miércoles, 16 de mayo de 2012

La injusticia hecha Ley


Por Teófilo Amores Mendoza


Os aseguro que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt. 5, 20)


Creo que nadie, a estas alturas y con la que está cayendo, va a negarle al legítimo gobierno de España la necesidad de adoptar medidas de todo tipo que reconduzcan la muy difícil situación en que se encuentra nuestra economía: los parados aumentan (por decenas de miles), las empresas cierran (por miles), los ricos engrosan, de un modo indecente (por millones), cada día más sus ya vergonzantes y atiborradas cuentas, los comedores asistidos por instituciones benéficas cristianas proporcionan ración alimenticia cada día a un mayor número de personas, los teléfonos de la esperanza atienden cada día más llamadas de hermanos al borde de la desesperación y a los despachos parroquiales acuden, en demanda de ayuda, cada día un mayor número de padres y madres de familias que hasta hace bien poco formaban parte de una clase media razonablemente acomodada.
Sí, creo que es necesaria la adopción de medidas serias, contundentes, que ayuden a nuestra sociedad a salir del profundo pozo en que ha caído.
Pero lo que no solo no creo, sino que me parece de una injusticia total es que el mayor sacrificio se esté exigiendo a los más desfavorecidos de nuestra sociedad, mientras que algunas personas y entidades, a la vista de todos y con un desparpajo asombroso, no solo se enriquecen a costa de la situación de crisis, sino que, de pronto, se han visto favorecidas con la bono-loto de algunas de las reformas que está haciendo el Gobierno.
Evidentemente que soy partidario de acometer medidas drásticas de ahorro, pero estas deberían haber comenzado de un modo decidido y contundente por reducir el monstruo de diez cabezas que son las administraciones públicas de España: televisiones públicas enormemente deficitarias, ayuntamientos a mansalva con alcaldes y concejales liberados con emolumentos propios de Hollywood, un Congreso con un número inusitado de diputados que no resultan al país más útiles que los cómodos asientos que ocupan solo de vez en cuando, un Senado inútil, propio de otras épocas, empresas públicas sin cuento que no son más que cebaderos de amiguetes, “embajadas” municipales, provinciales y autonómicas en otros países que no sirven sino para preparar los viajes de placer de un puñado de políticos que se creen el centro del mundo…
 También creo que debe ahorrarse en otros ámbitos fuera de la propia administración. Así, deberían suprimirse, de manera fulminante, las subvenciones millonarias a organizaciones empresariales y sindicales que deberían mantenerse de las cuotas de sus afiliados, imposibilitar que grandes corporaciones privadas (y muy especialmente los bancos) sean rescatadas con un dinero público que debería emplearse para ayudar a los más necesitados.
No puedo compartir esas medidas injustas, inmorales y contrarias al evangelio que van a dejar sin asistencia sanitaria a unos pobres inmigrantes sin recursos, como tampoco la carta blanca dada a las empresas para que puedan tratar a los trabajadores casi como esclavos, al haberlos desprotegido sustrayéndoles los medios con que defenderse frente a las arbitrariedades de algunos patronos.
Llamo desde aquí, con la poca voz que me da este blog, pero con toda la legitimidad que me otorgan mis convicciones, para que se modifiquen unas normas, no dudo que inicialmente bienintencionadas, pero que necesitan ser cambiadas para que no se pueda decir que en España impera la injusticia.

4 comentarios:

Valdomicer dijo...

Como lea esto el obispo, te excomulga.
Ándate con cuidado.

José Ignacio Urquijo Valdivielso dijo...

¡¡Así se habla Teo!! Estoy contigo.

Nando ofs dijo...

Estoy de acuerdo con toda la reflexión. No entiendo muy bien si Valdomicer bromea o lo dice en serio. Ambas opciones me parecen desacertadas.
Pero lo que de verdad me preocupa a mí, es como trasladar el eje de denuncia de Teo a la vida diaria. Como, como hacer vida, siendo consecuente, en un grave momento de injusticia. Y por otro lado, ¿seremos capaces de ser justos, para que no se derrumbe nuestro primer mundo, no habiendo hecho -al menos- lo mismo por el tercer mundo?
No funcionara. Falta vida entre tanto corazón de piedra.
El flujo vendrá de fuera. Y desde allí, nos salvarán (de nosotros mismos).

paz dijo...

No sé si lo leerá tu obispo pero en todo caso habrá que recordarle que Jesús cogió un látigo a las puertas del Templo, y tu has cogido las techas del ordenador y los medios de difusión de nuestro tiempo para denunciar. Ya sabemos que puede haber consecuencias, sobre todo tú que eres diácono. Espero que no. No sé como es el obispo de Cáceres.

Un abrazo, Mari Paz