Comentario a Lc. 16, 1-13
“No
podéis servir a Dios y al Dinero”. Estas palabras de Jesús no pueden ser
olvidadas en estos momentos por quienes nos sentimos sus seguidores, pues
encierran la advertencia más grave que ha dejado Jesús a la Humanidad. El Dinero,
convertido en ídolo absoluto, es el gran enemigo para construir ese mundo más
justo y fraterno, querido por Dios.
Desgraciadamente, la
Riqueza se ha convertido en nuestro mundo globalizado en un ídolo de inmenso
poder que, para subsistir, exige cada vez más víctimas y deshumaniza y
empobrece cada vez más la historia humana. En estos momentos nos encontramos
atrapados por una crisis generada en gran parte por el ansia de acumular.
Prácticamente, todo se
organiza, se mueve y dinamiza desde esa lógica: buscar más productividad, más
consumo, más bienestar, más energía, más poder sobre los demás... Esta lógica
es imperialista. Si no la detenemos, puede poner en peligro al ser humano y al
mismo Planeta.
Tal vez, lo primero es
tomar conciencia de lo que está pasando. Esta no es solo una crisis económica.
Es una crisis social y humana. En estos momentos tenemos ya datos suficientes
en nuestro entorno y en el horizonte del mundo para percibir el drama humano en
el que vivimos inmersos.
Cada vez es más patente
ver que un sistema que conduce a una minoría de ricos a acumular cada vez más
poder, abandonando en el hambre y la miseria a millones de seres humanos, es
una insensatez insoportable. Inútil mirar a otra parte.
Ya ni las sociedades más
progresistas son capaces de asegurar un trabajo digno a millones de ciudadanos.
¿Qué progreso es este que, lanzándonos a todos hacia el bienestar, deja a
tantas familias sin recursos para vivir con dignidad?
La crisis está arruinando
el sistema democrático. Presionados por las exigencias del Dinero, los
gobernantes no pueden atender a las verdaderas necesidades de sus pueblos. ¿Qué
es la política si ya no está al servicio del bien común?
La disminución de los
gastos sociales en los diversos campos y la privatización interesada e indigna
de servicios públicos como la sanidad seguirán golpeando a los más indefensos
generando cada vez más exclusión, desigualdad vergonzosa y fractura social.
Los seguidores de Jesús no
podemos vivir encerrados en una religión aislada de este drama humano. Las
comunidades cristianas pueden ser en estos momentos un espacio de
concienciación, discernimiento y compromiso. Nos hemos de ayudar a vivir con
lucidez y responsabilidad. La crisis nos puede hacer más humanos y más
cristianos.
José Antonio Pagola
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