Por José Arregui
El
título resultará extraño para los lectores no familiarizados –la inmensa
mayoría– con el argot eclesiástico. El término "pastoral" se refiere
en general a composiciones literarias, pictóricas o musicales que evocan la
vida campestre y pastoril, cuando las ovejas seguían al pastor.
"Pastoral"
designa también la actividad evangelizadora de la Iglesia, desarrollada sobre
todo por el clero. El obispo se llama "Pastor", y sucede a menudo que
aspira a que todos los cristianos católicos sean ovejas sumisas y formen un
solo rebaño bajo un solo pastor en un único redil. Lo que pasa es que esas
ovejas escasean, gracias al Espíritu de Jesús y su evangelio liberador, gracias
a Dios. Y los pastores pintan poco cuando no quedan ovejas. Pero los obispos
siguen empeñados en pastorear a la grey confiada, y buscan ovejas como sea.
Esa
es la impresión que me queda tras haber oído hace unos días a Mons. José
Ignacio Munilla presentar el Congreso Nacional de Pastoral Juvenil que tendrá
lugar en Valencia del 1 al 4 de noviembre. No estuvo amable ni tranquilo el
pastor, en contraste con los bellos versículos del Salmo 23: "El Señor es
mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia
fuentes tranquilas y repara mis fuerzas".
Pues
no. El obispo de San Sebastián, responsable del Departamento de Juventud en la
Conferencia Episcopal Española, se dedicó a hacer sonar alarmas y a gritar al
lobo. Se mostró alarmado de que el 50% de los jóvenes no crea en Dios, y los
pintó con tonos más que sombríos. "Los jóvenes españoles están heridos
intelectual y afectivamente", dijo. Y habló de "fracaso
familiar", "fracaso afectivo" y "fracaso escolar". ¿La
causa de tanto fracaso? "El relativismo intelectual". ¿Y el remedio?
Volver al redil. Pues no volverán.
Nada
dijo el obispo del paro, que impide a la mitad de los jóvenes ser algo en esta
sociedad, creer en sí mismos, tener una casa, crear una familia. Al parecer,
los obispos no lo consideran un fracaso y una herida tan graves. El problema es
el "relativismo", mantra episcopal repetido hasta la saciedad como
explicación de todos los males.
Tampoco
hizo el obispo ninguna autocrítica, faltaría más. La institución eclesial, por
lo visto, no tiene nada que ver con esos supuestos "fracasos" ni es
responsable de que solo el 7% de los jóvenes vaya a misa y de que solo (¿solo?)
el 50% siga creyendo en Dios. Una institución eclesial encerrada en dogmas del
pasado, que se organiza y funciona según estructuras propias de la cultura
agraria y pastoril, que imagina a Dios con cetro y cayado, y que solo sale a
manifestarse en la calle para defender la asignatura confesional de religión,
la familia patriarcal y sus privilegios fiscales.
Creo
sinceramente que los "pastores" se equivocan de diagnóstico y de
remedio, de juventud y "pastoral". Creo que se equivocan de mundo y
de Iglesia, de Jesús y de Evangelio. Los obispos debieran preguntarse
seriamente por qué, entre 16 instituciones sociales, la Iglesia católica es la
peor valorada de todas por parte de los jóvenes, y por qué la religión figura
en el último lugar de su escala de valores, después de la familia, la salud, el
tiempo libre, el trabajo y... la política. Debieran hacer un profundo
"examen de conciencia", como ha reclamado Mons. Ricardo Blázquez en
el Sínodo de obispos que tiene lugar durante este mes en Roma.
Debieran
creer un poco más en los jóvenes de hoy, y aprender de su increencia a creer
mejor: una nueva imagen de Dios, una figura de Jesús más simple, sin báculo ni
mitra, un evangelio mejor que nos ofrece a todos aire fresco, agua limpia,
brotes verdes de vida y de futuro.
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