8. ESPERO TU
COLABORACIÓN
Considérate como un miembro mío,
estrechamente unido a mí por todas las fibras de tu fe y de tu corazón, por
toda la orientación de tu voluntad. Obra como miembro mío, consciente de tus
limitaciones personales, de tu incapacidad para hacer cualquier cosa
verdaderamente eficaz por ti. Ora como miembro mío, uniéndote a la oración que
yo mismo hago en ti y uniéndote a la oración de todos los hombres tus hermanos.
Ofrécete como miembro mío, sin olvidar que yo estoy siempre por amor en estado
de oblación a mi Padre y con deseos de incorporar a este acto de pleitesía el
mayor número de los hombres que viven actualmente sobre la tierra. Recibe como
miembro mío, mi padre a quien yo me doy, se da constantemente a mí en la unidad
del Espíritu santo. En la medida en que tú no haces más que uno conmigo, tú
mismo compartes las riquezas divinas ad
modum recipientis. Ama como un miembro mío, afanándote por amar a todos los
que yo amo con el mismo amor con que les amor yo.
Lo que cuenta no es la gloria, lo
deslumbrante, la publicidad; es la unión fiel y generosa conmigo.
¿Qué pensarías tú de un rayo que se separase
de su sol, de un río que se desviara de su manantial, de una llama que se
segregase de su hogar?
Trabaja por mi cuenta. Eres mi servidor.
Mejor aún, eres miembro mío y, de hecho, tú trabajas tanto más para ti cuando
más lo hacer por mí. Nada de cuanto se hace por mí se puede perder.
Comulga reiteradamente con mi pensamiento
eterno sobre todas las cosas. Tú no lo puedes captar íntegramente pues es
infinito; pero esa comunión te procurará cierta claridad o, por lo menos,
algunos destellos que banalizarán tu caminar sobre la tierra. Mis pensamientos
sobre los hombres y sobre los acontecimientos –pensamientos divinos llenos de
amor y de delicadeza- te ayudarán a considerarlos con mayor respeto y estima.
Por otra parte, recuerda que un día tú mismo darás a los seres y a las cosas de
la tierra un valor muy diferente del que, hoy por hoy, les asignas.
Mediante el amor es como crece mi cuerpo
Místico. Mediante el amor es como yo recapitulo y asumo cada molécula humana
hasta el punto de transfigurarla divinamente en la medida en que se ha hecho
pura caridad. Trabaja con tus ejemplos, con tu palabra, con tus escritos, a
depositar cada día más caridad en el corazón de los hombres. Eso es lo que te
tienes que proponer continuamente como objeto de tus oraciones, de tus
sacrificios, de tus actividades…
Yo dirijo todo en tu vida; no obstante,
necesito tu colaboración activa para ayudarte a ejecutar libremente lo que
quiere mi Padre. Yo dirijo todo en el mundo; sin embargo, espero con paciencia,
para poder llevar a efecto los designios del Padre, que los hombres se
comprometan libremente a trabajar bajo la influencia consciente o inconsciente
de mi Espíritu.
Yo espero al mundo. Espero que venga a mí con
plena libertad, y no tan sólo física sino moralmente.
Yo espero que acepte reunirse conmigo, que
asocie su desamparo al que yo experimenté por él en Getsemaní.
Yo espero que una su sufrimiento,
inseparables de su condición humana, a los que yo experimenté por él durante mi
estancia en la tierra y especialmente durante mi pasión.
Yo espero que una su oración a la mía, su
amor a mi Amor.
Yo espero al mundo. ¿qué es lo que le impide
venir a mí y en primer lugar oír mi voz que siempre le está llamando discreta
pero persistentemente? Es el pecado que, como una brea pegajosa, obtura todos
sus sentidos espirituales, torna su alma opaca a las cosas del cielo, paraliza
sus movimientos y entorpece su marcha. Es el espíritu superficial, la falta de
atención, la ausencia de reflexión, el torbellino de la vida, de los negocios,
de las noticias, de las relaciones. Es la falta de amor, cuando, no obstante,
el mundo tiene sed de amor. Tan sólo tiene este vocablo en la boca; sin
embargo, las más de las veces su amor no es más que sensualidad y egoísmo,
cuando no se torna en odio.
Yo espero al mundo para curarle, para
purificarle, para limpiarle y poder restaurar en él la verdadera noción de los
valores…
Pero necesito ayuda y por eso te he
menester. Sí, necesito contemplativos que me ayuden a borrar las faltas uniendo
su vida de oración, de trabajo y de amor a la mía, y que se unan, mediante la
ofrenda generosa de sus sufrimientos providenciales, a mi oblación redentora.
Necesito contemplativos que unan sus peticiones a mi oración para conseguir los
misioneros y los educadores espirituales, impregnado de mi Espíritu, de los que
inconscientemente el mundo tiene sed.
Lo importante no es hacer mucho sino hacerlo
bien, más para hacerlo bien, se requiere mucho amor.
Para llegar a la santidad necesitas
valentía, pues sin ti Yo no quiero poder hacer nada –y necesitas humildad pues
sin Mí tú nada puedes hacer.
Yo soy el río que purifica, que santifica,
que espiritualiza y que, desembocando en el Océano de la Trinidad, diviniza lo
mejor que hay en el hombre regenerado por amor.
Las acequias, los arroyos y hasta los ríos
si no desaguan en la ría, se pierden en las arenas, se estancan en las charcas
y forman pantanos nauseabundos. Lo que tienes que hacer es echar en Mí todo lo
que haces y todo lo que eres. Lo que asimismo tienes que hacer es presentarme
todos tus hermanos –sus pecados para que yo los perdone, sus alegrías para que
yo las purifique, sus oraciones para que yo las tome por mi cuenta, sus
trabajos para que yo les confiera valor de homenaje a mi Padre, sus
sufrimientos para que yo les comunique poder de redención.
¡Confluencia! Única palabra de pase que
pueda salvar a la humanidad, ya que sólo por Mí, conmigo y en mí –en la Unidad
del Espíritu Santo- se rinde al Padre una Gloria total – por la asunción de
todos los hombres.
Sí, yo soy el punto Omega: en mí confluyen
todos los afluentes humanos, o por lo menos debieran confluir, bajo pena de
disgregación. Entre ellos se encuentran los ríos mansos y tranquilos; se
encuentran también los torrentes que se precipitan en cascadas y, deshaciéndose
en espuma, desembocan en mí con todo lo que han arrastrado por el camino; se
encuentran las aguas cristalinas, azuladas o verdosas; y se encuentran las
aguas cenagosas en apariencia totalmente turbias y sucias. No obstante, al cabo
de unas cuantas leguas, todo su contenido de microbios se ha purificado –ellas
se vuelven perfectamente sanas y saludables- pueden confundirse con las aguas
del mar.
Todo ese gran trabajo es el que
invisiblemente se está operando en la vida de los hombres actualmente sobre la
tierra.
Yo estoy en estado de crecimiento continuo
tanto cualitativa como cuantitativamente.
En esta masa inmensa de humanidad en la que
yo distingo a cada uno por su nombre y le llamo con todo mi amor, yo trabajo y
me entretengo tratando de sorprender la más mínima respuesta a mi gracia. En
algunos mi gracia es fecunda e intensifica mi presencia; viven en mi amistad y
dan testimonio de mi realidad y de mi amor entre sus hermanos. En otros, los
más numerosos, tengo que esperar largo tiempo que me hagan una señal de
asentimiento –pero mi misericordia es inagotable, y donde quiera que descubro
un mínimo de bondad y de humildad allí entro yo y asumo.
Por esta razón me alegro de que no te
inquietes sobre manera por los torbellinos que en la actualidad sacuden mi
iglesia. Hay lo que aparece como la estela abandonada por un navío en el
océano, y existe más profundamente lo que es, lo que se juega en el silencio de
las conciencias, teniendo en cuenta todas las circunstancias atenuantes que
disculpan muchas actitudes de oposición
Siembra el optimismo a tu alrededor.
Naturalmente yo os pido que trabajéis, que propaguéis mi luz por la palabra,
los escritos y sobre todo por el testimonio de una vida que ponga de manifiesto
la Buena Nueva de un Dios de amor, recapitulando en sí a todos los hombres y
asumiéndolos –en la medida de su libre adhesión- para una vida eterna de
felicidad y de alegría. Pero ante todo y por encima de todo, confianza. Yo
estoy siempre ahí, yo, el eterno Vencedor.
No busques complicaciones para tu vida
espiritual. Date a mí con toda sencillez, tal cual eres sin alteración, sin
afectación, sin sombras. Entonces yo podré más fácilmente crecer en ti y pasar
por ti.
Este mundo pasa y tiende a su aniquilamiento
–en espera de nuevos cielos y de nuevas tierras- Por cierto que, aunque efímeramente,
éste tiene su valor. Es en medio del mundo, y de tal mundo, de tal época
también, donde yo os he querido y donde os he escogido. De todos modos, aún
poniéndoos a su servicio para “sacralizarle”, vosotros no debéis quedar
enviscados por él. Otra es vuestra misión. Debéis ayudarle a realizar el plan
de amor que al crearlo tuvo mi Padre. Es a veces misterioso, más un día
descubrirás hasta qué punto este proyecto era maravilloso.
De entre tus colegas y amigos son ya
numerosos los que han entrado en la vida Eterna. Si pudieses ver la mirada
lastimosa -¡oh! Llena de indulgencia –con que consideran lo que tantos hombres
admiten como valores…Las más de las veces éstos no son sino efímeras
apariencias engañosas que ocultan a sus ojos las realidades duraderas, las
únicas que cuentan.
El mundo sufre terriblemente de una falta de
educación espiritual, y eso, en gran parte, por la carencia de los que deberían
ser guías y entrenadores. Y es que tan sólo puede ser un verdadero educador
espiritual el que humildemente recurre a mi luz y, por la contemplación asidua
de mis misterios, hacer pasar mi Evangelio a toda su vida.
Yo más necesito apóstoles que sean
contemplativos y testigos que sociólogos
o teólogos de cámara que no han orado su teología ni conforman su vida con lo
que enseñan.
Sobrados hombres, sobrados sacerdotes en el
día de hoy se creen con soberbia autorizados a reformar mi iglesia en lugar de
principiar por reformarse a sí mismos y por formar a su alrededor,
humildemente, discípulos fieles, no a lo que ellos piensan, sino a lo que
pienso yo.
Te lo han dicho y tú lo has podido
constatar: actualmente la humanidad atraviesa una crisis de locura, agitándose
desordenadamente y sin la menor idea espiritual que pudiera ayudarle a tomar
aliento en mí y estabilizarse.
Sólo el cuarterón de almas contemplativas
puede impedir el desequilibrio profundo que conducen a la catástrofe y
retrasar, así, la hora de las grandes expiaciones. ¿Cuánto tiempo aún se
alargará la demora? Todo depende de la disponibilidad de las almas escogidas
por mí.
Yo he vencido al mundo, al mal, al pecado, al
infierno –más para que mi victoria se haga patente, es preciso que la humanidad
acepte libremente la salvación que yo le ofrezco.
Mientras estáis en la tierra,
vosotros podéis implorar en nombre de los que no lo piensan, podéis crecer en
mi amistad en nombre y en desagravio de los que me rechazan y se alejan de mí,
podéis ofrecer dolores físicos y morales en unión con los míos en nombre de los
que los aguantan con espíritu de rebeldía.
Nada de lo que me permitís asumir por amor
llega a ser inútil. Vosotros no sabéis para qué sirve, pero tened la seguridad
de que produce sus frutos.
Recapitulemos juntos todos los esfuerzos y
todos los pasos, incluso los vacilantes, de la humanidad hacia mí. Une sus
oraciones, incluso las no formuladas, a las mías, sus pasos, incluso los
ambiguos, sus actos de bondad, incluso los imperfectos, sus alegrías más o
menos adulteradas, sus sufrimientos más o menos bien aceptados, sus agonías, en
las que toca la hora de la verdad, más o menos conscientes –y sobre todo sus muertes
que vienen a juntarse con la míaa y, juntos, suscitaremos un aumento de
atracción hacia el único que puede darles el secreto de la paz y de la
verdadera felicidad.
Gracias a esta trilogía: recapitulación por
asunción, unión por confluencia y liberación en la fe de mercedes espirituales
invisibles, yo salgo victorioso en muchas almas que se sorprenden por la
sencillez de mis caminos y por la fuerza de mi divina delicadeza.
Nada es ruin, nada insignificante cuando se
trabaja o se sufre en unión conmigo. Que recapitulo a todos los hombres la
dimensión universal es esencial a todo cristiano, con mayor razón a todo
sacerdote. Más allá de ti. Yo veo a todas las almas que he vinculado con la
tuya. Yo veo su indigencia y la necesidad que pueden tener de mi ayuda por tu
mediación. Yo adapto tu género de vida al mismo tiempo que al plan de amor del
Padre, a las necesidades presentes modificadas por la libertad humana. Todo
transcurre en la síntesis de los designios divinos que siempre sacan el bien
del mal y hacen brotar el amor allí mismo donde la maldad, cuando no la necedad
humana, aparecen imposibilitarlo.
El mundo de los cristianos está demasiado
agitado, demasiado enfocado hacia el exterior –incluso el de muchos sacerdotes
y religiosas. Empero en la medida en que me acogen, en que me desean, en que
tratan de abrirse de par en par a mi amor, en esa medida la vida cristiana y la
vida apostólica se ven colmadas de alegría y de fecundidad.
Soy yo solo el que produce el bien duradero;
pero necesito servidores e instrumentos que sean canales de gracia, no
obstáculo para mis favores espirituales por sus dispersiones y por las
ambigüedades de la búsqueda de sí mismos a través de sus actividades.
Naturalmente, yo quiero hacer de mis fieles
creadores, pero conmigo y según el plan de mi Padre. Nunca olviden sin embargo:
por más que yo les llame a colaborar conmigo, por sí mismos tan sólo son
siervos inútiles.
Su vida no puede ser fecunda sino en la
medida en que moren en mí y me permitan actuar en ellos.
Cada uno tiene su propio caminar. Si es fiel
–sin nerviosismo, con serenidad- caminaremos juntos – y si me invita a quedarme
con él, me reconocerá a través de los detalles más corrientes de su vida y su
corazón se inflamará de amor por mi Padre y por los hombres.
Recapitula en ti a la humanidad dolorosa y
descarga en mí todas las miserias del mundo. Así me permites darles utilidad y
abrir muchos corazones herméticamente cerrados. Tengo a mi disposición todos
los medios para invadir, para penetrar, para sanar, pero no los quiero utilizar
sino con vuestra colaboración. Existe ya, por cierto, la colaboración de la
palabra, de la actividad, del testimonio, pero la que yo más necesito es la de
la unión silenciosa conmigo en la alegría como en el dolor. Llénate de mí de
tal manera que sin que tú te des cuenta la gente me sienta en ti y se beneficie
de mi divina influencia por medio de ti.
Hay más posibilidades de bien entre los
jóvenes de lo que se cree. Lo que necesitan es ser escuchados y tomados en
serio.
¡Cuántas lagunas en su educación! Empero,
muchos de ellos, la mayor parte, se interrogan, están dispuestos a reflexionar
y se sienten felices cuando se les comprende.
Piensa en esos millones de jóvenes de 20
años que formarán en el mundo de mañana y que me buscan más o menos
conscientemente. Ofréceles con frecuencia a la acción del Espíritu Santo.
Aunque ellos no le conozcan muy bien, su acción luminosa y delicada les
penetrará –y les orientará hacia la construcción de un mundo más fraterno, en
lugar de querer tontamente destrozarlo todo.
El tiempo de crear, de organizar, de
realizar ya no es para ti. Más yo te reservo una misión oculta del que se
beneficiarán los más jóvenes pues ella fomentará su dinamismo. Esta misión
interior e invisible consiste en establecer un contacto entre yo y ellos –en
conseguirles los carismas indispensables para un apostolado verdaderamente
eficaz. Tómalos a todos sin distinción, de todas las edades, de todas las
condiciones, de todas las razas, y preséntalos con alegría a las radiaciones de
mi humildad y de mi silencio eucarístico.
Mansedumbre y humildad se dan la mano y sin
estas dos virtudes el alma se esclerosa tanto más fácilmente cuanto más la
hacen descollar sus cualidades humanas y espirituales.
¿Qué provecho saca el hombre llegando a ser
estrella, cosechando publicidad, aplausos y felicitaciones, si acaba perdiendo
el secreto de su benéfica influencia al servicio del mundo y de la Iglesia?
Nada es tan sutil como el veneno del orgullo
en un alma sacerdotal. Lo has experimentado tú mismo muchas veces. Asume a tus
hermanos en el sacerdocio, especialmente a aquellos que, por sus éxitos
aparente y efímeros, corren peligro de
perder la cabeza.
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