sábado, 6 de agosto de 2011

De las condiciones del pájaro solitario (cinco sonetos)


"Las condiciones del pájaro solitario son Cinco: la primera, que se va a lo más alto; la segunda, que no sufre compañía, aunque sea de su naturaleza; la tercera, que pone el pico al aire; la cuarta, que no tiene determinado color; la quinta, que canta suavemente. Las cuales ha de tener el alma contemplativa: que ha de subir sobre las cosas transitorias no haciendo más caso de ellas que si no fuesen, y ha de ser tan amiga de la soledad y el silencio, que no sufra compañía de otra criatura; ha de poner el pico al aire del Espíritu Santo, correspondiendo a sus inspiraciones, para que, haciéndolo así, se haga más digna de su compañía; no ha de tener determinado color, no teniendo determinación en ninguna cosa, sino en lo que es voluntad de Dios; ha de cantar suavemente en la contemplación y amor de su Esposo".

«Dichos de luz y amor»    San Juan de la Cruz

               I
«...La primera, que se va a lo más alto».

Si fuera yo, si fuera yo, si fuera
un pájaro de llama enamorado,
un pájaro de luz tan incendiado
que en el silencio de tu noche ardiera;

si pudiera subirme, si pudiera
muy más allá de todo lo creado
y en la última rama de mi Amado
pusiera el corazón y el alma entera;

si aún más alto, más alto, y más volara,
allí donde no hay aire ya, ni vuelo,
allí donde tu mano es agua clara

y no es preciso mendigar consuelo,
allí -¡qué soledad!- yo me dejara
dulcemente morir de tanto cielo.


               II
«...la segunda, que no sufre compañía,
aunque sea de su naturaleza».

¿Y qué has hecho de mí, pues a desierto
me sabe todo amor cuando te has ido?
Tú lo sabes muy bien; yo siempre he sido
un mendigo de amor en cada puerto.

Tendí mi mano en el camino incierto
de la belleza humana: cualquier nido
podía ser mi casa; y he pedido
tantos besos, que tengo el labio muerto.

Y ahora todo es sal. Me sabe a tierra
el pobre corazón. Estoy vacío.
El calor de un abrazo es calor frío.

Pues tu amor me redime y me destierra
y sé que mientras Tú no seas mío
hasta la paz va a parecerme guerra.


               III
«...la tercera, que tiene el pico al aire».

Al aire de tu vuelo está mi vida.
Perdido en el silencio más delgado,
despojado de mí, deshabitado,
abierto estoy como se abre una herida.

Abierto a Ti, mi corazón se olvida
de respirar, y, estando tan callado,
escucha los latidos del Amado,
la voz de amor que a más amor convida.

El pico al aire, el viento de tu viento
respirará gozoso en la arboleda,
porque tu voz es todo mi alimento.

Y, mientras a tus pies mi canto queda,
en el silencio dormiré contento.
Lejos el mundo rueda, rueda y rueda


               IV
«...la cuarta, que no tiene determinado color».

Al acercarme al agua de tu río
lo que yo fui se fue desvaneciendo,
lo mucho que soñé se fue perdiendo
y de cuanto yo soy ya nada es mío.

Tan sólo en Ti y en tu hermosura fío,
soy lo que eres, acabaré siendo
rastro de Ti, y triunfaré perdiendo
en combate de amor mi desafío.

Ya de hoy no más me saciaré con nada;
sólo Tú satisfaces con tu todo.
Un espejo seré de tu mirada,

esposados los dos, codo con codo.
Y, cuando pongas fin a mi jornada,
yo seré Tú, viviendo de otro modo.


               V
«...la quinta, que canta suavemente».

Yo que hablé tanto, tanto, tanto y tanto,
que siempre fui un charlatán del viento,
un mayorista de palabras, siento
que no me queda voz para tu canto.

Y hoy que, temblando, mi canción levanto,
se quiebra en mi garganta el sentimiento
y ya más que canción es un lamento,
y ya más que lamento es sólo un llanto.

Adelgázame, Amor, mi voz ahora,
déjala ser silencio, llama pura;
río de monte, soledad sonora,

álamo respirando en la espesura.
Déjame ser un pájaro que llora
por no saber cantar tanta hermosura.

José Luis Martín Descalzo (Madridejos. Toledo, 1930-1994)



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