sábado, 21 de abril de 2012

Dispararse en el propio pié


Emma Torralba
Innsbruck (Austria)
En el intervalo de cuatro días nos han sobresaltado dos noticias relacionadas con las armas de fuego. El lunes 9 de abril, los medios de comunicación se hacían eco del accidente del nieto mayor del Rey, Felipe Juan Froilán, que se había disparado fortuitamente en su propio pie mientras hacía prácticas de tiro junto a su padre el duque Jaime de Marichalar. El otro accidente ocurrió el viernes anterior, y no hizo falta esperar a los periódicos del día siguiente para enterarnos, lo presenciamos en directo por televisión.
Viernes Santo, misa retransmitida por La 2, cantos de entrada, moniciones, lecturas del profeta Isaías, del evangelista san Juan y…, ¡de pronto y sin previo aviso! un prelado que se aposta detrás del púlpito, desenfunda una homilía y comienza a disparar perdigones contra jóvenes que beben los fines de semana, mujeres que abortan y  homosexuales que frecuentan bares de alterne, etc. Aunque muchos se sintieron ofendidos, afortunadamente nadie resultó lesionando a no ser el propio obispo que, como en el caso del infante Froilán, resultó herido en el propio pie. Y es que, cuando un pastor dispara contra su propio rebaño, la principal herida es la propia Iglesia. Flaco favor hace al Cuerpo de Cristo aquel que lo utiliza como diana de prácticas cinegéticas.
A instancias del fiscal, la guardia civil va a investigar las posibles responsabilidades paternas del accidente de Froilán; un niño de 13 años tiene prohibido utilizar una escopeta de perdigones. Ignoro si algún “fiscal eclesiástico” abrirá diligencias contra el obispo de Alcalá de Henares. Por si sirve de ayuda propongo que se encargue del caso el mismo equipo investigador que una semana antes condenaba la obra del teólogo Andrés Torres Queiruga para “evitar la confusión en el Pueblo de Dios y contribuir al fortalecimiento de la fe cristiana”.
Muchas cristianas y cristianos nos hemos sentido confundidos/as y se ha debilitado nuestra fe en la Iglesia por las palabras inmisericordes del obispo Reig Plá; por tanto, esperamos que –en justa equivalencia a la amonestación del teólogo gallego- le sea retirada la “licencia homilética” a aquel que utiliza la Palabra de Dios como arma de fuego y no como bálsamo de vida.

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