martes, 26 de marzo de 2013

Acerca de una sincera amistad


Rabino Abraham Skorka
Rector del Seminario Rabínico Latinoamericano M. T. Meyer
La real y sincera amistad, al decir de los sabios del Talmud,
es aquélla en la que el uno abre la intimidad de su corazón al otro. Es a través de dicho conocimiento que uno adquiere del otro que ambos pueden forjar una consistente senda en la vida. De tal modo he caminado en los últimos 15 años con el hoy Papa Francisco. Resulta difícil dejar de lado el pudor y la humildad, y comentar a los cuatro vientos acerca de la intimidad de esta amistad. Pero hay circunstancias que lo merecen. El mundo inquiere acerca de Francisco y, dado mi conocimiento, siento el deber de dar testimonio de su ser.
Su lenguaje es sencillo, pero transmite muy profundos conceptos. Es un hombre de una meditada religiosidad, que entiende que se dignifica a Dios sólo a través del respeto y la honra que se le brinda al prójimo, tal como nos enseñan los profetas. Siempre manifestó un especial compromiso para con los necesitados, los desposeídos, los ultrajados y los humillados en la sociedad. Los acompaña en su dolor. Desarrolló una capacidad empática superlativa.
La modestia y humildad caracterizan cada uno de sus actos. No sólo las declama, las practica con fervor. No hay doble discurso en él.
Entiende que debe crearse un profundo acercamiento entre judíos y católicos. No con propósitos proselitistas, no para propiciar estériles e inconducentes polémicas teológicas, como acaeció en el pasado. Sino para que cada parte profundice en sus raíces, eleve lo más genuino de su tradición y fe, a fin de labrar, mediante una labor mancomún, una realidad de justicia y paz. Habla de los «hermanos mayores en la fe» no cual mero eufemismo, sino como designación real de la íntima relación entre los miembros de ambos credos.
Busca las sendas para acercar a las distintas denominaciones cristianas y mantener un diálogo franco con todos los credos. El diálogo siempre refiere en él al conocimiento del otro y el darse a conocer al otro, no a un mero acto de simpatía. Una vez establecido el diálogo, el desafío que propone es el de generar proyectos comprometidos y mancomunados en la construcción de una realidad mejor. Aborrece la imposición de un discurso único e indiscutible en todas las materias que hacen a la vida. Escucha con atención y respeto la postura de su interlocutor.
En los últimos tres años nos veíamos al menos una vez por mes. En 2010 escribimos el libro Sobre el cielo y la tierra, que contiene nuestros diálogos acerca de temas tan variados como Dios, el diablo, los ateos, la muerte, la eutanasia, el aborto, el divorcio, etcétera. Todo aquello con lo que se enfrenta el hombre. Después, entre 2011 y 2012, hicimos un programa de televisión. Siempre me sorprendía con un gesto con el que acariciaba mi corazón. Tras ser elegido Sumo Pontífice se comunicó conmigo. ¡Hablamos de tantas cosas! Le pregunté si tenía presente el tema que acordamos grabar para el próximo programa televisivo. Sin dudar, me contestó: «Sí. La amistad».

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