Por José Arregui
¡Por
fin!
Cuando
el clamor ha desbordado las calles, cuando el Movimiento 15 M ha extendido su
indignación imparable, cuando la Plataforma Stop Desahucios se ha expandido a
todas las ciudades, cuando la gran mayoría de los partidos políticos
minoritarios ya han pedido cambiar la ley, cuando hasta la Conferencia
Episcopal Española ha reclamado "que se dé un signo de esperanza a las
familias que no pueden hacer frente al pago de sus viviendas y son
desahuciadas", cuando el Sindicato Unificado de la Policía y la Ertzaintza
y los Mossos han decidido respaldar a los agentes compañeros que fueren
penalizados por negarse a colaborar en casos de desahucio, cuando hasta los
jueces han protestado contra la actual ley de la hipoteca, cuando Juan Luis
Ibarra, presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco,
refiriéndose a los desahucios, ha asegurado que los jueces "intentan sacar
chispas de Justicia" de un derecho "que, a veces, se revela
injusto" y ha apelado a "una obediencia pensante" de la
legislación (!!!), cuando la propia Banca ha paralizado los desahucios para dos
años (eso sí, solamente "en casos extremos", y dicen sin pudor que
"por motivos humanitarios"...), cuando tres personas se han quitado
la vida antes de que les quitaran una casa donde vivir, cuando Amaia Egaña se
ha arrojado por la ventana para no ser arrojada por la puerta (¿llamaremos a
eso suicidio o lo llamaremos homicidio?), cuando los desahuciados ya van por
las 400.000 personas, ...también el PP y el PSOE, a última hora y de prisa,
parecen haberse decidido a buscar alguna solución conjunta al drama creciente
de los desahucios.
¡Faltaría
que no lo hubieran hecho! Pero más vale tarde que nunca, y se lo reconocemos.
Por cierto, no se entiende muy bien por qué no han querido sumar a ese acuerdo
a todos los demás partidos que se les han adelantado en el empeño. Tal vez sea
porque se les han adelantado, y para recuperar el crédito social perdido.
La
cuestión, como tantas otras cuestiones, es compleja y la solución no es fácil.
Supongo que si nadie pagara las hipotecas, el abuso se generalizaría. Supongo
que si los bancos renunciaran a cobrar todas las hipotecas quedándose con la
propiedad de las casas, se colapsaría el sistema bancario (aunque, visto lo
visto, no sé si eso sería de lamentar o de celebrar).
La
solución no será fácil, porque el problema no son solamente las hipotecas de
las casas. El problema es toda la economía, el modelo y el sistema que, sin
embargo, parecen empeñados en seguir sosteniendo. Un sistema que puede llevar,
como ha llevado, a que la quinta parte de la población no tenga trabajo ni salario
(y ¿cómo tendrán casa si no tienen trabajo ni salario?); o a que, solo en el
estado español y en pocos meses, se haya echado de sus casas a 400.000
personas, cuando en el estado español hay más viviendas que habitantes y los
bancos poseen tantas casas que no saben qué hacer con ellas; o a que el estado
vaya a tener que pagar el próximo año 40.000 millones de euros en intereses,
muchos de ellos a bancos privados rescatados con dinero público, nuestro
dinero...
¿Qué
pasa, pues, con esta economía? Que nos digan la verdad, porque no nos harán
creer que la causa primera de esta crisis y de todos sus dramas sean los
salarios de los trabajadores, seamos los contribuyentes de a pie, la ciudadanía
en general. Que reconozcan el mal en su raíz, que salta a la vista: la
desregulación del mercado financiero, la especulación incontrolada, la
corrupción que afecta a las grandes fortunas (¿cómo es posible que todavía no
se haya puesto coto ni tomado medidas para perseguir e impedir los paraísos
fiscales, siendo así que circulan en Internet listas con nombres concretos que
todos conocemos –empresarios, políticos, políticos empresarios, presidentes y
ex-presidentes de gobiernos– que han puesto sus millones a buen recaudo en
bancos suizos?).
No
habrá solución para los desahucios mientras no haya solución –otra solución muy
distinta que la que se está aplicando– para esta economía y sus crisis.
Una
moratoria de dos años, que parece ser a lo que llegarán a acordar el PP y el
PSOE, no es ciertamente la solución. Ni ahora ni dentro de dos años debe quedar
nadie sin casa. NADIE SIN CASA. No un palacio, no una mansión, sino una casa
sencilla. Pero una casa. Todos deben tener siempre una casa, y que cambien para
ello las leyes que deban cambiar. Somos seres de acogida, seres necesitados de
acogida: de ser acogidos y de acoger. Somos seres necesitados de una casa donde
sentirnos acogidos y donde poder acoger, igual que necesitamos un pecho donde
reclinar la cabeza cada noche.
El
salmo bíblico lo dice con inmensa sencillez y belleza: "El gorrión ha
encontrado una casa y la golondrina un nido donde colocar sus polluelos"
(Sal 84). Hasta los patos, cuya casa es un río, necesitan un nido, muy
rudimentario pero nido, un lugar seguro para ocultar e incubar sus huevos hasta
que todos los pollitos rompan la cáscara y salgan al mundo y correteen y naden;
entonces viene la madre con su nidada nadando alegremente y se instalan en la
represa del Narrondo junto al puente, sin hipotecas ni plazos ni miedo a que
nadie les desahucie.
A
Jesús sí que le desahuciaron, pues ya entonces existían desahucios, porque
existían abusos. Jesús tenía casa, una casita muy pobre de madera y adobe, pero
se puso del lado de los desahuciados, los hambrientos, los endeudados. Y quiso
compartir su suerte y su desgracia. Y se fue, y le echaron. Se desahució, y le
desahuciaron. Un día, a alguien que se le acercó diciéndole: "Quiero
quedarme contigo, quiero ser como tú", Jesús le advirtió: "Las zorras
tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero yo no tengo dónde reclinar la cabeza.
Soy itinerante, vivo a la intemperie y así viviré, sin patria ni hogar, para
que todos y hasta que todos tengan casa, mesa y pan. ¿Quieres venir
conmigo?" (Lc 9,58).
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