos con otros:

–¿Cómo puede este darnos a comer su propio cuerpo?

Jesús les dijo:

–Os aseguro que si no coméis el cuerpo del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida. El que come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida eterna; y yo le resucitaré el día último. Porque mi cuerpo es verdadera comida, y mi sangre verdadera bebida. El que come mi cuerpo y bebe mi sangre vive unido a mí, y yo vivo unido a él. El Padre, que me ha enviado, tiene vida, y yo vivo por él. De la misma manera, el que me coma vivirá por mí. Hablo del pan que ha bajado del cielo. Este pan no es como el maná que comieron vuestros antepasados, que murieron a pesar de haberlo comido. El que coma de este pan, vivirá para siempre.

Otras Lecturas: Deuteronomio 8:2-3, 14-16; Salmo 147:12-15, 19-20; 1 Corintios 10:16-17

LECTIO:

El capítulo 6 de Juan comienza presentándonos a Jesús que proporciona pan y pescado ‘físicos’ a más de 5.000 personas. Al día siguiente, en la sinagoga, Jesús enseña en profundidad su doctrina sobre el pan vivo enviado por Dios para conceder la vida eterna.

La lectura del evangelio de hoy concluye la exposición doctrinal centrándose en la ‘eucaristía’. Estrictamente hablando, el término ‘eucaristía’ significa ‘acción de gracias’ y se refiere a la ceremonia celebrada el Día del Señor (el domingo) cuando se recibe el pan y el vino consagrados. Los católicos creen que cuando se pronuncian las palabras de bendición, la consagración, sobre el pan y el vino, estos se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo. Otros cristianos lo entienden de manera diferente, concibiendo la eucaristía como un símbolo del memorial de la Última Cena.

Los católicos describen la transformación del pan en la ‘carne’ del Cuerpo de Cristo como ‘transubstanciación’. Es un ‘misterio de fe’. Los relatos evangélicos no entran en estas discusiones teológicas. Fue santo Tomás de Aquino quien proporcionó esta interpretación utilizada por la Iglesia Católica.

La doctrina general de Juan 6:25-29 sigue siendo más amplia. Jesús declara ‘Yo soy el pan que da vida’ (versículos 35 y 48). Jesús contrapone el maná que Dios proporcionó a los israelitas en el desierto –que satisfacía sus necesidades físicas- con la fe en el Hijo del Hombre, que satisface su necesidad de salvación espiritual. Jesús se refiere en varias ocasiones al hecho de haber ‘bajado del cielo’ (versículos 38, 41, 51, 58) para mostrar que su mensaje tiene su origen en Dios, que está en el cielo.

El versículo 40 resume los designios de Dios en esta frase: ‘la voluntad de mi Padre es que todo aquel que ve al Hijo de Dios y cree en él, tenga vida eterna, y yo le resucitaré en el día último’.

MEDITATIO:

Reflexiona sobre el significado que tiene el que Jesús se describa como ‘pan de vida’.
¿Es Jesús tu pan de vida? ¿Qué diferencia práctica tiene esto para ti?
¿Qué importancia tiene en tu vida cristiana la celebración de la eucaristía o la santa comunión?

ORATIO:

Dirígete humildemente a Dios en la oración. Da gracias a Dios por haber enviado a su Hijo como ‘el pan que da la vida’ para que vivamos en comunión con la Trinidad y, por medio de la fe en Jesús, heredemos la vida eterna. Maravíllate ante este don inefable.

CONTEMPLATIO:

‘Mientras cenaban, Jesús tomó en sus manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios lo partió y se lo dio a los discípulos, diciendo: “Tomad, comed, esto es mi cuerpo”. Luego tomó en sus manos una copa, y habiendo dado gracias a Dios la pasó a ellos, diciendo: “Bebed todos de esta copa, porque esto es mi sangre, con la que se confirma el pacto, la cual es derramada en favor de muchos para perdón de sus pecados.’ Mateo 26:26-28.

Dedica algún tiempo cada día de esta semana para darle gracias a Dios por que Jesús pagara con su muerte el precio con el que tú has recibido la salvación.

Lectio Divina de la Sociedad Bíblica España

 

domingo, 12 de junio de 2011

EL CRISTIANO ANTE DIOS

(Reflexión a Jn 3, 16-18)

19 de junio de 2011

No siempre se nos hace fácil a los cristianos relacionarnos de manera concreta y viva con el misterio de Dios confesado como Trinidad. Sin embargo, la crisis religiosa nos está invitando a cuidar más que nunca una relación personal, sana y gratificante con él. Jesús, el Misterio de Dios hecho carne en el Profeta de Galilea, es el mejor punto de partida para reavivar una fe sencilla.

¿Cómo vivir ante el Padre? Jesús nos enseña dos actitudes básicas. En primer lugar, una confianza total. El Padre es bueno. Nos quiere sin fin. Nada le importa más que nuestro bien. Podemos confiar en él sin miedos, recelos, cálculos o estrategias. Vivir es confiar en el Amor como misterio último de todo.

En segundo lugar, una docilidad incondicional. Es bueno vivir atentos a la voluntad de ese Padre, pues sólo quiere una vida más digna para todos. No hay una manera de vivir más sana y acertada. Esta es la motivación secreta de quien vive ante el misterio de la realidad desde la fe en un Dios Padre.

¿Qué es vivir con el Hijo de Dios encarnado? En primer lugar, seguir a Jesús: conocerlo, creerle, sintonizar con él, aprender a vivir siguiendo sus pasos. Mirar la vida como la miraba él; tratar a las personas como él las trataba; sembrar signos de bondad y de libertad creadora como hacía él. Vivir haciendo la vida más humana. Así vive Dios cuando se encarna. Para un cristiano no hay otro modo de vivir más apasionante.

En segundo lugar, colaborar en el Proyecto de Dios que Jesús pone en marcha siguiendo la voluntad del Padre. No podemos permanecer pasivos. A los que lloran Dios los quiere ver riendo, a los que tienen hambre los quiere ver comiendo. Hemos de cambiar las cosas para que la vida sea vida para todos. Este Proyecto que Jesús llama "reino de Dios" es el marco, la orientación y el horizonte que se nos propone desde el misterio último de Dios para hacer la vida más humana.

¿Qué es vivir animados por el Espíritu Santo? En primer lugar, vivir animados por el amor. Así se desprende de toda la trayectoria de Jesús. Lo esencial es vivirlo todo con amor y desde el amor. Nada hay más importante. El amor es la fuerza que pone sentido, verdad y esperanza en nuestra existencia. Es el amor el que nos salva de tantas torpezas, errores y miserias.

Por último, quien vive "ungido por el Espíritu de Dios" se siente enviado de manera especial a anunciar a los pobres la Buena Noticia. Su vida tiene fuerza liberadora para los cautivos; pone luz en quienes viven ciegos; es un regalo para quienes se sienten desgraciados.

José Antonio Pagola
 

TANTO AMÓ DIOS AL MUNDO

LECTIO DIVINA     (19-06-2011)






Juan 3, 16-18

 “Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.

“El que cree en el Hijo de Dios no está condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado por no creer en el Hijo único de Dios.

Otras Lecturas: Éxodo 34:4-6, 8-9; Daniel 3:52-56; 2 Corintios 13:11-13

LECTIO:

Estos pocos versículos se encuentran entre los pasajes mejor conocidos de la Biblia. Para algunos, estas palabras les abrieron las puertas de acceso a la vida como creyentes cristianos.

Si los estudiamos con detenimiento, no nos queda realmente del todo claro quién es el habla aquí, y el texto griego puede interpretarse de maneras bien distintas. Podría ser Jesús mismo, que prosigue su diálogo con Nicodemo (versículos 1-13) o podría ser el evangelista, que añade sus propios comentarios.

Los dos versículos anteriores a este texto nos ayudan a profundizar en nuestra valoración del mismo. Se refieren al hecho de levantar al Hijo del Hombre para que todo el que cree en él tenga vida eterna. (‘Levantar’ tiene dos sentidos: puede referirse a la crucifixión de Jesús… o a su ascensión al cielo.) Hay una alusión directa al relato de Números 21:6-9, cuando los israelitas pecaron y fueron castigados por medio de serpientes venenosas. Moisés intercede por ellos y Dios le da instrucciones para que fabrique una serpiente de bronce y la coloque en un asta de bandera. Quienes elevaban la mirada a la serpiente quedaban curados y salvaban la vida. El símbolo de la serpiente en lo alto de un asta sigue siendo incluso hoy día un símbolo de la sanidad y en algunos países lo utilizan algunas organizaciones sanitarias. El paralelo es claro: todos los seres humanos están aquejados de una enfermedad mortal, pero existe una cura: creer en Jesús y en su victoria sobre el pecado desde lo alto de la cruz.

Estos versículos nos proporcionan una maravillosa imagen de Dios Padre e Hijo. Dios no permanece indiferente ante la miseria humana como algunos creen. Nos ama y ha demostrado su amor por medio del nacimiento de su Hijo en la tierra y su muerte en la cruz. Esto mismo lo repite 2 Pedro 3:9, ‘…no quiere que nadie muera, sino que todos se vuelvan a Dios.’

La intención fundamental de Jesús es traer la salvación más que el juicio; sin embargo, nos juzgarán por la respuesta que le demos. Creer en Jesús y seguirle hace que vivamos en la luz. Pero quienes deciden quedarse en la oscuridad tendrán que sufrir las consecuencias.

MEDITATIO:

¿De qué manera te hablan estos versículos?

Dedica algún tiempo a reflexionar en torno al amor que Dios te tiene a todo el mundo y a ti personalmente. ¿Cómo respondes a su amor?

¿Cómo le explicarías estos versículos a alguien que estuviera interesado en hacerse cristiano?

ORATIO:

‘El Señor bajó en una nube y estuvo allí con Moisés y pronunció su propio nombre. Pasó delante de Moisés, diciendo en voz alta: “¡El Señor! ¡El Señor! ¡Dios tierno y compasivo, paciente y grande en amor y verdad! Por mil generaciones se mantiene fiel en su amor, y perdona la maldad, la rebeldía y el pecado; pero no deja sin castigo al culpable…’ Éxodo 34:6-7

Responde a Dios con adoración y acción de gracias. Pídele al Espíritu Santo que te manifieste cualquier pecado que debas confesar. Intercede por aquellos que necesiten recibir el amor y el perdón de Dios.

CONTEMPLATIO:

Reflexiona sobre los siguientes versículos de 1 Juan 4:10-14. ¿Qué piensas de ellos?

‘El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo, para que, ofreciéndose en sacrificio, nuestros pecados quedaran perdonados.

Queridos hermanos, si Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nunca lo ha visto nadie; pero si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros y su amor se hace realidad en nosotros. La prueba de que nosotros vivimos en Dios y que él vive en nosotros es que nos ha dado su Espíritu. Y nosotros mismos hemos visto y declaramos que el Padre envió a su Hijo para salvar al mundo.’


Lectio Divina de Sociedad Bíblica España

sábado, 11 de junio de 2011

Misa tradicionalista: ¿concesión o norma?

 Publicado en el nº 2.681 de Vida Nueva el 30.10.2009


Dos ritos que ahondan divisiones en el Sacramento de la Unidad

Misa(Juan Rubio) La primera constitución que aprobó el Vaticano II fue la referida a la reforma litúrgica. La Sacrosanctum Concilium llevaba firma del 25 de enero de 1964, un día significativo en el movimiento ecuménico, fiesta de la conversión de san Pablo. La razón para priorizar su promulgación antes que las tres constituciones restantes era más práctica que teológica: que los obispos y padres conciliares pudieran concelebrar la Eucaristía sin tener necesidad de celebrar cada uno en su propio altar, individualmente y de espaldas al pueblo. La imagen de los obispos concelebrando con Pablo VI fue una de las más significativas del periodo conciliar. Era la imagen de comunión en la comunión eucarística. Hoy, cuando faltan pocos años para cumplirse cincuenta años de aquel documento, es cada vez mayor el miedo a la vuelta atrás en esta reforma, pese a que Roma ha señalado, por boca del secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, que todo lo relacionado con el rito extraordinario de la Misa no afecta en nada al espíritu del Concilio.

Misa-2El Motu Proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI sobre el uso de la liturgia anterior a la reforma de 1970 ha levantado polvareda. “Pese a que hubo una carta aclaratoria del Papa a todos los obispos, sin embargo, tememos que lo que nació con un deseo de unidad e integración se convierta, como de hecho está sucediendo, en causa de división, y que lo que nació como una concesión pastoral, se vuelva norma”, indica un profesor de Liturgia de un destacado centro teológico español. El Papa pretendió aplacar los ánimos, pero a más de dos años de su publicación, cabe preguntarse si ello se ha conseguido; más aún: un problema real que ahora se plantea es la coexistencia de dos formas en el único rito romano.

El documento papal ha tenido una consecuencia ciertamente no buscada: el endurecimiento de las dos posturas enfrentadas. Ante ello cabe una pregunta: si no hay contradicción ni ruptura entre ambas ediciones del Misal, ¿no podía haberse evitado esta polémica? El cardenal Bertone anunció la publicación de una Instrucción destinada a clarificar algunos puntos, aquéllos precisamente por los que, mientras tanto, discuten con mayor o menor acaloramiento párrocos, obispos y “partidarios de la Tradición” en las Iglesias locales. Hasta la fecha no se ha publicado y hay quien duda de su posible publicación.

Misa-3El Papa reconoce en la carta que promulgó el 7 de julio de 2007 que, tras la reforma de Pablo VI, un significativo grupo de fieles había quedado fuertemente ligado al rito romano en su forma anterior al Vaticano II. Juan Pablo II, con el Indulto Quattuor abhinc annos, de 1984, y el Motu Proprio Ecclesia Dei, de 1988, dio un cuadro normativo para permitir el uso del Misal de 1962, aunque sin detallar prescripciones, apelando a la “generosidad” de los obispos ante las “justas aspiraciones” de los fieles que solicitaban este uso del rito romano precedente. Constatando, después, que no sólo los ancianos, sino también los jóvenes, descubrían en aquélla una forma celebrativa particularmente adecuada a ellos, Benedicto XVI, con su Motu Proprio, deseaba “ofrecer un reglamento jurídico más claro”.
La cuestión que ahora ha hecho crecer la preocupación en no pocos ambiente de la Iglesia es si, teniendo en cuenta la historia de la liturgia, de la teología y del derecho canónico, y todos los aspectos prácticos de la pastoral, “este Motu Proprio afronta la cuestión del mejor modo posible, o si, por el contrario, pudiera ser preferible otro camino”, afirma la misma fuente, para quien, “en buena lógica, para comenzar una seria reflexión hace falta preguntarse, antes que nada, por qué, en el documento papal, se cualifica el rito tridentino como ‘forma extraordinaria del rito romano’. Tal designación no tiene precedente en la historia litúrgica de la Iglesia y se funda sobre la presunción, ciertamente discutible, de que la publicación de los libros litúrgicos mandados por el Concilio Vaticano II no abrogó el uso del rito tridentino”.

“Restaurar la unidad”

Misa-4
Desde 1970, año de la promulgación del Misal de Pablo VI, hasta 1984, año del indulto por el cual la Congregación para el Culto Divino le concedía a un obispo local la facultad para autorizar celebraciones según el antiguo rito, se ha venido considerando que el Misal tridentino había sido revocado. En el año 1988, la carta apostólica Ecclesia Dei adflicta de Juan Pablo II “exhortó a los obispos a utilizar ampliamente y generosamente esta facultad”, ya permitida por el indulto de 1984. Una vez más, comenta el liturgista, “subrayo que el uso del antiguo rito era una concesión pastoral a las personas incapaces de adaptarse al nuevo rito, pero a condición expresa de que esta concesión no fuera interpretada como la desestimación del Vaticano II o de la validez de su reforma litúrgica. La utilización del antiguo rito jamás fue presentada en estos dos documentos como una ‘norma’”.

Uno de los objetivos del Motu Proprio de Benedicto XVI y de su carta aclaratoria es el de “restaurar la paz y la unidad en la Iglesia”. Ya hemos visto que se estudia alguna acción parecida con la confesión anglicana. “Todos desearíamos que se llevase a término el noble propósito del Papa también en el campo litúrgico. La historia reciente nos ha situado ante una laceración del tejido eclesial provocada por la no aceptación de una determinada orientación conciliar y, en particular, de algunos documentos del Vaticano II”, señala la misma fuente. Y añade: “La liturgia es la víctima de algo más profundo y radical, como puede ser la aceptación o no de una línea de acción pastoral y, antes aun, de una visión eclesial tal como emerge de los documentos votados en un Concilio ecuménico”.

Con este Motu Proprio, el Papa considera su deber ayudar a todos los fieles a vivir la Eucaristía de la manera “más digna y consciente –recalcaba el portavoz vaticano, el P. Federico Lombardi–, ya sea con la forma del rito romano renovado o –por motivos de formación, cultura o experiencia personal– para algunos más fá- cilmente con la forma más antigua del rito”. Según el religioso jesuita, con ese texto, Benedicto XVI “no pretende realizar revolución alguna respecto al actual uso litúrgico renovado por el Concilio, que continuará siguiendo la gran mayoría de los fieles; no impone ninguna marcha atrás”.

Misa-5Es cierto que el problema afecta sólo a algunos grupos, y la mayor parte de los fieles que frecuentan las parroquias regularmente son totalmente ajenos a él. Lo que puede llegar a ser problemático es, precisamente, el modo de afrontar la cuestión con personas particulares o grupos determinados. Mientras que con el Indulto de Juan Pablo II el único referente era el obispo, ahora la situación se ha desplazado hacia la responsabilidad del pá- rroco, con unas consecuencias que no son del todo previsibles. Y aquí, de nuevo, conviene no olvidar que la cuestión no es sólo, como muchos superficialmente pueden pensar, celebrar en latín, sino que “hay algo más y más grave, como es la aceptación del Vaticano II”, indica el profesor.

Deseo de evolución

Tanto el Motu Proprio como la Carta a los Obispos que lo acompaña consideran la “forma ordinaria” del rito romano y la reconocen como el fruto del deseo conciliar de renovación del culto divino y su adaptación a las necesidades del hombre de hoy. Se afirma también que posee una “riqueza espiritual y profundidad teológica” que se pone de manifiesto cuando se celebra “con reverencia y fidelidad a las prescripciones”. A ello hay que añadir el principio según el cual “no hay ninguna contradicción entre ambas ediciones del Missale Romanum. En la historia de la Liturgia hay crecimiento y progreso, no ruptura”. Subyace aquí, según la fuente consultada por Vida Nueva, ese continuo deseo de evolución en la doctrina de la Iglesia.
Misal
La tendencia hoy es a “seguir trabajando para que los cristianos hagan de la participación litúrgica la fuente de su vida espiritual; es el deseo más profundo de la reforma posconciliar: que, desde el presidente de la celebración hasta el último de los bautizados, la Misa sea entendida, y vivida, como un acontecimiento en el que los creyentes participen activamente uniéndose al ofrecimiento de Cristo”, indica el liturgista. La participación es una cuestión clave. El verbo participar aparece una treintena de veces en la Sacrosanctum Concilium.

No se trata, como puede verse, de un mero problema lingüístico –en latín o en lengua vernácula–; en realidad, de lo que se trata es de una cuestión pastoral, teológica, cultural, de relación con el mundo y el hombre de hoy. “Detrás del Misal de san Pío V subyace una teología según la cual el actor del culto divino es exclusivamente el sacerdote, subyace el antijudaísmo, una visión del mundo superada, una Iglesia que se considera única depositaria de la verdad… Sin embargo, en el trasfondo del Misal querido por el Concilio Vaticano II y promulgado por Pablo VI –también a costa del caro precio de la ruptura con los seguidores de monseñor Marcel Lefebvre– se encuentra el pueblo de Dios, que es el sujeto celebrante, se encuentra la Iglesia ‘en el mundo’, se halla el pueblo judío como ‘hermano mayor’, late la apertura ecuménica, palpita la fe que nace de la Palabra… Algo, ciertamente, más profundo que un mero cambio de lengua…”, señala un delegado de Liturgia de una importante diócesis española. “En el fondo, se trata de dos formas muy distantes de comprender a Dios, la Iglesia, el mundo, el hombre, las relaciones sociales, la libertad religiosa y de conciencia… En estos más de cuarenta años de posconcilio, la actuación de la reforma litúrgica –a excepción de los abusos siempre condenables– ha nutrido y se ha nutrido, a su vez, de esta autoconciencia evangélica de la Iglesia”, reflexiona la misma fuente.

Una pregunta queda en el aire: ¿cómo interpretar la posibilidad abierta del uso de aquello que el Concilio mismo pidió que se cambiase?

EL MISAL DE PABLO VI ES MÁS RICO

Misa-6Pablo VI tenía la intención de reemplazar el Misal precedente y quería restaurar la liturgia restableciendo ciertos ritos “según la antigua norma de los Padres” (Introducción general al Misal romano de 1970). Cuatro siglos antes, los artesanos del Misal de san Pío V (de 1570) no pudieron hacer otro tanto, pues no disponían de los recursos históricos necesarios. Eran incapaces de consultar los manuscritos anteriores al pontificado de Inocencio III, hacia 1216. El resultado es que el Misal del Concilio de Trento es un híbrido de elementos medievales franco-germánicos que han sido añadidos a un núcleo romano de finales del s. VI. Por eso, el nuevo Misal de Pablo VI está más cerca de “la antigua norma de los Padres” que el Misal de san Pío V. El artículo 6 del Preámbulo de la Ordenación general del Misal Romano de Pablo VI presupone que había algo incompleto en el antiguo Misal, porque afirma que “el antiguo Misal romano [el de Pío V] era perfeccionado con el nuevo [el de Pablo VI]”.
El profesor Crispino Valenziano, y con él muchos historiadores, ha afirmado repetidamente que son necesarios, al menos, setenta años para llevar a término o asumir una reforma: lo requiere una ley antropológica. Teniendo esto en cuenta, el Motu Proprio Summorum Pontificum (SP) representa, en cierto modo, una intervención a lo largo de un proceso que, reconociendo sus ambigüedades, abusos e incoherencias, necesita aún más tiempo para purificarse, madurar y producir los frutos esperados.

El problema, según la fuente consultada, quizá pueda estar no en el documento papal, sino en el “impacto” que su publicación produjo en algunos ambientes “insaciables” (adjetivo utilizado por el cardenal Castrillón), que hacen de él un uso inadecuado. Para ellos, el SP se ha convertido en la clave de lectura (ciertamente partidista) de la reforma litúrgica y de la misma Sacrosanctum Concilium, cosa absolutamente extraña tanto a la letra como a las intenciones del documento pontificio. Los partidarios del Vetus Ordo realizan con frecuencia, y gustosamente, una hermenéutica de la discontinuidad contraponiendo el Misal de 1970 y el de 1962; defienden el valor “tradicional” del Misal usado antes del Concilio frente al Misal “manipulado” fruto de la reforma posconciliar. Sorprende cómo, con este comportamiento, asumen, superándolo incluso, el mismo que critican en los otros…

Para ellos, el Misal de Pablo VI sobrepasa ampliamente la Sacrosanctum Concilium, traicionando su letra y su espíritu: el Misal de Pablo VI (o, como despectivamente afirman, de Bugnini) desvirtúa el mandato del Concilio al realizar cambios en el rito de la Misa que aquél no había previsto, querido, ni sugerido; en consecuencia, es un Misal en discontinuidad con la plurisecular tradición de la Iglesia romana; oscurece el sentido de lo sagrado; banaliza la liturgia; devalúa la dimensión sacrificial de la Misa; genera confusión entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común –bautismal– de los fieles; todo lo que indicaba orientación hacia Dios se ha cambiado, tanto en las oraciones como en los gestos; los abusos y la creatividad mal entendida son el fruto natural de este Misal; en él, se pueden hallar peligrosos influjos protestantes; algunos llegan a calificarlo como la expresión de una “nueva fe” inaugurada por el Vaticano II, o más exactamente, por su “espíritu”.

jueves, 9 de junio de 2011

EL DON DEL ESPÍRITU SANTO

LECTIO DIVINA     (12-06-2011)


Juan 20, 19-23
    Al llegar la noche de aquel mismo día, primero de la semana, los discípulos estaban reunidos y tenían las puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo: –¡Paz a vosotros! 
    Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor.    
    Luego Jesús dijo de nuevo: –¡Paz a vosotros! Como el Padre me envió a mí, también yo os envío a vosotros. Dicho esto, sopló sobre ellos y añadió: –Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonéis, les quedarán sin perdonar. 
Otras Lecturas: Hechos 2:1-11; Salmo 104:1, 24, 29-31,34; 1 Corintios 12:3-7, 12-13 

LECTIO: 
    Aunque la fiesta que celebramos es el domingo de Pentecostés, que cae cincuenta días después del domingo de Pascua, nuestra lectura del evangelio de hoy se centra en un encuentro con el Espíritu Santo el mismo día en que Jesús resucitó de entre los muertos.
    Es el tercer día después de la muerte de Jesús. Los discípulos temen a las autoridades judías, así que actúan con discreción y permanecen escondidos, con las puertas cerradas.
    El resto del pasaje evangélico nos cuenta lo que dijo e hizo Jesús resucitado. Los saluda diciendo ‘¡Paz a vosotros!’, el saludo habitual entre los judíos. Nada les dice del suplicio que ha padecido, ni menciona que los apóstoles le hayan abandonado cuando lo detuvieron. 
    Les muestra las manos y el costado, que todavía llevan las marcas visibles de su crucifixión: su cuerpo resucitado aún conserva las señales de su sufrimiento. Tal vez lo que pretendía Jesús era mostrarles que era real: transformado, pero el mismo. Los signos de sus padecimientos ponían de manifiesto que no era un fantasma: estaba vivo y presente ante ellos.
    Llega a continuación el encargo, la misión (versículo 21), que es prácticamente una prolongación de su propia misión de parte del Padre. Sorprendentemente, descubrimos que envía a los discípulos a ofrecer el perdón de los pecados, y no a predicar. Aunque la reconciliación con Dios por medio del arrepentimiento y del perdón es en realidad la esencia misma del Evangelio.
    Las otras iglesias cristianas interpretan el versículo de manera diferente, pero para la Iglesia Católica este es el fundamento de la autoridad de la Iglesia para perdonar los pecados después de haberlos confesado. Jesús no ofrece ninguna descripción de cómo ha de organizar la iglesia la absolución de los pecados. Ni hay ninguna indicación sobre el rito que ha de instituir. Lo único que dice Jesús es que si la Iglesia perdona los pecados de los hombres, también lo hará Dios. Y que si la Iglesia se lo niega, tampoco Dios perdonará los pecados.
    A lo largo de su dilatada historia, la Iglesia ha administrado este sacramento de diversas maneras. Pero en todo momento se trata del don de Dios concedido a un individuo necesitado del perdón que se administra por medio de la Iglesia.
    Pero antes de darles este encargo, Jesús sopla sobre los discípulos y les dice ‘Recibid el Espíritu Santo’, de tal manera que esa autoridad sólo deberá ejercerse por medio del poder del Espíritu Santo y bajo su guía 

    MEDITATIO: 
      Imagínate la escena: los discípulos se mantienen alejados de los ojos inquisitivos de este mundo. Están asustados. En el aire flota el miedo y, de repente, allí está Jesús, plantado en medio de ellos. Piensa en lo que tuvo que significar aquel encuentro para los discípulos.   
      Considera el paralelo entre Jesús que sopla sobre los discípulos para que recibieran el Espíritu Santo y Dios que le insufla la vida al hombre en la Creación (Génesis 2:7). 
      ¿Qué sientes ante el hecho de que Jesús le diera a la Iglesia autoridad para perdonar los pecados? 

    ORATIO: 
      Pídele al Espíritu Santo que haga brillar su luz amorosa en tu corazón y te guíe al tiempo que buscas el perdón de tus pecados, tal vez por medio de la confesión. Pueden ofrecerte ánimo estas palabras de 1 Juan 1:9: ‘Pero si confesamos nuestros pecados, podemos confiar en que Dios, que es justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad’. Pídele al Espíritu Santo que te ayude a vivir una vida que sea agradable a Dios. 

    CONTEMPLATIO: 
      Lee Hechos 2:1-11 y trata de imaginar la escena en la que el Espíritu Santo bajó con poder sobre los discípulos y en un solo día se agregaron a la iglesia varios miles de personas.  Lee a continuación 1 Corintios 12 y considera la acción del Espíritu Santo hoy día en tu propia vida. 
    Lectio Divina de Sociedad Bíblica España

    domingo, 5 de junio de 2011

    Invocación

    (Reflexión a Juan 20, 19-23)

    Según San Juan, el Espíritu hace presente a Jesús en la comunidad cristiana, recordándonos su mensaje, haciéndonos caminar en su verdad, interiorizando en nosotros su mandato del amor. A ese Espíritu invocamos en esta fiesta de Pentecostés.

    Ven Espíritu Santo y enséñanos a invocar a Dios con ese nombre entrañable de "Padre" que nos enseñó Jesús. Si no sentimos su presencia buena en medio de nosotros, viviremos como huérfanos. Recuérdanos que sólo Jesús es el camino que nos lleva hasta él. Que sólo su vida entregada a los últimos nos muestra su verdadero rostro. Sin Jesús nunca entenderemos su sed de paz, de justicia y dignidad para todos sus hijos e hijas.

    Ven Espíritu Santo y haznos caminar en la verdad de Jesús. Sin tu luz y tu aliento, olvidaremos una y otra vez su Proyecto del reino de Dios. Viviremos sin pasión y sin esperanza. No sabremos por qué le seguimos ni para qué. No sabremos por qué vivir y por qué sufrir. Y el Reino seguirá esperando colaboradores.

    Ven Espíritu Santo y enséñanos a anunciar la Buena Noticia de Jesús. Que no echemos cargas pesadas sobre nadie. Que no dictaminemos sobre problemas que no nos duelen ni condenemos a quienes necesitan sobre todo acogida y comprensión. Que nunca quebremos la caña cascada ni apaguemos la mecha vacilante.

    Ven Espíritu Santo e infunde en nosotros la experiencia religiosa de Jesús. Que no nos perdamos en trivialidades mientras descuidamos la justicia, la misericordia y la fe. Que nada ni nadie nos distraiga de seguirlo como único Señor. Que ninguna doctrina, práctica o devoción nos aleje de su Evangelio.

    Ven Espíritu Santo y aumenta nuestra fe para experimentar la fuerza de Jesús en el centro mismo de nuestra debilidad. Enséñanos a alimentar nuestra vida, no de tradiciones humanas ni palabras vacías, sino del conocimiento interno de su Persona. Que nos dejemos guiar siempre por su Espíritu audaz y creador, no por nuestro instinto de seguridad.

    Ven Espíritu Santo, transforma nuestros corazones y conviértenos a Jesús. Si cada uno de nosotros no cambia, nada cambiará en su Iglesia. Si todos seguimos cautivos de la inercia, nada nuevo y bueno nacerá entre sus seguidores. Si no nos dejamos arrastrar por su creatividad, su movimiento quedará bloqueado.

    Ven Espíritu Santo y defiéndenos del riesgo de olvidar a Jesús. Atrapados por nuestros miedos e incertidumbres, no somos capaces de escuchar su voz ni sentir su aliento. Despierta nuestra adhesión pues, si perdemos el contacto con él, seguirá creciendo en nosotros el nerviosismo y la inseguridad.

    José Antonio Pagola

    ID HASTA EL FIN DEL MUNDO

    LECTIO DIVINA     (05-06-2011)


    Mateo 28, 16-20
      Así pues, los once discípulos fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al ver a Jesús, le adoraron, aunque algunos dudaban. Jesús se acercó a ellos y les dijo:
      – Dios me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced mis discípulos a todos los habitantes del mundo; bautizadlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñadles a cumplir todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fi n del mundo.
      Otras Lecturas: Hechos 1:1-11; Salmo 47:1-2, 5-8; Efesios 1:17-23
    LECTIO:
      Son éstas las últimas palabras del Evangelio de Mateo, y constituyen un complemento del capítulo 10, en el que Jesús envía a los doce discípulos en un ‘ejercicio de entrenamiento’ que sería su primera misión.
      Lo mejor es leer seguidos los dos textos de los capítulos 10 y 28 para captar lo que entendieron los primeros discípulos cuando Jesús los envió con aquel gran encargo. En el primer envío, la misión de los discípulos se limita a ‘las ovejas perdidas del pueblo de Israel’, y se les dice expresamente que no visiten las regiones de los paganos o los pueblos de Samaria. Pero después de la resurrección, las instrucciones que Jesús da a sus discípulos es que compartan la buena noticia con los pueblos de todas las naciones.
      Este encuentro tiene todos los rasgos de un relato de resurrección: un encuentro en un lugar escogido entre Jesús y sus discípulos más cercanos; y una reacción desigual, ya que algunos abrigabas sus dudas sobre si estaban viendo al Señor mientras que otros le rinden adoración. En este relato no se menciona que Jesús probara que es real y no un espíritu: el acento se pone en la tarea que les espera a los apóstoles.
      Jesús afirma que se le ha ‘dado toda autoridad en el cielo y en la tierra’, y la expresión implica que es una autoridad que procede de Dios. Basándose en esta misma autoridad, Jesús dice a sus discípulos que vayan ‘a todos los habitantes del mundo’.
      Su encargo implicaba evangelizar a todos los pueblos del mundo y hacer de ellos ‘mis discípulos’. Se adquiere la condición de discípulo meditante el bautismo en nombre de la Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Los creyentes se convierten en miembros de una iglesia, aun cuando no se emplee esta palabra. Comienza entonces el proceso de enseñar a esos discípulos nuevos a entender y a vivir la enseñanza que Jesús había impartido en los años anteriores a su pasión y muerte.
      En este momento, Jesús no les proporciona a los discípulos una ‘lista’ de instrucciones sobre cómo han de llevar a cabo el encargo, sino que (como leemos en Hechos 1) el Espíritu se derrama sobre los discípulos para que hacerles capaces de cumplir con su misión.
      Termina el evangelio con una promesa: Jesús estará con ellos hasta el fin del mundo. Jesús no explica cómo, sencillamente les da esa certeza. Su promesa, al igual que su mensaje, se dirige a nosotros hoy día y es eterna.  
    MEDITATIO:
      ¿Qué entiendes tú por esta gran misión?
      ¿Te ves a ti mismo tomando parte en ese envío?
      ¿Cómo desempeñas tu función en la ejecución de la misión?
      ¿Cómo cumple Jesús Con su promesa de estar con nosotros hoy día?
    ORATIO:
      Profundiza en el poder y en la maravilla de aquel gran encargo leyendo con espíritu de oración Hechos 1:1-11. Pídele a Dios que te hable de alguien con quien poder compartir las palabras de Jesús. Recuerda que Jesús nos ha prometido que estará con nosotros y nos ha enviado al Espíritu Santo para auxiliarnos.
    CONTEMPLATIO:
      Lee Efesios 1:17-23, lentamente, varias veces, y déjate empapar por estos sorprendentes versículos. El 17 recuerda lo que leíamos la semana pasada en Juan 14:17 respecto al papel que desempeña el Espíritu Santo a la hora de revelarnos al Padre para que le conozcamos.
      Dedica algunos momentos a reflexionar sobre la autoridad que se le ha dado a Jesús y que esto fortalezca tu fe:
      ‘Dios resucitó a Cristo…poniéndolo por encima de todo poder, autoridad, dominio y señorío, y por encima de todo lo que existe tanto en este mundo como en el venidero. Sometió todas las cosas bajo los pies de Cristo, y a Cristo mismo lo dio a la iglesia como cabeza de todo.’ Efesios 1:20-22
      Lectio Divina de Sociedad Bíblica España
       

    No olvidar la conversión

    (Reflexión a Mt 3, 1-12) 

    "Convertíos porque está cerca el reino de Dios". Según Mateo, éstas son las primeras palabras que pronuncia Juan en el desierto de Judea. Y éstas son también las primeras que pronuncia Jesús, al comenzar su actividad profética, a orillas del lago de Galilea. 

    Con la predicación del Bautista comienza ya a escucharse la llamada a la conversión que centrará todo el mensaje de Jesús. No ha hecho todavía su aparición, y Juan está ya llamando a un cambio radical pues Dios quiere reorientar la vida hacia su verdadera meta. 

    Esta conversión no consiste en hacer penitencia. No basta tampoco pertenecer al pueblo elegido. No es suficiente recibir el bautismo del Jordán. Es necesario "dar el fruto que pide la conversión": una vida nueva, orientada a acoger el reino de Dios. 

    Esta llamada que comienza a escucharse ya en el desierto será el núcleo del mensaje de Jesús, la pasión que animará su vida entera. Viene a decir así: "Comienza un tiempo nuevo. Se acerca Dios. No quiere dejaros solos frente a vuestros problemas y conflictos. Os quiere ver compartiendo la vida como hermanos. Acoged a Dios como Padre de todos. No olvidéis que estáis llamados a una Fiesta final en torno a su mesa". 

    No nos hemos de resignar a vivir en una Iglesia sin conversión al reino de Dios. No nos está permitido a seguir a Jesús sin acoger su proyecto. El concilio Vaticano II lo ha declarado de manera clara y firme: "La Iglesia, al prestar ayuda al mundo y al recibir del mundo múltiple ayuda, no tiene más que una aspiración: que venga el reino de Dios y se realice la salvación del género humano. 

    Esta conversión no es sólo un cambio individual de cada uno, sino el clima que hemos de crear en la Iglesia, pues toda ella ha de vivir acogiendo el reino de Dios. No consiste tampoco en cumplir con más fidelidad las prácticas religiosas, sino en "buscar el reino de Dios y su justicia" en la sociedad. 

    No es suficiente cuidar en las comunidades cristianas la celebración digna de los "sacramentos" de la Iglesia. Es necesario, además, promover los "signos" del reino que Jesús practicaba: la acogida a los más débiles; la compasión hacia los que sufren; la creación de una sociedad reconciliada; el ofrecimiento gratuito del perdón; la defensa de toda persona. 

    Por eso, animado por un deseo profundo de conversión, el Vaticano II dice así: "La liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, pues para que los hombres puedan llegar a la celebración, es necesario que antes sean llamados a la fe y la conversión". No lo tendríamos que olvidar.

     José Antonio Pagola