(Reflexión a Jn. 20, 19-23)
Poco a poco, vamos aprendiendo a vivir sin
interioridad. Ya no necesitamos estar en contacto con lo mejor que hay dentro
de nosotros. Nos basta con vivir entretenidos. Nos contentamos con funcionar
sin alma y alimentarnos solo de pan. No queremos exponernos a buscar la verdad.
Ven Espíritu Santo y libéranos del vacío interior.
Ya sabemos vivir sin raíces y sin metas. Nos
basta con dejarnos programar desde fuera. Nos movemos y agitamos sin cesar,
pero no sabemos qué queremos ni hacia dónde vamos. Estamos cada vez mejor
informados, pero nos sentimos más perdidos que nunca. Ven Espíritu Santo y
libéranos de la desorientación.
Apenas nos interesan ya las grandes
cuestiones de la existencia. No nos preocupa quedarnos sin luz para enfrentarnos
a la vida. Nos hemos hecho más escépticos pero también más frágiles e
inseguros. Queremos ser inteligentes y lúcidos. ¿Por qué no encontramos sosiego
y paz? ¿Por qué nos visita tanto la tristeza? Ven Espíritu Santo y libéranos de
la oscuridad interior.
Queremos vivir más, vivir mejor, vivir más
tiempo, pero ¿vivir qué? Queremos sentirnos bien, sentirnos mejor, pero ¿sentir
qué? Buscamos disfrutar intensamente de la vida, sacarle el máximo jugo, pero
no nos contentamos solo con pasarlo bien. Hacemos lo que nos apetece. Apenas
hay prohibiciones ni terrenos vedados. ¿Por qué queremos algo diferente? Ven
Espíritu Santo y enséñanos a vivir.
Queremos ser libres e independientes, y nos
encontramos cada vez más solos. Necesitamos vivir y nos encerramos en nuestro
pequeño mundo, a veces tan aburrido. Necesitamos sentirnos queridos y no
sabemos crear contactos vivos y amistosos. Al sexo le llamamos "amor"
y al placer "felicidad", pero ¿quién saciará nuestra sed? Ven
Espíritu Santo y enséñanos a amar.
En nuestra vida ya no hay sitio para Dios.
Su presencia ha quedado reprimida o atrofiada dentro de nosotros. Llenos de
ruidos por dentro, ya no podemos escuchar su voz. Volcados en mil deseos y
sensaciones, no acertamos a percibir su cercanía. Sabemos hablar con todos
menos con él. Hemos aprendido a vivir de espaldas al Misterio. Ven Espíritu
Santo y enséñanos a creer.
Creyentes y no creyentes, poco creyentes y
malos creyentes, así peregrinamos todos muchas veces por la vida. En la fiesta
cristiana del Espíritu Santo a todos nos dice Jesús lo que un día dijo a sus
discípulos exhalando sobre ellos su aliento: "Recibid el Espíritu
Santo". Ese Espíritu que sostiene nuestras pobres vidas y alienta
nuestra débil fe puede penetrar en nosotros por caminos que solo él conoce.
José Antonio Pagola
1 comentario:
Bella Oración sencillamente espejo de muchos corazones de jóvenes de hoy en dia. AMEN
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