domingo, 23 de septiembre de 2012

Cuando el Señor habla al corazón (11)

 
11. DAME TU CONFIANZA
Permíteme que te guíe. Tú siempre tendrás las luces y la ayuda necesaria, y eso tanto más cuanto más intensa hagas tu fusión de voluntad conmigo. No temas. A su debido tiempo te inspiraré las soluciones de mi corazón y te otorgaré los medios,  incluso los temporales, para su realización. ¿no te parece que vale la pena que trabajemos juntos?
Aún te queda mucho que hacer por mí, más yo seré tu inspiración, tu apoyo, tu luz y tu alegría. No tengas más que un solo deseo: que yo pueda servirme de ti como me plazca sin tener que rendirte cuenta, ni darte explicaciones del por qué. Eso, es el secreto del Padre y de nuestro plan de amor. No te preocupes ni por las contradicciones, las incomprensiones, las calumnias, ni por las obscuridades, las neblinas, las incertidumbres; todo eso llega y pasa, más todo eso sirve también para fortalecer tu fe y para brindarte la ocasión de hacer fecunda mi redención para provecho de tu innumerable posteridad.
Yo quiero que tu vida sea un testimonio de confianza. Yo soy el que nunca decepciones y el que siempre da más de lo que promete.
Ahí esto yo y nunca te abandono, en primer lugar porque yo soy el amor, ¡si supieses lo mucho que te quiero.!, y después, porque me sirvo de ti mucho más de lo que piensas. Porque te sientes débil, tú eres fuerte con mi fuerza, poderoso con mi poder.
No cuentes contigo, cuenta CONMIGO.
No cuentes con tu oración. Cuenta con mi oración, la única provechosa. Únete a ella.
No cuentes con tu acción ni con tu influencia. Cuenta con mi acción y con mi influencia. No tengas miedo. Dame tu confianza.
Preocúpate con mis preocupaciones.
Cuando te sientas débil, pobre, cuando estás en la noche, agonizante, sobre la cruz…ofrece mi ofrenda esencial, incesante, universal.
Une tu oración a mi oración. Ora con mi oración. Une tu trabajo a mis trabajados, tus alegrías a mi alegría, tus penas, tus lágrimas, tus sufrimientos a los míos. Une tu muerte a mi muerte.
¡Cuántas cosas son para ti “misterio” en la actualidad! Las mismas serán luz y motivo de acción de gracias en la Gloria. Pero es en ese claroscuro de la fe donde se hacen las opciones en mi favor y donde se adquieren los méritos cuya eterna recompensa yo mismo lo seré.
Desea que todos me amen. Tus actos de deseo valen por todos los apostolados.
Los años que aún tienes que vivir sobre la tierra no serán los menos fecundos. Serán algo así como el otoño, la estación de las frutas y de los bellos tintes de las hojas que están por caer; serán algo así como las puestas del sol momentos antes de hundirse en el horizonte. Tú,  por tu parte, irás hundiéndote cada día más en mí, encontrarás tu puesto eterno en el océano de mi amor e insertarás en mi vida de gloria tu alma bañada en mi luz.
Hazte cada vez más disponible. Ten confianza. Es verdad que te he conducido por caminos aparentemente desconcertantes, pero nunca te he abandonado y me he servido de ti a mi manera para realizar el designio de amor grande y bello tramado por nosotros desde toda la eternidad.
Ten por seguro que yo soy la mansedumbre misma y la bondad, lo que no me impide ser también justo, porque veo las cosas en profundidad, en su dimensión exacta, y puedo ponderar mejor que nadie hasta qué punto son meritorios vuestros esfuerzos por pequeños que sean. Por la misma razón yo soy igualmente mando y humilde de corazón, lleno de ternura y de misericordia.
¡Ah! Que no me tengas miedo. Predica la confianza, el optimismo, y cosecharás en las almas nuevos arranques de generosidad. El temor excesivo entristece y coarta. La alegría confiada entusiasma y dilata.
Pide con fe, con fuerza, y hasta con una confianza porfiada. Si no eres escuchado al instante tal y como te lo imaginabas, lo serás un día no lejano tal y como lo hubieses deseado tú mismo si vieses las cosas tal como las veo Yo.
Pide para ti mismo; pide también por los demás. Haz pasar en la intensidad de tus llamadas la inmensidad de las miserias humanas. Tómalas contigo y represéntalas ante mí.
Pide por la iglesia, por las misiones, por las vocaciones.
Pide por los que todo lo tienen y por los que no tienen nada; por los que todo lo son y por lo que no son nada; por los que lo hacen todo ( o creen hacerlo todo) y por los que no hacen nada ( o creer no hacer nada).
Pide por los que se sienten orgullosos de su fuerza, de su juventud, de sus talentos, y por los que se sienten disminuidos, limitados, agotados.
Pide por los que gozan de buena salud y que ni se dan cuenta siquiera del privilegio de tener un cuerpo y un espíritu en perfecto estado de marcha; y por los tullidos, los decrépitos, los pobres viejos hipersensibilizados a sus achaques.
Pide especialmente por todos los que mueren o que van a morir.
Después de cada tempestad vuelve el silencio. ¿No soy yo el que sosiega las olas desencadenadas cuando me lo piden? Así que confianza siempre y por encima de todo. Cuando vosotros sufrís, pensad que sufro yo con vosotros, sintiendo en mí mismo lo que vosotros sentís. En tales circunstancias yo siempre os envío mi Espíritu. Si vosotros le reserváis una buena acogida, él os ayuda a infundir mucho amor en esa prueba y así proporcionáis a esa cruz su máximo de eficacia redentora. Una vez más, confianza: yo estoy en ti, tejiendo los hilos de tu vida eterna, entretejiéndolos según los designios del Padre con todos los de tus hermanos actualmente sobre la tierra. La tapicería no será manifiesta en toda su hermosura más que cuando se le dé vuelta y sea desplegada en el cielo.
La confianza es la forma de amor que más me honra y me conmueve.
Nada me apena tanto como el sentir cierto tufo de desconfianza en un corazón que pretende amarme.
No examines, pues, tan meticulosamente tu conciencia. Eso la podría desollar. Pide humildemente a mi Espíritu que te ilumine y te ayude a expulsar todos esos miasmas que te envenenan. ¿No tienes la seguridad de que Yo te amo? ¿y eso no debería bastarte
Te quiero alegre a mi servicio. La alegría de los servidores enaltece al Señor, y la alegría de los amigos enaltece al Gran Amigo.
Sin cesar tengo yo bondades para contigo. Tú no lo notas sino de vez en cuando, pero mi amor por ti es constante y tú te quedarías maravillado si pudieses ver todo lo que por ti hago… Hasta cuando sobreviene un sufrimiento, tú nada tienes que temer. Yo estoy siempre contigo, y mi gracia te sostiene para que saques provecho de él en favor de tus hermanos. Además, tienes a tu disposición el sinnúmero de bendiciones que te imparto a lo largo del día, las defensas con las que te resguardo, las ideas que hago germinar en tu espíritu, los sentimientos de bondad que te inspiro, la simpatía y la confianza que derramo a tu alrededor, y otras muchas cosas más que tú ni siquiera sospechas.
Bajo la acción de mi Espíritu, acrecienta simultáneamente tu confianza en mi poder misericordioso y el deseo de pedirle ayuda para ti y para la iglesia.
Si no consigues más es porque no me recuerdas suficientemente tu confianza en mi misericordia y en mmi ternura para contigo. La confianza que no se manifiesta se debilita y se esfuma.
Razón tienes de reaccionar contra el pesimismo de las conversaciones. Ahí tenéis la historia: ella os prueba hasta qué punto yo soy capaz de hacer brotar el bien del mal. No hay que juzgar según las apariencias. Mi Espíritu obra de manera invisible en el centro de los corazones. Es frecuente que mi obra se realice y mi Reino interior se propague en medio de grandes pruebas, de verdaderas catástrofes. Sí, nada marcha tan bien como cuando la cosa anda mal, porque nada sucede que yo no pueda soportar con vosotros y hacerlo provechoso para vosotros.
Entrégate a mí con confianza. Ni siquiera intentes saber adónde te llevo. Únete más estrechamente conmigo y ¡adelante!, sin vacilar, a ciegas, entregado totalmente a mí.
Ponte con confianza de parte de mi Vicario, el Sucesor de Pedro. Yo nunca te reprocharé el que hayas intentado vivir y pensar en simbiosis con él, porque detrás de él estoy yo y soy yo el que enseña lo que la humanidad puede asimilar en la actualidad.
Nada es tan peligroso como el apartarse, aunque no sea más que interiormente, de la jerarquía. Los que así obran se privan de la “gratia cápitis”; poco a poco se opera el ofuscamiento del espíritu, el endurecimiento del corazón: presunción, soberbia, y muy pronto… catástrofe.
Deposita cada día más tu confianza en mí. Tu luz, lo soy yo; tu fuerza, lo soy yo; tu poder, lo soy yo. Sin mí no serías más que tinieblas, flaqueza y esterilidad. Conmigo no hay ni una sola dificultad de la que no puedas salir victorioso, pero no te vayas por eso a engreír o vanagloriar. Te arrogarías indebidamente lo que no te pertenece. Obra más a menudo bajo mi dependencia.
Ten confianza en Mí: Si a veces yo requiero tus sufrimientos para compensar tantas y tantas ambigüedades y resistencias humanas, no olvides sin embargo que nunca serás probado por encima de tus fuerzas sostenidas por mi gracia. “Mi yugo es suave y mi carga ligera”. Si yo te asocio a mi redención es por amor por ti y por el mundo. Mas ante todo yo soy ternura, delicadeza, bondad.
Yo te facilitaré siempre los elementos materiales (salud, recursos, colaboraciones, etc.) y espirituales (don de la palabra, del pensamiento y de la pluma) que necesites para realizar la misión que te confío. Todo eso, día tras día, bajo mi dependencia, pues soy el único que puede fecundar tu actividad y tus sufrimientos.
Conduce a los que te confío por los caminos del amor más sencillo y más abandonado a mi ternura divina. Si las almas pusieran más su confianza en mí y me tratasen con cariño, respetuoso, por de pronto, pero profundo ¡ya se sentirían más asistidas al mismo tiempo que más amadas! Yo estoy en lo íntimo de cada una, pero ¡qué pocas se preocupan con mi presencia, con mis deseos, con mis presentes! Yo soy el que da y el que quiere dar siempre, pero es necesario que me deseen y que cuenten conmigo.
Yo he sido siempre tu guía y, misteriosamente, mi mano te ha sostenido y te ha impedido tropezar sin que, las más de las veces, tú te des cuenta. Dame, pues, tu confianza total, con gran humildad y con la conciencia lúcida de tu debilidad, pero asimismo con fe plena en mi poder.
Comulga con frecuencia en mi eterna juventud de la que tú mismo quedarás sorprendido cuando me veas en el paraíso. Y no sólo yo soy eternamente joven sino que rejuvenezco todos los elementos de mi cuerpo Místico. No sólo yo soy la alegría sino que regocijo con un gozo inefable a todas mis células vivas. Quédate siempre joven de alma y, suceda lo que suceda, recalca: “Jesús me ama y está siempre conmigo”.

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