Prólogo
Hace ya mucho tiempo años que varios amigos míos entusiasmados de lo que digo de la "vocación personal" me han estado urgiendo que ponga por escrito mis charlas sobre este tema. Cediendo a estas amables presiones lo expuse en una serie de seis cassettes que nuestro Centro Ignaciano de Espiritualidad publicó en 1986 sobre "la dimensión contemplativa de la vida religiosa apostólica".
Pero aún no me había decidido a escribir nada sobre el tema. A principios de 1989 se me pidió una ponencia para el Simposio Internacional sobre Psicología y Ejercicios, que se iba a celebrar en Salamanca en el siguiente mes de septiembre (12 – 16), sobre el tema "La transformación del yo en la experiencia de los Ejercicios Espirituales. Desgraciadamente estaba ya comprometido para esas fechas y tuve que excusarme. Pero si bien mis excusas fueron aceptadas, se me instó a que al menos aportara una comunicación escrita que luego se publicaría en un volumen, junto con las otras aportaciones al Congreso, y se me instó precisamente a que escribiera sobre la "Vocación Personal".
A principios de septiembre envié en efecto mi comunicación, que ha sido incluida en el segundo de los dos densos volúmenes "Psicología y Ejercicios Ignacianos" (Mensajero – Sal Terrae). pp.841 06. Luego publiqué el mismo escrito en inglés, completándolo con un prólogo y dos apéndices. Ahora lo ofrezco en una nueva versión castellana.
Lo que debo a "mi amado Padre San Ignacio" aflorará, yo espero. en cada página de este librito.
Herbert Alphonso, S.J.
Se me había enseñado por años y yo había llegado a creer que la transformación personal realizada por los Ejercicios Espirituales de San Ignacio consiste, por medio dc un proceso dinámico de progresiva libertad interior, en la "Elección", entendida ésta como el discernimiento del estado de vida al que estamos llamados o como la reforma que hemos de hacer dentro del estado de vida ya escogido en zonas que se disciernen durante los Ejercicios. En este último caso, la "Elección" consistiría en unos cuantos "propósitos" que, de ponerse en práctica, obtendrían la deseada reforma y transformación persona!.
Luego. en 1965, durante los Ejercicios anuales, tuve una experiencia del Espíritu tan avasalladora, que efectuó una total transformación de mi vida persona! y mi trabajo apostó1ico, que la he seguido viviendo como la gracia mayor de mi vida. y sus líneas maestras me siguen sirviendo para la interpretación, práctica y dirección de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Fue puro regalo de Dios, una gracia seminal que me sigue inspirando y abriendo panoramas siempre nuevos en el campo de la teología y la espiritualidad y en mi ministerio espiritual. Ha llegado a ser el núcleo central de una fecunda síntesis personal para mi vida y mi apostolado. Lo que acabo de definir como la gracia mayor de mi vida consistió en esto: en aquellos Ejercicios de 1965, percibí mi "yo" más íntimo y verdadero, la singularidad irrepetible que Dios me ha conferido al "llamarme por mi nombre". Me he dado cuenta que el discernimiento de ese "yo" más íntimo y verdadero constituye el sentido auténtico, más profundo y radical, de la "Elección" ignaciana. A ese "yo" más íntimo y verdadero, a esa singularidad conferida por Dios, llamo "Vocación Personal". Es más: la experiencia personal y la dirección espiritual me han enseñado que la transformación más profunda de la persona humana se realiza precisamente viviendo esa "Vocación Personal".
Se ha dicho de palabra y por escrito que los Ejercicios de San Ignacio, si no van orientados al discernimiento del "estado de vida", tienen que desembocar en unos "propósitos" que expresan en concreto la reforma y transformación que debe verificarse luego dentro de la situación vital de cada persona. A todos se nos enseñó e insistió que, si la transformación ha de ser efectiva, esos propósitos tienen que ser más bien pocos. muy concretos, posibles de cumplir, etc.
Pero, hablando con franqueza. ¿qué son estos así llamados "propósitos"? Son decisiones que tomo para hacer un esfuerzo resuelto y sostenido sobre ciertos puntos en que he visto, en mi oración y reflexión personal, que no ando bien o que requieren refuerzo. Pueden versar sobre mis relaciones con los demás, mi trabajo, la disciplina necesaria para la vida de oración o de estudio, etc… Ahora bien, para llegar a hacer estos propósitos, ¿hace falta toda la profunda dinámica de los Ejercicios ignacianos, con su exigente experiencia de oración (de cuatro a cinco horas diarias durante treinta días) y de discernimiento bajo un guía regular y competente: examen de cada hora de oración, coloquio con el director, que debe ayudar al ejercitante a entender su experiencia para luego aceptarla y encontrar gradualmente lo que Dios le quiere dar a entender por medio de dicha experiencia? Francamente, no hay proporción. Como diría cl poeta Horacio. "parturiunt montes. nascetur ridiculus mus": los montes están de parto, y lo que nace es un ratoncito. ¿No bastaría medio día o un día dc retiro, con su rato de oración, reflexión, quizá alguna consulta, para hacer estos "propósitos"?
Lo único que justificaría toda esta dinámica sería tomar en las manos la vida toda entera, para entregársela a Dios. Eso es precisamente la "conversión" en el profundo sentido bíblico de la palabra: "metanoia", cambio de dirección. Nada extraño que San Ignacio defina la naturaleza y objeto de sus Ejercicios como "todo modo de preparar y disponer el ánima para quitar de sí todas las afecciones desordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad de Dios en la disposición de su vida para la salud del ánima" (EE 1). En otras palabras, la meta de los Ejercicios es la "Elección", buscar y hallar la voluntad de Dios en el arreglo, orden u orientación de mi vida (=la disposición de mi vida) para la salvación.
Ahora bien, una manera como puedo entender "la voluntad de Dios en el arreglo, orden u orientación de mi vida para la salvación" es ciertamente el estado de vida a que Dios me llama. Pero no es la única, ni la más íntima y radical. Al nivel más profundo, "la voluntad de Dios en el arreglo, orden u orientación de mi vida para la salvación" es mi irrepetible singularidad, el "nombre" que Dios me ha puesto, esto es, mi "yo" más íntimo y verdadero, mi "Vocación Personal", como la llamo yo. El sentido auténtico de la "Elección" en la dinámica de los Ejercicios ignacianos es un caer en la cuenta, en una progresiva libertad interior del designio o plan personal que Dios ha trazado para mí, de manera que yo lo acepte de veras para vivirlo fiel y generosamente. Y ahora me pregunto: ¿cuál es -en su sentido más radical, más radical aún que mi "estado de vida"- el plan y designio que tiene Dios para mí si no esa singularidad que me ha conferido, mi "yo" más íntimo y verdadero, mi "Vocación Personal"?
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