¿Quién te ha atado, Señor, a esta cadena,
a esta blanca cadena de la harina,
a este disfraz de pan, vianda divina
de misterio y deleite todo llena?
¿Quién te trajo por mesa tan ajena
de la deidad donde tu ser culmina,
para ocupar en la escasez mezquina
el puesto del manjar en nuestra cena?
¡Quién fue sino el Amor, y un amor tanto
que no cabe en la mente estremecida,
supera nuestro asombro y nuestro espanto!
¡ Y sólo puede el alma conmovida
ablandar esta harina con su llanto
y alimentar con este Pan la vida!
Juan Alberto de los Cármenes
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