Haz que tenga piedad de Ti, Dios mío.
Huérfano de mi amor, callas y esperas.
En cuántas y andrajosas primaveras
me viste arder buscando un atavío.
Vuelve donde a las rosas el rocío
conduce al festival de sus vidrieras.
Llaga que en tu costado reverberas,
no tiene en mí ni un leve calosfrío.
Del bosque entero harás carpintería
que yo estaré impasible a tus labores
encerrado en mi cruenta alfarería.
El grano busca en otro sembradío.
Yo no tengo qué darte, ni unas flores.
Haz que tenga piedad de Ti, Dios mío.
Carlos Pellicer
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