Escrito por Obispos de la
catacumba de Santa Domitila (*)
1.
Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestra población en lo que toca
a casa, comida, medios de locomoción, y a todo lo que de ahí se desprende. Mt
5, 3; 6, 33s; 8-20.
2.
Renunciamos para siempre a la apariencia y la realidad de la riqueza,
especialmente en el vestir (ricas vestimentas, colores llamativos) y en
símbolos de metales preciosos (esos signos deben ser, ciertamente, evangélicos).
Mc 6, 9; Mt 10, 9s; Hech 3, 6. Ni oro ni plata.
3. No
poseeremos bienes muebles ni inmuebles, ni tendremos cuentas en el banco, etc,
a nombre propio; y, si es necesario poseer algo, pondremos todo a nombre de la
diócesis, o de las obras sociales o caritativas. Mt 6, 19-21; Lc 12, 33s.
4. En
cuanto sea posible confiaremos la gestión financiera y material de nuestra
diócesis a una comisión de laicos competentes y conscientes de su papel
apostólico, para ser menos administradores y más pastores y apóstoles. Mt 10,
8; Hech 6, 1-7.
5.
Rechazamos que verbalmente o por escrito nos llamen con nombres y títulos que
expresen grandeza y poder (Eminencia, Excelencia, Monseñor...). Preferimos que
nos llamen con el nombre evangélico de Padre. Mt 20, 25-28; 23, 6-11; Jn 13,
12-15.
6. En
nuestro comportamiento y relaciones sociales evitaremos todo lo que pueda
parecer concesión de privilegios, primacía o incluso preferencia a los ricos y
a los poderosos (por ejemplo en banquetes ofrecidos o aceptados, en servicios
religiosos). Lc 13, 12-14; 1 Cor 9, 14-19.
7.
Igualmente evitaremos propiciar o adular la vanidad de quien quiera que sea, al
recompensar o solicitar ayudas, o por cualquier otra razón. Invitaremos a
nuestros fieles a que consideren sus dádivas como una participación normal en
el culto, en el apostolado y en la acción social. Mt 6, 2-4; Lc 15, 9-13; 2 Cor
12, 4.
8.
Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón,
medios, etc. al servicio apostólico y pastoral de las personas y de los grupos
trabajadores y económicamente débiles y subdesarrollados, sin que eso
perjudique a otras personas y grupos de la diócesis.
Apoyaremos
a los laicos, religiosos, diáconos o sacerdotes que el Señor llama a
evangelizar a los pobres y trabajadores, compartiendo su vida y el trabajo. Lc
4, 18s; Mc 6, 4; Mt 11, 4s; Hech 18, 3s; 20, 33-35; 1 Cor 4, 12 y 9, 1-27.
9.
Conscientes de las exigencias de la justicia y de la caridad, y de sus mutuas
relaciones, procuraremos transformar las obras de beneficencia en obras
sociales basadas en la caridad y en la justicia, que tengan en cuenta a todos y
a todas, como un humilde servicio a los organismos públicos competentes. Mt 25,
31-46; Lc 13, 12-14 y 33s.
10.
Haremos todo lo posible para que los responsables de nuestro gobierno y de
nuestros servicios públicos decidan y pongan en práctica las leyes, estructuras
e instituciones sociales que son necesarias para la justicia, la igualdad y el
desarrollo armónico y total de todo el hombre y de todos los hombres, y, así,
para el advenimiento de un orden social, nuevo, digno de hijos de hombres y de
hijos de Dios. Cfr. Hech 2, 44s; 4, 32-35; 5, 4; 2 Cor 8 y 9; 1 Tim 5, 16.
11.
Porque la colegialidad de los obispos encuentra su más plena realización
evangélica en el servicio en común a las mayorías en miseria física, cultural y
moral -dos tercios de la humanidad- nos comprometemos:
* a
compartir, según nuestras posibilidades, en los proyectos urgentes de los
episcopados de las naciones pobres;
* a
pedir juntos, al nivel de organismos internacionales, dando siempre testimonio
del evangelio, como lo hizo el papa Pablo VI en las Naciones Unidas, la
adopción de estructuras económicas y culturales que no fabriquen naciones
pobres en un mundo cada vez más rico, sino que permitan que las mayorías pobres
salgan de su miseria.
12.
Nos comprometemos a compartir nuestra vida, en caridad pastoral, con nuestros
hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos y laicos, para que nuestro
ministerio constituya un verdadero servicio. Así,
* nos
esforzaremos para "revisar nuestra vida" con ellos;
*
buscaremos colaboradores para poder ser más animadores según el Espíritu que
jefes según el mundo;
*
procuraremos hacernos lo más humanamente posible presentes, ser acogedores;
* nos
mostraremos abiertos a todos, sea cual fuere su religión. Mc 8, 34s; Hech 6,
1-7; 1 Tim 3, 8-10.
13.
Cuando regresemos a nuestras diócesis daremos a conocer estas resoluciones a
nuestros diocesanos, pidiéndoles que nos ayuden con su comprensión, su
colaboración y sus oraciones.
Que
Dios nos ayude a ser fieles
(*) Es un pacto firmado a raíz del Concilio Vaticano II, por
unos 40 Obispos reunidos en la catacumba de Santa Domitila, y de ahí su
nombre. ¿Dónde están hoy obispos como ellos?
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