viernes, 5 de agosto de 2011

¡Oh peregrino bien del alma mía!



¡Oh peregrino bien del alma mía
que solo, sin resabios ni recelos
puedes matar mi sed, quitar mis duelos
y convertir mi llanto en alegría!

Pues eres tú mi luz, mi guarda y guía
que tengo yo en la tierra y en los cielos,
no quiero medios, no quiero consuelos,
fuera de ti, de todo me desvía.

En soledad, de todo enajenada,
desnuda de mi ser y de mi vida,
para ser como fénix renovada,

en tu amorosa llama y encendida
me arrojo, que si fuere allí quemada,
seré cual salamandria renacida.

Ana de la Trinidad (1577-1613)




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