Por Teófilo Amores
Mendoza
“Os
aseguro que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos,
no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt. 5, 20)
Creo
que nadie, a estas alturas y con la que está cayendo, va a negarle al legítimo
gobierno de España la necesidad de adoptar medidas de todo tipo que reconduzcan
la muy difícil situación en que se encuentra nuestra economía: los parados
aumentan (por decenas de miles), las empresas cierran (por miles), los ricos
engrosan, de un modo indecente (por millones), cada día más sus ya vergonzantes
y atiborradas cuentas, los comedores asistidos por instituciones benéficas
cristianas proporcionan ración alimenticia cada día a un mayor número de
personas, los teléfonos de la esperanza atienden cada día más llamadas de
hermanos al borde de la desesperación y a los despachos parroquiales acuden, en
demanda de ayuda, cada día un mayor número de padres y madres de familias que
hasta hace bien poco formaban parte de una clase media razonablemente
acomodada.
Sí,
creo que es necesaria la adopción de medidas serias, contundentes, que ayuden a
nuestra sociedad a salir del profundo pozo en que ha caído.
Pero
lo que no solo no creo, sino que me parece de una injusticia total es que el
mayor sacrificio se esté exigiendo a los más desfavorecidos de nuestra
sociedad, mientras que algunas personas y entidades, a la vista de todos y con
un desparpajo asombroso, no solo se enriquecen a costa de la situación de
crisis, sino que, de pronto, se han visto favorecidas con la bono-loto de
algunas de las reformas que está haciendo el Gobierno.
Evidentemente
que soy partidario de acometer medidas drásticas de ahorro, pero estas
deberían haber comenzado de un modo decidido y contundente por reducir el monstruo
de diez cabezas que son las administraciones públicas de España: televisiones
públicas enormemente deficitarias, ayuntamientos a mansalva con alcaldes y
concejales liberados con emolumentos propios de Hollywood, un Congreso con un
número inusitado de diputados que no resultan al país más útiles que los
cómodos asientos que ocupan solo de vez en cuando, un Senado inútil, propio de
otras épocas, empresas públicas sin cuento que no son más que cebaderos de
amiguetes, “embajadas” municipales, provinciales y autonómicas en otros países
que no sirven sino para preparar los viajes de placer de un puñado de políticos
que se creen el centro del mundo…
También creo que debe ahorrarse en otros
ámbitos fuera de la propia administración. Así, deberían suprimirse, de manera
fulminante, las subvenciones millonarias a organizaciones empresariales y
sindicales que deberían mantenerse de las cuotas de sus afiliados, imposibilitar
que grandes corporaciones privadas (y muy especialmente los bancos) sean
rescatadas con un dinero público que debería emplearse para ayudar a los más
necesitados.
No puedo compartir esas medidas injustas, inmorales y contrarias al evangelio
que van a dejar sin asistencia sanitaria a unos pobres inmigrantes sin
recursos, como tampoco la carta blanca dada a las empresas para que puedan
tratar a los trabajadores casi como esclavos, al haberlos desprotegido sustrayéndoles
los medios con que defenderse frente a las arbitrariedades de algunos patronos.
Llamo desde aquí, con la poca voz que me da este blog, pero con toda la
legitimidad que me otorgan mis convicciones, para que se modifiquen unas
normas, no dudo que inicialmente bienintencionadas, pero que necesitan ser
cambiadas para que no se pueda decir que en España impera la injusticia.
4 comentarios:
Como lea esto el obispo, te excomulga.
Ándate con cuidado.
¡¡Así se habla Teo!! Estoy contigo.
Estoy de acuerdo con toda la reflexión. No entiendo muy bien si Valdomicer bromea o lo dice en serio. Ambas opciones me parecen desacertadas.
Pero lo que de verdad me preocupa a mí, es como trasladar el eje de denuncia de Teo a la vida diaria. Como, como hacer vida, siendo consecuente, en un grave momento de injusticia. Y por otro lado, ¿seremos capaces de ser justos, para que no se derrumbe nuestro primer mundo, no habiendo hecho -al menos- lo mismo por el tercer mundo?
No funcionara. Falta vida entre tanto corazón de piedra.
El flujo vendrá de fuera. Y desde allí, nos salvarán (de nosotros mismos).
No sé si lo leerá tu obispo pero en todo caso habrá que recordarle que Jesús cogió un látigo a las puertas del Templo, y tu has cogido las techas del ordenador y los medios de difusión de nuestro tiempo para denunciar. Ya sabemos que puede haber consecuencias, sobre todo tú que eres diácono. Espero que no. No sé como es el obispo de Cáceres.
Un abrazo, Mari Paz
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