(Comentario a Lc. 14, 25-33)
Jesús va camino de
Jerusalén. El evangelista nos dice que le “acompañaba mucha gente”. Sin
embargo, Jesús no se hace ilusiones. No se deja engañar por entusiasmos fáciles
de las gentes. A algunos les preocupa hoy cómo va descendiendo el número de los
cristianos. A Jesús le interesaba más la calidad de sus seguidores que su
número.
De pronto “se vuelve” y
comienza a hablar a aquella muchedumbre de las exigencias concretas que
encierra el acompañarlo de manera lúcida y responsable. No quiere que la gente
lo siga de cualquier manera. Ser discípulo de Jesús es una decisión que ha de
marcar la vida entera de la persona.
Jesús les habla, en
primer lugar de la familia. Aquellas gentes tienen su propia familia: padres y
madres, mujer e hijos, hermanos y hermanas. Son sus seres más queridos y
entrañables. Pero, si no dejan a un lado los intereses familiares para
colaborar con él en promover una familia humana, no basada en lazos de sangre
sino construida desde la justicia y la solidaridad fraterna, no podrán ser sus
discípulos.
Jesús no está pensando en
deshacer los hogares eliminando el cariño y la convivencia familiar. Pero, si
alguien pone por encima de todo el honor de su familia, el patrimonio, la
herencia o el bienestar familiar, no podrá ser su discípulo ni trabajar con él
en el proyecto de un mundo más humano.
Más aún. Si alguien solo
piensa en sí mismo y en sus cosas, si vive solo para disfrutar de su bienestar,
si se preocupa únicamente de sus intereses, que no se engañe, no puede ser
discípulo de Jesús. Le falta libertad interior, coherencia y responsabilidad
para tomarlo en serio.
Jesús sigue hablando con
crudeza: “Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser mi discípulo”.
Si uno vive evitando problemas y conflictos, si no sabe asumir riesgos y
penalidades, si no está dispuesto a soportar sufrimientos por el reino de Dios
y su justicia, no puede ser discípulo de Jesús.
No se puede ser cristiano
de cualquier manera. No hemos de confundir la vida cristiana con formas de
vivir que desfiguran y vacían de contenido el seguimiento humilde, pero
responsable a Jesús.
Sorprende la libertad del
Papa Francisco para denunciar estilos de cristianos que poco tienen que ver con
los discípulos de Jesús: “cristianos de buenos modales, pero malas costumbres”,
“creyentes de museo”, “hipócritas de la casuística”, “cristianos incapaces de
vivir contra corriente”, cristianos “corruptos” que solo piensan en sí mismos,
“cristianos educados” que no anuncian el evangelio...
José Antonio Pagola
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