Arde Lorenzo y goza en las parrillas;
el tirano en Lorenzo arde y padece,
viendo que su valor constante crece
cuanto crecen las llamas amarillas.
Las brasas multiplica en maravillas
y el sol entre carbones amanece
y en alimento a su verdugo ofrece
guisadas del martirio sus costillas.
A Cristo imita en darse en alimento
a su enemigo, esfuerzo soberano
y ardiente imitación del Sacramento.
Mírale el cielo eternizar lo humano,
y viendo victorioso el vencimiento
menos abrasa que arde el vil tirano.
Francisco de Quevedo y Villegas (Madrid, 1580 - 1645)
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