IV.- TRANSFORMACIÓN EN PROFUNDIDAD POR MEDIO DE LA VOCACIÓN PERSONAL
Aunque todo lo dicho hasta ahora sobre la "vocación personal" ha arrojado ya luz abundante sobre la profunda transformación vital que se opera al discernirla y realizarla con fidelidad, quisiera ahora destacar y desarrollar algunas de las importantes consecuencias que se siguen en la vida y tarea diarias.
1.- Toma de decisiones en la vida diaria
No es ningún secreto que el discernimiento es hoy la palabra de moda en la espiritualidad cristiana. El estado actual del mundo y de la Iglesia lo hacen necesario y urgente.
Cuando se habla de discernimiento para la toma de decisiones, que es, de paso, una de las aportaciones más originales que ha hecho San Ignacio por medio de sus Ejercicios a la tradición cristiana de discernimiento, se dice, y aún se escribe, que el proceso de discernimiento es demasiado complicado y requiere demasiado tiempo para aplicarlo a los detalles de la vida diaria. Lo mejor que podemos hacer, se añade, es usar un proceso prudencial para llegar a una decisión: un rápido sopesar los pros y los contras, y tomar el lado donde se inclina la balanza.
No estoy de acuerdo. Estoy convencido de que la "vocación personal", una vez discernida, llega a ser el criterio de discernimiento de toda decisión, aun en los detalles de la vida diaria. Mi “vocación personal” es para mí "voluntad de Dios" en el sentido más profundo de esta socorrida frase. Por tanto, cuando tengo que elegir entre dos extremos, es mi "vocación personal la que debe ayudarme a decidir, por medio del discernimiento, cual de ellos es la llamada de Dios, la vacación de Dios para mí. Examinando las dos alternativas por separado a la luz de la actitud de mi “vocación personal”, que he asumido en profundidad, puedo “experimentar” interiormente en cuestión de minutos cual “armoniza” con mi vocación personal y cual “desentona” con ella. Mi vocación personal constituye la consolación fundamental de mi vida; asumiéndola en profundidad me pongo inmediatamente en contacto con mi Jesús personal. La opción o alternativa que refuerce y ahonde mi consolación fundamental es la llamada del Señor en mi caso personal y único.
En la renovación de la ética y la teología moral, se habla mucho de una “ética existencial”. Toda opción que me sale al paso es una llamada a esa persona única que soy. Si las dos alternativas de la elección que hay que hacer son de hecho buenas, no estoy moralmente libre para escoger una cualquiera, eso sería moverse en el Antiguo Testamento, guiarse por el criterio moral de bueno o malo. Porque pertenezco al Nuevo Testamento, tengo una llamada al “amor mayor”: a la llamada que me hace, a mí en concreto, mi Jesús personal. Y el criterio para el discernimiento de esa llamada única y específica no es otro que mi “vocación personal”. Si después de hacer mi discernimiento por medio de mi vocación personal, sigo esa llamada, estoy viviendo una relación de amor profundamente personal con el Señor. Si por el contrario elijo descuidarla e ignorarla, no sólo quebranto una ley moral, algo así como quebrantar una norma del tráfico; estoy de hecho haciendo traición a un amor personal. La calidad y profundidad de transformación personal que esto supone salta a la vista: no hay necesidad de exponerlas.
A esta luz he comenzado a captar a un nuevo nivel dc profundidad lo que San Ignacio quiere decir con su característico "magis". su "más amar" y "mayor servicio, alabanza y gloria de su Divina Majestad". El “más” y “mayor” ignacianos no comportan un elemento o factor cuantitativo; se refieren a la “singularidad” o “especificidad” cualitativa de una respuesta personal. Dicho de otra forma, tiene referencia directa a lo que he llamado “vocación personal”. Asimismo he visto con nueva luz lo que tan acertadamente nos enseña Ignacio sobre la primacía de "la ley interna de la caridad y amor que el Espíritu Santo escribe e imprime en los corazones” (Const. 134). ¿No se trata de la ley del Nuevo Testamento que los profetas anunciaron establecería Dios en nuestros corazones (cf. Jer 31, 31-34: Ez 11, l7-20; 36, 24-28)? ¿Y qué es esa ley personalizada de “mayor amor” sino la realidad misma de la "vocación personal"? ¡Qué trascendental es todo esto para la tónica y cualidad de la vida y servicio cristianos!
2.- Hallar a Dios en todas las cosas
La vocación personal es la manera personalísima y única que cada uno tiene de ser “cristiano”, a saber, como hemos dicho antes, su manera propia y únic de darse y entregarse en toda experiencia humana. Lo cual equivale a decir que, cualquiera que sea la experiencia humana que estemos teniendo, podemos ponemos en contacto con el Señor de una manera enteramente personal y única en y por medio de esa misma experiencia humana. En otras palabras, podemos hallar a Dios en todas las cosas, o para usar la famosa frase de Jerónimo Nadal, se puede ser "simul in actione contemplativus" (contemplativo en la misma acción).
Otra forma de expresar esto mismo, que emerge desde lo hondo de la dinámica de los Ejercicios, es que hay que tener una progresiva libertad inerior, un corazón progresivamente libre para hallar a Dios en todas las cosas, amarle en todas y a todas en El conforme a su santísima voluntad. (Cf. la Contemplación para alcanzar amor como fruto del proceso de ahondar la libertad interior que se verifica a través de los Ejercicios: EE 233; cf. también Const. 288). Ahora bien, el Señor nos ha dotado a cada uno con un secreto personal para llegar a ser y permanecer "libres" cualquiera que sea la experiencia que atravesemos: la “vocación personal” que ha dado a cada uno.
Todo esto arroja nueva y abundante luz sobre lo que San Ignacio popularizó en sus Ejercicios bajo la forma de medios muy concretos y específicos para alcanzar “libertad interior” en el corazón mismo de la vida real, a saber, el examen de conciencia y el examen particular.
Bien entendido, el examen de conciencia no es un ejercicio de pura moralidad sino un ejercicio diario de discernimiento. Es un ejercicio típico del Nuevo Testamento por el que procuro ser auténtico cristiano en y por medio de mi experiencia real diaria. Porque solamente cuando haya aceptado conscientemente mi experiencia concreta y real, cualquiera que fuere, puedo adoptar una actitud cristiana respecto de a misma, esto es, entregarme y rendirme al Señor, o hacerme “libre” para Él, en y por medio de mi experiencia. Y siempre dispongo de mi propio secreto, único y personal para hacer precisamente esto, gracias a mi “vocación personal”. Nada extraño que a este ejercicio de discernimiento típicamente cristiano, se le haya empezado a llamar en inglés “Consciousness Examen”, que podría traducirse por “examen de consciencia”. La re-interpretación consiste en esto: es, en la oración, una reorientación del corazón que comienza con una acción de gracias, y que seguidamente se mueve hacia un centrarse en el Señor por medio de la propia experiencia real, conscientemente aceptada. Que existe una manera personalísima de hacer precisamente esto es la importancia especial que tiene la “vocación personal” para el discernimiento diario.
¿Y qué es el examen particular? Yo no entendí el sentido auténtico del "examen panicular" ni cómo podía ser literalmente "el pulso de la vida espiritual”, como los autores clásicos espirituales lo llamaban, hasta que recibí la gracia de mi propia vocación personal y experimenté su poder de transformación en la vida y trabajo diarios. El "examen particular" para cada persona es, según he podido apreciar, el examen peculiar, específico, característico de esa persona. Por lo mismo. no difiere en nada de su "vocación personal". Y así es como se convierte en cl criterio único dc discernimiento cristiano de esa persona en el remolino de la experiencia humana, la forma única y específica de esa persona para disponerse a salir al encuentro del Señor en toda situación humana, cualquiera que ella sea. En último análisis, es la forma personalísima que tiene cada uno para "hallar a Dios en todas las cosas". ¿Sería, por lo tanto, disparatado concluir que vivir el "examen particular" abarca toda la amplitud de la vida espiritual? Sólo si vivo el significado dado por Dios en mi vida diaria tengo vida: si no, estoy muerto. ¿No es esto lo que llamamos “pulso”?.
3.- Formación: básica y permanente
En materia de formación, educación o pedagogía, es hoy axiomático afirmar que lo que en último término forma o educa a una persona no es lo que le viene de fuera sino el desarrollo de sus propios recursos internos. La psicología moderna, especialmente la psicología educativa, lo ha puesto fuera de duda. La misma raíz etimológica de la palabra "educar" (del latín educere) sugiere este proceso de "sacar fuera" las riquezas y recursos que se ocultan dentro.
Pero cuales son esos más ricos recursos que residen dentro dc la persona si no es su irrepetiblemente único y más auténtico "yo"? Ayudar a descubrir o discernir esos recursos internos más íntimos es, pues, formar o educar en el más profundo sentido, radical y fundamentalmente. Todo lo demás que se aporte desde fuera será verdaderamente formativo solamente en cuanto tenga relación con ese "significado" personal y único de la vida. Si falta esta relación, se arroja junto al camino, para ser pisado y devorado por los pájaros del cielo" (cf. Lc 8, 5).
Esto demuestra ya el verdadero significado de lo que hoy acostumbramos llamar "formación permanente”. Esencialmente la formación permanente no consiste en un programa de "reciclaje", por válido que sea. Los recursos más íntimos de nuestro ser, el "significado" irrepetiblemente único de cada persona: esa es la fuente y el secreto de toda formación permanente; la "vocación personal" es la antena viva que está siempre captando de la atmósfera -toda la ancha gama de la experiencia humana- lo que tiene "significado" para su desarrollo y formación permanente. Toda "motivación" fluye de un "significado". Lo que en el ámbito de su experiencia no tenga relación con el "significado" en la vida, se deja de lado; solamente lo que la tiene se va arracimando en tomo a este significado personal para el desarrollo y crecimiento ulteriores. Quien, por lo tanto, viva su vocación personal está en constante formación permanente, en el más profundo sentido de la palabra.
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