Jesús del Gran Poder, Señor, Dios mío...
Si en medio de la noche sevillana
aparece tu efigie soberana
entre gotas de llanto y de rocío...
Si de tu santa faz el sol sombrío
antes que el astro enciende la mañana
y de tu sangre la Divina grana
eterna corre como fluye el río...
Y vuelven a bajar las golondrinas
a quitar de tu frente las espinas
al mandato de Amor, eterno y fuerte.
Ríndese el mal y el odio. Y tu «Carrera»
al hombre enseña, al fin, de qué manera
puede ser Dios un condenado a muerte.
Manuel Machado (Sevilla, 1874-1947)
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