¿Quién me dará, Señor, llegar a hablarte
en la dulce penumbra, sin testigo,
como el amigo fiel con el amigo
alegremente y sin temor departe?
Y sólo por Ti te amé, y llegué a amarte
olvidado de premio y de castigo;
y embebecido con estar contigo,
del todo me perdiera por hallarte.
¡Oh, con cuánta verdad veré ese día
la nada de las cosas, y cuán graves
aquellos lazos que me impiden verte!
¡Háblame ya, Señor, como Tú sabes,
y sufriré el dolor con alegría
y llegaré sin miedo hasta la muerte!
Juan de Contreras y López de Ayala
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