JUAN RUBIO, director de Vida Nueva
(Vida Nueva, nro. 2806, pág. 7)
La crisis de los lefebvrianos
va tocando a su fin con la creación, al parecer, de una prelatura nullius. Ya la
incorporación de miembros de la Iglesia de Inglaterra tuvo también esta figura
canónica, que en España es conocida por ser la concedida al Opus Dei por Juan Pablo II.
Parto del viejo dicho: Roma
locuta, causa finita. Aún así, el deseo integrador de Benedicto XVI, digno de
encomio, no parece contemplar situaciones que también son preocupantes, como
grupos de sacerdotes en América Latina, religiosas en los Estados Unidos o
algún que otro movimiento que
no niega el Vaticano II, sino que desea una mayor aplicación.
Las prelaturas personales, puestas al servicio de la comunión,
no deben hacer perder fuerza ante las creadas para potenciar la labor de un
carisma.
Doctores y canonistas tiene la Iglesia, pero si de unir
y reunir se trata, no conviene
mirar para un solo lado, sino abrir bien los ojos para poder
ayudar a una mayor pluralidad, no solo en el flanco conservador, también en el
progresista.
Lo que tirita es la comunión y hay mucho amor a la Iglesia y deseos de comunión
en quienes siguen dejándose la piel en las fronteras de la evangelización.
(El destacado en letra azul, es de
Dadlogratis)
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