lunes, 16 de abril de 2012

Cuando el Señor habla al corazón (4)


4. VIVE DE AMOR EN UNIÓN CONMIGO
Llámame. Lo que yo quiero es acudir –pero repíteme más a menudo:
“Ven, Jesús, para que yo realice plenamente lo que Tú esperas de mí”.
“Ven, Jesús, para que, según tus deseos, yo ayude las almas a realizar tu plan de amor sobre ellas”.
“Ven, Jesús. Para que te ame como quieres que te ame”.
He aquí una letanía de amor que espero de ti:
¡Jesús, mi amor, te quiero!
¡Jesús, Mi fuego, te quiero
¡Jesús, Mi fuerza,, te quiero!
¡Jesús, Mi luz,, te quiero!
¡Jesús, Mi suficiencia,, te quiero!
¡Jesús, Mi Hostia,, te quiero!
¡Jesús, Mi oración,, te quiero!
¡Jesús, Mi todo,, te quiero!
Desarrolla en ti, bajo la influencia de mi Espíritu y de mi Madre, la trilogía Fe-Esperanza-Caridad-. Por ella adhiérete a mí con todas las fuerzas. Ten hambre de mí con todo tu ser, únete a mí con todo tu corazón.
Han de sentirme en ti, bajo la piel.
No pierdas tu tiempo obrando sin amor.
Yo soy la savia de tu alma.
Mi amor tiene sonidos armónicos tan variados como potentes. Para oírlos, hay que vivir en simpatía constante y profunda conmigo. En este caso, la sinfonía se amplia en variaciones múltiples en lo íntimo del corazón que canta al unísono con el mío.
La intimidad conmigo nunca cansa ni aburre. Si sientes el menor cansancio, eso se debe a que has perdido mi ritmo y que ya no estás afinado a mi medida. Por eso te desplomas en la soledad y rápidamente te encuentras impotente y exhausto. Llámame despacito, con fe y confianza, y hallarás de nuevo la secuencia de la melodía interior.
Hay colores, por ejemplo los de una puesta de sol, que ningún pintor puede reproducir exactamente. Hay alegrías interiores que sólo yo puedo proporcionar. Mi amor nunca se queda corto; tiene mil facetas y mil invenciones siempre nuevas.
¡Ah! Si quisierais aprovecharlas, para vosotros en primer lugar y, después, para mejor revelarme a un sinnúmero de almas!
Cuando me amas profundamente, se produce en ti una irradiación de mí que te permite darme invisiblemente a cuantos a ti se acercan.
La calidad de tus relaciones conmigo. Eso es lo que cuenta ante todo. Tu día vale lo que han valido tus relaciones conmigo. ¿han sido éstas distantes y reticentes? ¿han sido fervientes, amorosas, cuajadas de atenciones? Yo nunca dejo de prestarte atención, ¿y tú? ¿Por qué atribuyes más importancia práctica a las cosas que pasan que a Mí que no paso? Además, para resolver los problemas que te propone la vida de cada día, ¿no piensas que recurrir a mí pudiera serte provechoso? -¿qué en mí se encuentran cuantas soluciones tienen verdaderamente en cuenta todos los datos, incluso los invisibles? ¿No piensas que sería ganar tiempo y evitar cansancio, el acudir algo más a menudo a Mí? Y para mí sería la ocasión de dar y de darme más, lo que, como tú lo sabes, es la inclinación natural de mi Corazón.
Yo soy “inútil”, porque no me saben utilizar en tantas vidas, incluso sacerdotales.
Lo que yo sueño es, bajo vuestro impulso, con vuestra iniciativa y colaboración inteligentes, poniendo en obra los dones y talentos que yo os he confiado, espiritualizar las actividades y las vidas de los hombres por el incremento de mi caridad en cada uno.
Vive de mí. Vive conmigo. Vive para mí.
Vive de Mí. Aliméntate con mis pensamientos. Estos pensamientos son la expresión de mi Espíritu. Son luz y Vida. Son fuerza también en la medida en que los asimilas.
Aliméntate con mi voluntad. Lo que yo quiero de ti, eso es lo que tienes que hacer. Actúa sin inquietarte por saber adónde te llevo. Todo en ti servirá para la gloria de mi Padre y bien de mi Iglesia, si tú integras tu voluntad en la mía.
Vive conmigo. ¿No soy yo, para ti, el mejor compañero de camino? ¿Por qué te olvidas de mi presencia? ¿Por qué tu mirada no se cruza más a menudo con la mía?
Solicita, pues, mi parecer, pídeme consejo, ayuda, y verás como yo aprecio el que tú me trates como amigo íntimo. Es la irradiación de esta amistad familiar y habitual, basada en un ardiente espíritu de fe, la que dará a tu vida el matiz que me agrada para ti.
¡No pierdas tu tiempo olvidándome a mi! Pensar en mí es multiplicas por diez tu fecundidad.
Vive para mí, pues de otro modo ¿para quién vivirías sino para ti, es decir, para la nada? ¡Si supieses de qué te privas y de qué privas a la Iglesia cuando tú no vives para Mí! Porque amar es ante todo eso: vivir para el ser amado.
Actúa, trabaja, ora, respira, come, distráete para Mí. Purifica sin cesar tu intención. Por lealtad no hagas lo que no puedes hacer para mí. ¿No es eso lo que exige el amor? Y es una prueba de mi amor el que yo lo exija de ti. Sin contar que lo sabes pertinentemente: el sacrificio paga y tú recobrarás centuplicado en alegría lo que por mí hayas sacrificado.
Atrévete más a ponerme en tu vida y ten por seguro que la hora más útil para tu actividad es la que me consagras exclusivamente a mí. Esta te ayuda, como bien lo sabes, a sostener y enriquecer tu vida interior durante el tiempo de la actividad; ella te sensibiliza a las señales que yo te hago a lo largo del día; ella te permite descifrar los símbolos que yo multiplico a lo largo de tu camino.
Un cristiano que hubiese comprendido lo que yo sueño ser para él, me encontraría en todo, me oiría, me descubriría e iría de sorpresa en sorpresa, al percibir mi presencia siempre viva, siempre actual, siempre activa y por encima de todo, infinitamente amante.
No entretengas en tu espíritu más que pensamientos de amor, en tus ojos más que destellos de bondad, en tus labios más que palabras de caridad, en tu corazón más que sentimientos de amistad, en tu voluntad más que quereres de benignidad.
Que tu vida sea totalmente impregnada de amor verdadera y que tu muerte sea totalmente perfumada de amor. Sólo eso cuenta. Durante toda la eternidad, permanecerás fijo en el grado de amor que hayas alcanzado.
A prorrata del amor oblativo que presentes en el ofertorio de tu misa recibirás en la comunión una nueva inoculación de mi Caridad. De misa en misa te está permitido crecer en mi amor, pero es un amor que despoja, que inmola y que da sin contar. Lo único que cuenta, por ser el único valor corriendo en la eternidad, es la Caridad verdadera. Cuando yo miro a los hombres, he aquí lo que inmediatamente aprecio en cada uno: esa caridad que no espera recompensa alguna y ni siquiera agradecimiento –esa caridad que se ignora a sí misma, esa caridad que expresa de manera personal lo mejor que tiene cada ser. Esa es la gran lección que todos tienen que aprender de mí.
Ven a Mí y mira. En mi mirada, lee y sírvete.
En mi corazón, abísmate y coge.
En mi voluntad, acércate y arde.
Yo soy LLAMA, yo soy FUEGO, yo soy el AMOR.
Es tan sencillo el amar y, sin embargo, cuán raros son los hombres que conocen este secreto –hasta entre los consagrados. No hay amor verdadero sino donde hay olvido de sí. Las más de las veces uno se ama a sí mismo a través de los que piensa amar.
Ante todo, no te compliques la existencia. Saca de tu corazón todas las reservas de amor que yo he depositado en él y oriéntalas hacia mí, sin más.
Ponte bajo la influencia del Espíritu Santo. El te hará más incandescente. ¡Ah! Si fueses de verdad un ascua ardiente ¡cuántas almas salvarías! Mi verdadera ascensión en las almas se mide por el calor de su amor para conmigo y para con los demás.
Tú sabes hasta qué punto yo soy el amor infinito, apasionado, devorador; mejor dicho, lo sabes intelectualmente, no lo bastante concretamente. Es que yo no puedo ejercer mi amor sobre ti sino en la medida en que tú me autorices por la disponibilidad auténtica de toda tu persona a la acción de mi Espíritu, por quien se difunde en los corazones mi divina dilección. Si supieses lo que es un Dios que ardientemente quiere dar y darse, penetrar, invadir, enriquecer, empapar a un ser amado, hacerle conforme con el plan de amor del Padre, aspirarle, asumirle, inspirarle, cogerle por su cuenta, unírsele, identificarle consigo mismo!... Pero la condición está ahí, perentoria. Es el jam non ego. Todo lo que huele a egocentrismo, orgullo, amor propio, espíritu de propiedad, sutil búsqueda del yo humano, no puede ser asimilado por el fuego del amor.
Dame un amor de calidad.
Cuanta más humildad hay en un alma, tanto más puro es su amor.
Cuanto más espíritu de sacrificio hay en un alma, tanto más verdadero es su amor.
Cuanta más comunión con el espíritu Santo hay en un alma, tanto más fuerte es su amor.
Si tuvieses mayor obsesión por mi amor, muchas cosas encontrarían de nuevo en ti su lugar apropiado, su valor relativo. ¡Cuántas veces te dejas desconcertar por nubes sin consistencia y desentiendes las únicas realidades preponderantes!
Soy yo mismo en ti quien ama al Padre.
¿Puedes imaginar la presión y la intensidad del fuego de mi amor para con el Padre que me engendra sin cesar como el Espíritu engendra el pensamiento, pero confiriéndole tanta importancia que llega a ser substancial hasta el punto de ser una Persona igual a la que la piensa y engendra? Misterio del don, misterio del amor perfecto, que es el objeto de la contemplación y de la alabanza de los elegidos en el cielo.
Soy yo mismo en ti quien ama al Espíritu santo, el nudo vivo que me vincula al Padre, el beso substancial de nuestro amor. Somos distintos y al mismo tiempo estamos unidos como el fuego y la llama. Él es el don de mi Padre a mí mismo y la alabanza de acción de gracias de mí mismo al Padre.
Soy yo mismo en ti quien ama a María.
Amor creador ya que a una con el Padre y con el espíritu, desde toda la eternidad. La hemos concebido y ella no nos ha defraudado.
Amor filial, porque yo soy real y verdaderamente su hijo, más que cualquier muchacho sobre la tierra puede serlo de su madre.
Amor redentor que le ha merecido la preservación del pecado original y la ha íntimamente asociado a la obra de la salvación del mundo.
Soy yo mismo en ti quien ama a todos los ángeles y a todos los santos. Puede detallar: desde tu Ángel de la Guarda hasta tus santos de predilección y a todos tus antepasados entrados ya en la bienaventurada eternidad. Que tu conversación esté cada día más, por mí, en el cielo donde te esperan.
Soy yo mismo en ti quien ama  a todos los hombres actualmente sobre la tierra, a todas las almas que componen tu posteridad innumerable, a todos los que un día yo te descubriré como habiéndose beneficiado más directamente de tus actos de generosidad, de tus sufrimientos, de tus trabajos, y, por fin, a todos los demás, a todos sin excepción.
Tan sólo lo que impregnas de amor tiene cotización en mi Reino y a mis ojos. Las cosas no se aprecian sino por sus quilates de amor. Los hombres tan sólo valen lo que vale su dosis de amor oblativo. Esto sólo es lo que cuenta y para que todo esté impregnado por mi amor, tú tienes que acudir a la fuente y ejercitarte; acudir a la fuente, pues el amor divino es un don que hay que pedir incesantemente y con intensidad; ejercitarte, porque la caridad es una virtud que requiere mucho valor.
¡Ah! ¡si todos los hombres quisieran rectificar en este sentido su escala de valores! ¡Si pudiesen descubrir la importancia del amor en su vida!
Amar, es pensar en mí, es mirarme, es escúchame, es unirse conmigo, es compartirlo todo conmigo. Toda vuestra vida es una secuencia casi ininterrumpida de opciones en pro o en contra de este amor que os impulsa a renunciar a vosotros mismos para beneficio de los demás. Cuanto más crece este amor en un alma, tanto más eleva ésta el nivel de la humanidad; por el contrario, si un alma responde “no” a la invitación que se le hace de participar en este amor, hay pérdida de ganancia en el enriquecimiento divino del mundo y atraso en la evolución espiritual de los pueblos de la tierra.
El que se esfuerza por amar con mi Corazón, ve a todos los seres y todas las cosas con mi mirada –y oye interiormente el mensaje divino que todos los seres y todas las cosas tienen misión de comunicarle.
¿No has notado que cuanto más fiel eras tú a la meditación, menos aburrida era ésta? Uno no se aburre sino de lo que abandona, -más perseverando, se consigue la gracia que permite gustar y a veces saborear, o por lo menos conllevar y, si fuera necesario, sobrellevar.
Cuanto más descubras mi amor de una manera viva, experimental, tanto mejor podrás revelarlo a los demás. Esa es la forma de testimonio que yo espero de ti.
Ese fluido misterioso que da al rostro de los hombres un destello indefinible de divinidad, brota en las profundidades de la intimidad prolongada del cara a cara conmigo.
Yo soy no sólo el vínculo sino el lugar de las almas, el lugar donde pueden encontrarse y comulgar entre ellas por medio de mí.
En mí, tú puedes, por de pronto, encontrar al Padre y al Espíritu Santo –porque el Padre está en Mí y yo estoy en el Padre- y el Espíritu Santo nos une el Uno al Otro en una circumincesión inefable.  (Presencia recíproca de las tres personas de la Trinidad)
En mí ,tu puedes encontrar asimismo a mi Madre María que me está unida de una manera incomparable y por quien yo continúo dándome al mundo.
En mí, tú encuentras a tu Ángel de la guarda, compañera fiel de tu vida militante, mensajero adicto y solícito protector.
En mí, tú encuentras a todos los santos del cielo, desde los Patriarcas hasta los apóstoles, desde los Profetas hasta los Mártires.
En mí, tú encuentras a todos los sacerdotes que me están unidos a un título especial en virtud de su ordenación sacerdotal, que propende a identificarles con Aquel en cuyo nombre hablan.
En mí, tú encuentras a todos los cristianos, y asimismo a todos los hombres de buena voluntad, quienes quiera que sean.
En mí, tú encuentras a todos los que sufren, a todos los enfermos, a todos los lisiados, a todos los moribundos.
En mí, tú encuentras a todas las almas del purgatorio que coligen de mi presencia obscura al fundamento de su ardiente esperanza.
En mí, tú encuentras el mundo entero, conocido y por conocer, todas las bellezas, todas las riquezas de la naturaleza y de la ciencia, que rebasan cuanto los sabios más sobresalientes puedan entrever.
En mí, sobre todo, tú encuentras el secreto del amor oblativo total, pues yo soy esencialmente el que ama y desea, por medio de los hombres, derramar el fuego sobre la tierra, para hacer a la humanidad incandescente de alegría y de felicidad por toda la eternidad.
Yo siempre te estoy esperando –sin impaciencia, naturalmente, sabiendo que eres débil y frágil- pero con tantos deseos de escucharte y de descubrirte atento a mi Palabra. No dejes a tu espíritu mariposear sobre tantas cosas efímeras e inútiles. No sufras que se despilfarre en tantas fruslerías el poco tiempo de que dispones. Piensa que yo estoy ahí, yo, tu Señor, tu amigo, tu servidor, y vuélvete hacia mí. ¡Cuánto más intensa y extensa sería tu irradiación si me prestases mayor y más amorosa atención a mí!
Recuerda bien esto: cualquiera que sea la actividad que se ejecuta o el dolor que se soporta, tan sólo la unión de amor con que se llevan a cabo realizan su valor.
Trata de unirte más conmigo. Únete a mi oración. Únete a mi ofrenda. Únete a mi acción sobre el mundo en lo íntimo de los corazones. Considera cómo ésta queda entorpecida por todos los egoísmos conscientes o inconscientes. Por el contrario, considera cuán poderosa es en las almas generosas que a ella se entregan con docilidad.
Únete a mí para hacer todo lo que tienes que hacer y te darás cuenta de que estará hecho mejor y más fácilmente. Únete a mí para ser bueno, acogedor, comprensivo, abierto a tus hermanos, y yo haré pasar algo de mí en tu trato con los demás. Si no quieres vivir separado de mí, renueva tu unión conmigo más a menudo y más intensamente, a través de  todas las horas claras o grises de cada día.
¿No en vano multiplicas a lo largo del día actos positivos de amor y de deseo, porque así crece en ti algo de la caridad del Padre para conmigo, lo que me facilita una sobreabundancia de mi presencia en ti y me manifestará bajo tu apariencia carnal. Tu amor ha de ser activo y vigilante. Si se duerme por cobardía o por descuido, se produce como un corte en la irradiación de mi vida en ti.
En el conocimiento de mi amor por ti y por el mundo existen varias zonas concéntricas cuya penetración no puede menos de avivar tu fe y tu caridad.
Hay en primer lugar esa percepción experimental de mi presencia amorosa que te ciñe interior y exteriormente. ¿No estoy yo en ti, en lo más íntimo de ti mismo? ¿no estoy continuamente a tu lado y no tengo razón de repetirte a menudo: “mírame mirarte. Obra como miembro mío. Trata conmigo como si me vieras –y sonríeme”?
Hay en segundo lugar ese conocimiento intelectual del amor infinito que os ha amado hasta realizar verdaderas locuras: la locura del pesebre, la locura de la cruz, la locura de la hostia, la locura del sacerdocio –con todo lo que eso conlleva de humildad y de ternura por parte mía: hacerme creatura, hacerme pequeñín, hacerme dependiente de vosotros y de vuestra buena voluntad colaborante.
Hay por fin lo que vosotros no podéis actualmente ni saber ni ver –y es este fuego del amor trinitario que os solventará, os abrasará, os alimentará en la eternidad, haciéndoos participantes de nuestra alegría substancial en una caridad universal exaltante.
Si supieses cuánto me gusta ser, por fin, contado como algo en la vida de cada día…no ser tan sólo alguien a quien se invoca según los ritos, sino el amigo verdadero e íntimo con quien se cuenta y con quien siempre se puede contar. ¿no soy yo el que siente lo que tú sientes, el que asume tus estados de alma, el que transfigura y fecunda tus deseos, tus ademanes, tus palabras?...Todo cuanto llena tus días ha de ser para ti la ocasión de expresar todo el amor de tu alma.
Los dos estamos juntos.
Estamos juntos como el sarmiento está junto al tronco de la vid, como el miembro está junto tronco del cuerpo.
Juntos rezamos.
Juntos nos encontramos para trabajar,
Para hablar,
Para ser buenos,
Para amar,
Para ofrecer,
Para padecer,
Para morir
Y un día para ver al Padre, a Nuestra Señora, alegrarnos.
La conciencia de estar juntos es una garantía de seguridad, de fecundidad, de alegría.
Seguridad:
Qui hábitat in adjuntorioAltíssimi, in protectione Dei coelicommorabitur.
Él inspira, él guía, él conduce por su Espíritu.
Yo realizo con Él el eterno plan de amor del Padre sobre mí para beneficio de todos.
Christus in me manens ipse facit opera.
¿Qué puedo temer para la gran travesía? Si estamos juntos.
Fecundidad:
Qui manet in me et ego in eo, hic fertfructummultum.
Visible e invisible, irradiación, visitación
Virtus de illo exibat et sanabar omnes
Alegría
Stoadostiumetpulso…coenabo cum illoeiille mecum. Intra in gaudiumDómini.
Yo quiero que la gente vea resplandecer en tu alma mi alegría.
Soy yo mismo en ti el que habla en tu nombre, el que no desiste de pedir las gracias que necesitas para realizar en el puesto dispuesto por el en la simbiosis del cuerpo místico el plan eterno de amor del Padre sobre ti.
Soy yo mismo en ti el que se ofrece y dándose sin restricción al Padre, sueña con incluir en su oblación la ofrenda de ti y de todos tus hermanos.
Soy yo mismo en ti el que ofrece a la bendición y a la purificación del Espíritu todas las almas actualmente sobre la tierra.
Soy yo mismo en ti el que adora, alaba, agradece al Padre, por el ardiente deseo que tengo de recapitular las adoraciones, las alabanzas y las acciones de gracias de toda la humanidad.
Mi amor es delicado, tierno, solícito, misericordiosos, fuerte y divinamente exigente.
Mi amor es delicado. Yo te amé el primero y todo cuanto eres soy yo quien te lo dio. Por delicadeza no te lo recuerdo con frecuencia. Espero que tú mismo lo reconozcas, que me lo agradezcas y que deduzcas las consecuencias.
Mi amor es tierno. Yo soy la ternura infinita. ¡Si os percataseis de las riquezas de mi corazón y advirtieseis mi deseo inmenso de colmaros con ellas! Ven a mí, pequeñuelo; pon tu cabeza sobre mi pecho y comprenderás mejor quam suavis est dóminus tuus.
Mi amor es solícito. Nada de lo que te atañe me deja indiferente. Ningún sentimiento de tu alma es extraño para mí. Yo me apropio todos tus deseos en la medida en que se conforman al plan de amor de mi Padre y, por lo tanto, a tus verdaderos intereses. Yo hago mías todas tus intenciones y bendigo fielmente a cuantas almas me confías.
Mi amor es misericordioso. Conozco mejor que tú las circunstancias atenuantes y los motivos excusantes de tus faltas, de tus errores, de tus extravíos.
Mi amor es fuerte. Tiene la fuerza de mi poder. Es fuerte para sostenerte, para levantarte, para guiarte en la medida en que sepas solicitarle. Quien en él se apoya, nunca sufrirá el menor desengaño.
Mi amor es divinamente exigente. Así lo has comprendido tú. Porque yo te amo por ti mismo, quiero poderme dar más a ti –y no lo puedo hacer más que si tú mismo respondes fielmente a todas las invitaciones de mi gracia, a todos los impulsos de mi Espíritu.
Y pues, te quiero también por tus hermanos, yo quiero poder pasar más por ti. A ti te corresponde reflejarme, revelarme, expresarme y, para eso, ábreme de par en par las puertas de tu corazón – y corresponde generosamente a mis llamadas.
Simplifica todas las cosas, las alegres y las dolorosas, por medio del amor. ¡cómo me gustaría verte hacer, cada día, un cuarto de hora de amor puro, positivo, explícito! En unión conmigo (ejercítate poco a poco. Empieza por un minuto, después dos, después tres. Si perseveras, bajo la influencia del Espíritu, fácilmente llegarás a quince. Verás entonces cuántas cosas ocuparán su puesto verdadero –y tendrás un gusto anticipado de lo que te reservo para cuando llegue tu hora. Así, paso a paso, irás penetrando en mi inmensidad sin miedo a zozobrar ya que seré yo el que te invada.
Necesitas un amor más fuerte que tu sobrecarga de ocupaciones, más fuerte que tus preocupaciones, más fuerte que tu sufrimiento.
Lo que a mis ojos cuenta no es el amor que tú experimentas, sino el que me manifiestas.
Reitera muchas veces durante el día pequeños actos de adoración silenciosa para conmigo que tanto te quiere y nunca te abandona. Pídeme con frecuencia que haga crecer en ti el deseo de mí, el gusto de mí, el gozo de mí. Es esa una oración que me agrada otorgar –pero ten paciencia y no intentes darte más prisa que mi gracia.
Mi reino se construye por dentro y yo más necesito de almas generosas en los combates interiores para provecho de sus hermanos que de propagandistas u hombres de negocios, aún exclusivamente al servicio de mi Iglesia.
Lo único que cuenta es el fuego del amor que crece en los corazones; más que grandiosas acciones exteriores, más que bellísimas organizaciones, las cuales, institucionalmente, pueden parecer maravillosas aunque, de hecho, estén vacías o poco menos de mi presencia viva y activa.
No te acomodes con la monotonía del amor. Busca y encontrarás nuevas maneras de expresármelo. Nunca son monótonas las mías. Hazme sentir más a menudo que soy yo a quien tú deseas –y repíteme en tu nombre y en nombre de los demás: Maranatha. Ven Señor Jesús, ven.
Me puedes creer: Yo siempre respondo a las invitaciones.
La letra no tiene el menor interés sino en la medida en que estimula y facilita el amor; de ninguna manera cuando lo sofoca y contraría.
Claro que se requieren puntos fijos en la vida espiritual, pero cómo mojones y pretiles, no como obstáculos y “árboles que ocultan la selva”.
Déjame conducirte as mi manera. No te alarmes por el porvenir. ¿Te falto algo en tiempos pasados? Pues nada te faltará porque yo estaré siempre ahí y porque nada falta a aquél a quien no falto yo. Mi presencia y mi ternura estarán siempre a tu lado, originando en ti acción de gracias, amor y celo. Hasta las horas sombrías y duras de tu vida estaba yo contigo. Además, tú mismo te diste perfectamente cuenta –y los túneles han desembocado en luz.
Si la gente quisiera acercarse a mí más a menudo, con mayor disponibilidad, sacaría de la contemplación de mi divina presencia nuevas energías. Yo soy la fuente de la juventud y es en mí donde se opera todo verdadero “aggiornamento” en las almas, en los hogares, en todas las sociedades. El mundo se desvitaliza por escasez de vida contemplativa auténtica.
La vida contemplativa, no es la vida de éxtasis; es la vida en la que yo soy alguien que cuenta, alguien con quien se cuenta, alguien con quien se puede contar. Es asimismo la vida que confluencia en la que los hombres se integran, por el pensamiento o simplemente por una unión vital, a todos mis arranques de amor, de adoración, de alabanza, de acción de gracias, a mi oblación incesante tan redentora y tan espiritualizante, y, por fin, a mis inmensos anhelos equivalentes a vuestras inmensas necesidades. De esta conexión vital conmigo depende para el mundo entero la promoción de mi gracia, de las bendiciones divinas, y más especialmente, la asunción progresiva de toda la humanidad menesterosa, humilde y generosa, por mi divinidad.
La persistencia del amor ha de tender a la impregnación total de la existencia –lo que no significa que ésta tenga que tomar siempre la misma forma, idéntica coloración, ni que la conciencia guarde al respecto lucidez constante. Lo esencial en amor no es la conciencia total, sino el hecho de amar: pensar en el otro antes de pensar en sí, vivir para el otro antes de vivir para sí, perderse en el otro hasta el punto de olvidarse de sí mismo y hacer que él crezca en la medida en que disminuye el “yo”. El que ama verdaderamente, nunca se imagina que ama. Ama, sin más.
Yo te quiero manifestar cuánto aprecio la oración que haces cada día al recibirme en la sana comunión: “Jesús, acrecienta en mí el deseo de Ti, el deseo de poseerte, el deseo de ser poseído por ti y el de vivir cada día más in persona Christi”.
Y añades: “Ejerce sobre mí tu señorío, estrecha más tu abrazo, séllame con tu divina impronta”. No te sorprendas si no te lo concedo más rápidamente de manera sensible y perceptible. Sigue pidiendo. La cosa llega paso a paso –y es porque exige mucho tiempo y condiciones previas de purificación que se van realizando día tras día.
Lo que hace el valor de una vida es la calidad del amor que la inspira. Este amor puede experimentar momento de “fading”; empero, si es leal, rebota y transfigura cuanto toca –lo mismo que el sol que puede ser ocultado por una nube pero que continúa brillando y aparece de nuevo en cuanto aclara. ¡Amor que ilumina, amor que vivifica, amor que penetra, amor que sana, amor que regocija!
Todo ser humano posee en sí mismo posibilidades inmensas de amor. Bajo la influencia del Espíritu, este amor puede ser sublimado y expresado en actos maravillosos de generosidad, hasta el sacrificio de sí mismo. Bajo la influencia del egoísmo, el mismo amor puede degradarse y desembocar en los peores excesos de la bestialidad bajo todas las formas que puede revestir el gamberrismo. Sólo en la medida en que la humanidad purifica e intensifica sus potencias afectivas, ella puede elevarse y superarse, al ser asumida por mí, ya que siendo yo mismo la ternura infinita, no me es posible asimilar sino lo que es amor auténtico un corazón humano.
Ante todo yo soy el amigo más cariñoso y más discreto –que se alegra de las iniciativas de sus seres queridos y se entristece por sus errores, por sus yerros, por sus opacidades, por sus ambigüedades, por sus resistencias- pero que está siempre dispuesto a perdonar y a borrar las faltas de los que vuelven a él con amor y humildad.
Además veo todas las posibilidades de bien que hay en cada uno y estoy totalmente dispuesto a favorecer sus desarrollo –más nada puedo sin vuestra colaboración. Ahora bien, en la medida en que vosotros prestáis atención a mi presencia, en esa medida os granjeáis la eficacia de mi divina vitalidad.
Yo soy la luz –pero asimismo la vida. Lo que no es concebido, efectuado, realizado en unión por lo menos virtual conmigo, está destinado a perecer.
Bien sabes tú que por ti mismo no eres NADA, que no puedes NADA –pero te quedarás pasmado un día al descubrir lo que JUNTOS hayamos realizado.
Búscame a mí que estoy en ti, en lo recóndito de ti, y ponte libremente pero con una generosidad incondicional bajo mi divina influencia. Aun cuando no se hace sentir, ésta se ejerce y te inspira sin que tú te des cuenta. Te apena el no tener constantemente una conciencia lúcida de mi presencia –sin embargo, lo que cuenta es que yo esté ahí oyendo tus declaraciones de amor. Pruébamelas –con humildes sacrificios, con pequeños sacrificios soportados en unión con los míos –con interrupciones cortas y frecuentes en medio de tu trabajo o de tus lecturas – y verás cómo va creciendo en ti poco a poco un estado de fidelidad y de disponibilidad con relación a todo lo que yo te pida.

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