jueves, 20 de octubre de 2011

El encuentro de los primeros creyentes con el resucitado

José Antonio Pagola

Jesucristo: Catequesis Cristológicas (D.2)

     A partir de todo este material del que hoy podemos todavía disponer nosotros, vamos a tratar de acercarnos a la experiencia que vivieron los primeros discípulos.

     Lo que primeramente observamos es la dificultad que experimentan estos hombres para expresar y hacernos presentir un poco este acontecimiento inesperado y desconcertante: Jesús, el crucificado, al que ellos han podido ver muerto, ahora se les presenta lleno de vida. Se trata de una experiencia compartida por bastantes, repetida en diversas circunstancias y que ellos tratan de describir de alguna manera, acudiendo a diversas expresiones y procedimientos narrativos (Jesús es el de antes pero ya no es el mismo, está presente en medio de sus discípulos pero no le pueden retener, es alguien real y concreto pero no pueden convivir con él como antes).

     Estos hombres no nos describen nunca el acontecimiento mismo de la resurrección. Ellos nos hablan de su encuentro con el ya resucitado que se les impone lleno de vida y transforma totalmente sus personas. Veamos algunos rasgos de su experiencia.

El Crucificado se deja ver vivo

     La fórmula que emplean con más frecuencia indica que Jesús, que había quedado oculto tras el misterio de la muerte, se deja ver, se hace visible, se vuelve a encontrar con los suyos. Se trata de un encuentro cuya iniciativa no está en los discípulos sino en Jesús. Es el mismo Jesús vivo el que interviene en sus vidas, se les hace presente y se les impone lleno de vida, obligándoles a salir de su desconcierto e incredulidad.

Un encuentro que afecta al hombre entero

     No se puede describir adecuadamente estos encuentros llamándolos sencillamente “visiones” o “apariciones”. Tampoco es acertado preguntarse si se trata de visiones objetivas o subjetivas, externas o internas. Según los discípulos, Jesús se les impone como alguien vivo, en un encuentro que afecta la totalidad de sus personas.

     Pablo llama a su experiencia “gracia”, regalo de Dios (1 Co 15, 10) y cuando quiere describirla, nos dice que “ha sido alcanzado por Cristo Jesús” (Flp 3,12) y que “ha descubierto el poder de su resurrección” (Flp 3, 10). Por eso, cuando los creyentes tratan de presentar esta experiencia de manera narrativa, la describen con una gran variedad: Jesús resucitado les saluda, les da la paz, los bendice, los llama, les enseña, los consuela, los envía a una gran misión. Es decir, el encuentro con el Resucitado los ha cogido, los ha transformado y ha puesto en marcha la fe de la pequeña comunidad.

El descubrimiento del enigma de Jesús

     El encuentro con el Resucitado les ha descubierto a estos hombres el misterio encerrado en Jesús. Así llama Pablo a su experiencia “el descubrimiento de Jesús” (Ga 1, 12). Por eso, entiende así su encuentro con el Resucitado: “Dios ha querido revelar en mí a su Hijo” (Ga 1, 16). En este encuentro han descubiert o los discípulos que Jesús, a pesar de haber terminado en una cruz, es el Cristo esperado por el pueblo, y, todavía más, es el Señor de la vida y de la muerte porque en él ha comenzado ya la resurrección, es decir, la liberación total y definitiva de los hombres.

Acontecimiento transformador

     Se trata de un acontecimiento que ha transformado totalmente a los discípulos. Aquellos hombres que se resistían a aceptar el mensaje de Jesús, comienzan ahora a anunciar el Evangelio con una convicción total. Aquellos hombres cobardes que no habían sido capaces de mantenerse junto a Jesús en el momento de la crucifixión, comienzan ahora a arriesgar su vida por defender la causa del Crucificado.

     Es particularmente significativo el caso de Pablo de Tarso. El encuentro con Cristo resucitado lo ha convertido de perseguidor de las comunidades cristianas en testigo y predicador de la Buena Noticia de Cristo (Ga 1, 23; Filp 3, 5-14; Co 15, 9-10).

Llamada a una misión

     Los discípulos viven el encuentro con el Resucitado como llamada a anunciar el Evangelio. Los encuentros de los Once con el Resucitado terminan invariablemente en una llamada a la evangelización (Mt 28, 18-20; Mc 16, 15; Lc 24, 28; Jn 20,21). Concretamente, Pablo entiende su experiencia pascual como una exigencia pascual como una exigencia a predicar la fe entre los gentiles (Ga 1, 15-16). Si atendemos a los primeros cristianos, encontrarse con el Resucitado es sentirse llamado a anunciar la Buena Noticia de Cristo (Lc 24, 36; Jn 20, 17-18).

Experiencia prolongada en la vida

     El encuentro con el Resucitado no es un momento privilegiado sin continuidad posterior en sus vidas. Estos hombres reviven en su vida diaria el destino doloroso de Jesús crucificado y el paso a la vida del Resucitado. La resurrección del Crucificado les ayuda a entender y vivir su vida difícil de cada día con otro sentido y otra profundidad. Desde su propia vida comprenden y viven mejor el misterio de Cristo muerto y resucitado. “Llevamos siempre en nuestros cuerpos el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos” (2 Co 4,10).



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