Rabino Abraham Skorka
Rector del Seminario
Rabínico Latinoamericano M. T. Meyer
La
real y sincera amistad, al decir de los sabios del Talmud,
es aquélla en la que
el uno abre la intimidad de su corazón al otro. Es a través de dicho
conocimiento que uno adquiere del otro que ambos pueden forjar una consistente
senda en la vida. De tal modo he caminado en los últimos 15 años con el hoy
Papa Francisco. Resulta difícil dejar de lado el pudor y la humildad, y
comentar a los cuatro vientos acerca de la intimidad de esta amistad. Pero hay
circunstancias que lo merecen. El mundo inquiere acerca de Francisco y, dado mi
conocimiento, siento el deber de dar testimonio de su ser.
Su
lenguaje es sencillo, pero transmite muy profundos conceptos. Es un hombre de
una meditada religiosidad, que entiende que se dignifica a Dios sólo a través
del respeto y la honra que se le brinda al prójimo, tal como nos enseñan los
profetas. Siempre manifestó un especial compromiso para con los necesitados,
los desposeídos, los ultrajados y los humillados en la sociedad. Los acompaña
en su dolor. Desarrolló una capacidad empática superlativa.
La
modestia y humildad caracterizan cada uno de sus actos. No sólo las declama,
las practica con fervor. No hay doble discurso en él.
Entiende
que debe crearse un profundo acercamiento entre judíos y católicos. No con
propósitos proselitistas, no para propiciar estériles e inconducentes polémicas
teológicas, como acaeció en el pasado. Sino para que cada parte profundice en
sus raíces, eleve lo más genuino de su tradición y fe, a fin de labrar,
mediante una labor mancomún, una realidad de justicia y paz. Habla de los «hermanos
mayores en la fe» no cual mero eufemismo, sino como designación real de la
íntima relación entre los miembros de ambos credos.
Busca
las sendas para acercar a las distintas denominaciones cristianas y mantener un
diálogo franco con todos los credos. El diálogo siempre refiere en él al
conocimiento del otro y el darse a conocer al otro, no a un mero acto de
simpatía. Una vez establecido el diálogo, el desafío que propone es el de
generar proyectos comprometidos y mancomunados en la construcción de una
realidad mejor. Aborrece la imposición de un discurso único e indiscutible en
todas las materias que hacen a la vida. Escucha con atención y respeto la
postura de su interlocutor.
En
los últimos tres años nos veíamos al menos una vez por mes. En 2010 escribimos
el libro Sobre el cielo y la tierra, que contiene nuestros diálogos
acerca de temas tan variados como Dios, el diablo, los ateos, la muerte, la
eutanasia, el aborto, el divorcio, etcétera. Todo aquello con lo que se
enfrenta el hombre. Después, entre 2011 y 2012, hicimos un programa de
televisión. Siempre me sorprendía con un gesto con el que acariciaba mi
corazón. Tras ser elegido Sumo Pontífice se comunicó conmigo. ¡Hablamos de
tantas cosas! Le pregunté si tenía presente el tema que acordamos grabar para
el próximo programa televisivo. Sin dudar, me contestó: «Sí. La amistad».
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