13. QUE MI PAZ Y MI
ALEGRÍA ESTÉN EN TI
Quédate en paz. Guarda tu
alma serena hasta en medio de los disturbios actuales, de las sorpresas, de los
acontecimientos.
Recibe con tranquilidad mi
mensaje a través de esos enviados cuyas maneras son a veces algo toscas y
brutales.
Esfuérzate por descifrar
mis requiebros a través de esos grafitos garrapateados.
¿No es su contenido lo
esencial? Pues su contenido es siempre: “Hijo mío, Yo te quiero”.
Ten
confianza y quédate en paz por tu pasado tantas veces purificado. Cree en mi
misericordia.
Ten
confianza y quédate en paz por
el presente. ¿No caes en la cuenta de que yo estoy ahí, cerca de ti, en ti y
contigo? ¿De que yo te guío, de que yo te conduzco y de que, aun cuando en tu
vida actual hay momentos dramáticos entrecortados por tantas horas de sosiego,
yo nunca te abandono, yo siempre estoy ahí con mis intervenciones oportunas?
Ten
confianza y quédate en paz por el porvenir. Sí, el fin de tu vida será
dinámico, sereno y fecundo. Yo quiero servirme de ti aun cuando tú receles tu
inutilidad.
Yo pasaré por ti, como me
guste, de preferencia cuando tú no te des cuenta.
Saca la alegría de mí.
Aspírala para que te inunde más y puedas mejor suministrarla en torno a ti.
No olvides mi directriz
“SERENIDAD” . Sí, esa serenidad hecha de esperanza, de confianza en mí, de
entrega incondicional a mi Providencia
Participa en la alegría del
cielo y en la alegría de tu Señor. Nada te impide que comulgues con ella y que
la compartas con Él.
Olvídate y piensa de
preferencia en la alegría de los demás, tanto en la tierra como en el cielo.
No es necesario ser rico ni
gozar de buena salud para ser feliz. La alegría es un don de mi corazón que yo
otorgo a los que dilatan el suyo, viviendo para los demás – pues la alegría
egoísta no tiene duración. Sólo persiste la alegría del don. Es lo que
caracteriza la alegría de los Bienaventurados.
Complacer, tal sea el
meollo de tu alegría – sin que siquiera lo parezca – hasta en las cosas más
ordinarias.
Pídeme con frecuencia el
buen humor, el brío y ¿por qué no? La alegría franca y jovial.
Mírame mirarte y sonríe
intensamente.
Respecto a tu meditación,
aunque pasaras la hora mirándome, sin decir nada, y sonriéndome, tú no
perderías tu tiempo. Yo te quiero alegre a mi servicio: alegre cuando oras,
alegre cuando trabajas, alegre cuando recibes, alegre hasta cuando sufres.
Muéstrate alegre por mí; muéstrate alegre para complacerme; muéstrate alegre
por comunión con mi alegría.
Bien lo sabes tú: la
verdadera alegría soy yo. El verdadero Aleluya substancial en el seno del padre
soy yo, y nada deseo yo tanto como el haceros compartir algo de mi inmensa
alegría.
¿Por qué tantos hombres
están tristes cuando yo los he creado para la alegría? Los unos están agobiados
por las preocupaciones de la vida material Otros están dominados por el orgullo
mal reprimido, la ambición decepcionada y decepcionante, la envidia amarga y
amargante, la búsqueda inquieta de los bienes materiales que nunca lograrán
hartar su alma. Otros son víctimas de sus fiebres sensuales que impermeabilizan
su corazón al deleite de las cosas espirituales. Otros, por fin, no habiendo
podido comprender la pedagogía de amor que encierra todo sufrimiento, se
revelan contra él, rompiéndose la cabeza contra la pared en lugar de colocarla
sobre mi pecho, donde yo podría consolarles, reconfortarles y enseñarles a
valorar su cruz de tal manera que ésta les sostenga en lugar de aplastarles.
Pide que mi alegría se incremente en el
corazón de los hombres, empezando por el de los sacerdotes y religiosas. A
ellos les corresponde ser por excelencia los depositarios de a mi alegría y
convertirse en canales providenciales de la misma para cuantos se les acerquen.
¡Si supiesen el mal que hacen y que se hacen
por no abrirse ampliamente al cántico interior de mi alegría divina y por no
armonizarse con el ritmo de esta misma alegría en ellos!
Nunca se les repetirá bastante que nada de
lo que les torna amargos y tristes viene de mí, y que toda alegría, incluso la
alegría en la fe y la alegría por la cruz, es el camino real para llegar hasta
mí y para permitirme crecer en ellos.
La alegría, para subsistir y desarrollarse,
necesita ser rejuvenecida sin cesar por el contacto íntimo con la contemplación
viva, por la práctica generosa y frecuente de pequeños sacrificios, por la
aceptación amorosa de las humillaciones providenciales.
El Padre es Alegría. Tú Señor es alegría.
Nuestro Espíritu es Alegría. Introducirse en nuestra vida es entrar en nuestra
Alegría.
Ofréceme todas las alegrías de la tierra,
alegrías físicas del juego o del deporte, alegría intelectual del investigador
que descubre, alegrías del espíritu, alegrías del corazón, alegrías del alma
sobre todo.
Adora la Alegría Infinita que yo soy para
vosotros en la Hostia del Sagrario.
Aliméntate de mí y cuando tengas el corazón
totalmente henchidos de mi alegría, emite rayos y ondas de alegría en favor de
todos los que están tristes, desamparados, melancólicos, cansados, agotados,
agobiados. Así ayudarás a muchos de tus hermanos.
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