(Reflexión a Jn. 18, 32-37)
El juicio contra Jesús tuvo lugar probablemente en el palacio
en el que residía Pilato cuando acudía a Jerusalén. Allí se encuentran una
mañana de abril del año treinta un reo indefenso llamado Jesús y el
representante del poderoso sistema imperial de Roma.
El evangelio de Juan relata el dialogo entre ambos. En
realidad, más que un interrogatorio, parece un discurso de Jesús para
esclarecer algunos temas que interesan mucho al evangelista. En un determinado
momento Jesús hace esta solemne proclamación: "Yo para esto he venido
al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha
mi voz".
Esta afirmación recoge un rasgo básico que define la
trayectoria profética de Jesús: su voluntad de vivir en la verdad de Dios.
Jesús no solo dice la verdad, sino que busca la verdad y solo la verdad de un
Dios que quiere un mundo más humano para todos sus hijos e hijas.
Por eso, Jesús habla con autoridad, pero sin falsos
autoritarismos. Habla con sinceridad, pero sin dogmatismos. No habla como los
fanáticos que tratan de imponer su verdad. Tampoco como los funcionarios que la
defienden por obligación aunque no crean en ella. No se siente nunca guardián
de la verdad sino testigo.
Jesús no convierte la verdad de Dios en propaganda. No la
utiliza en provecho propio sino en defensa de los pobres. No tolera la mentira
o el encubrimiento de las injusticias. No soporta las manipulaciones. Jesús se
convierte así en "voz de los sin voz, y voz contra los que tienen
demasiada voz" (Jon Sobrino).
Esta voz es más necesaria que nunca en esta sociedad atrapada
en una grave crisis económica. La ocultación de la verdad es uno de los más
firmes presupuestos de la actuación de los grandes poderes financieros y de la
gestión política sometida a sus exigencias. Se nos quiere hacer vivir la crisis
en la mentira.
Se hace todo lo posible para ocultar la responsabilidad de los
principales causantes de la crisis y se ignora de manera perversa el
sufrimiento de las víctimas más débiles e indefensas. Es urgente humanizar la
crisis poniendo en el centro de atención la verdad de los que sufren y la
atención prioritaria a su situación cada vez más grave.
Es la primera verdad exigible a todos si no queremos ser
inhumanos. El primer dato previo a todo. No nos podemos acostumbrar a la
exclusión social y la desesperanza en que están cayendo los más débiles.
Quienes seguimos a Jesús hemos de escuchar su voz y salir instintivamente en su
defensa y ayuda. Quien es de la verdad escucha su voz.
José Antonio Pagola
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