José Antonio Pagola
Jesucristo: Catequesis Cristológicas (B.4)
Jesús no se ha detenido mucho en hablarnos de sí mismo. Más bien, nos ha hablado con hechos, actuando de una manera tan sorprendente, enigmática y original, que la comunidad cristiana posterior se verá obligada, a la luz de la resurrección, a utilizar diversos títulos que expresen lo mejor posible el misterio encerrado en Jesús.
Ciertamente, Jesús no se ha designado nunca con ciertos títulos que más tarde le atribuirán con razón las comunidades creyentes (Señor Salvador, Hijo de Dios, Palabra de Dios, Imagen del Padre, Dios).. Tampoco es fácil saber si Jesús se ha definido a sí mismo con el título de Hijo del Hombre, aunque muchos piensen así, apoyados en buenas razones.
Más interesante es ver la actitud de Jesús ante el título de Mesías (Cristo). Bastantes de sus contemporáneos han creído ver en Jesús el Mesías esperado en Israel, es decir, el Enviado por Yavé para establecer el reino davídico, liberando al pueblo judío de la dominación romana. Sin embargo, Jesús no se designa a sí mismo con el nombre de Mesías y adopta una postura de reserva cuando otros lo consideran como tal. No niega nunca ser el Mesías pero tampoco acepta este título indiscriminadamente (Mc 8, 29-33). Indudablemente, este título es ambiguo y ambivalente. Jesús no rechaza para sí abiertamente este título que encerraba tantas esperanzas de liberación para el pueblo. Pero, tampoco lo acepta sin más, ya que para muchos evocaba la figura de un liberador político-militar que Jesús no intenta ser. Más tarde, la comunidad cristiana, sin peligro ya de caer en malentendidos o falsas interpretaciones lo llamará así, y precisamente este nombre de Cristo se convertirá en el más importante para recoger la fe de los creyentes que ven en Jesús el verdadero liberador del hombre, el único que puede responder a las esperanzas y aspiraciones de la humanidad.
El testimonio de Jesús sobre sí mismo no debemos pues buscarlo tanto en los nombres que haya podido usar para definirse a sí mismo, sino en la actitud sorprendente y enigmática que ha adoptado durante su vida.
a. La autoridad de jesúsfrente a la Ley
Jesús se presenta como el único que puede interpretar legítimamente la Ley de Moisés. Pero además, tiene la audacia de ponerse frente a esa Ley que, para el pueblo judío, recoge de manera suprema la voluntad de Dios. Con una autoridad y libertad sin precedentes, Jesús contrapone a la Ley antigua su nuevo mensaje que contiene, según él, la verdadera voluntad de Dios. (“Se dijo a los antepasados, pero yo os digo” en Mt 5, 21-48).
Jesús no invita a sus contemporáneos a que obedezcan a la Ley de Moisés, sino les pide que escuchen sus palabras (Mt 7, 24-27).
Esta actitud de Jesús es nueva, sorprendente, sin paralelismos en la tradición judía. Al atribuirse una autoridad que rivaliza y desafía a la de Moisés, Jesús se está colocando por encima de Moisés y está pretendiendo conocer, con certeza suprema e inmediata la voluntad verdadera del mismo Dios (Mt 11, 27). ¿Quién pretende ser Jesús? ¿Cómo puede estar seguro de conocer la verdadera voluntad de Dios? ¿De dónde le viene esta autoridad y libertad para adoptar esta actitud inaudita?
b. La concesión del perdón a los pecadores
Uno de los datos mejor atestiguados sobre Jesús de Nazaret es que ha compartido la misma mesa con pecadores a los que nunca un judío piadoso se hubiera acercado (Mc 2, 15; Lc 15,2). Esta actitud de Jesús no es solamente un desafío a las normas de convivencia y prejuicios de los grupos “selectos” de Israel. No es solo un gesto de solidaridad de Jesús hacia los más despreciados de su sociedad, ofreciéndoles su confianza y amistad. Es algo más profundo. Según la mentalidad judía de la época, compartir el mismo pan y participar juntos en la bendición inicial de Yavé significa sentirse solidarios delante de Dios. Así, Jesús se atreve a unirse a los pecadores delante de Dios y celebrar anticipadamente la fiesta final porque está convencido de que los publicanos y las prostitutas llegan antes al Reino de Dios (Mt 21, 31).
Además, Jesús ofrece el perdón de Dios a estos hombres y mujeres que, según la teología oficial de la época, deberían huir de El (Mc 2m 1-12; Lc 7, 36-50). Y lo hace de manera gratuita, sin exigirles una penitencia previa, con lo cual adopta una actitud sin precedentes en la historia judía. El mismo Bautista acoge a los pecadores pero para hacer penitencia. Jesús los acoge para concederles el perdón de Dios.
Y cuando es criticado por la sociedad judía, Jesús justifica su actuación apelando a la conducta misma de Dios: Dios es amor y perdón. Si él acoge a los pecadores y los perdona es porque al obrar así no hace sino actualizar el perdón de Dios a todo hombre perdido (Lc 15).
Y cuando es criticado por la sociedad judía, Jesús justifica su actuación apelando a la conducta misma de Dios: Dios es amor y perdón. Si él acoge a los pecadores y los perdona es porque al obrar así no hace sino actualizar el perdón de Dios a todo hombre perdido (Lc 15).
Con esta actitud, Jesús no solo se pone en contra de la Ley judía, sino que pasa a ocupar un lugar que, según la convicción y la fe judía, solo puede tener Dios. ¿Cómo puede estar seguro Jesús de que Dios actúa así con los pecadores? ¿Con qué derecho identifica su actuación con la de Dios? ¿Cómo puede pretender enseñar a los hombres a través de su actuación cómo es Dios en realidad?
c. El comienzo de la liberación del hombre
De todos los judíos conocidos en la antigüedad, Jesús es el único que se atreve a afirmar que el tiempo de salvación ya ha llegado. De manera modesta, oculta, casi insignificante, pero con verdadera fuerza, el Reinado de Dios en la vida del hombre se está abriendo camino ya ahora (Mc 4,30-32; Mt 13, 31-33).
Más concretamente, Jesús vive convencido de que con su actuación y su mensaje, él mismo está ya haciendo realidad la acción salvadora de Dios en medio de los hombres. Los que conviven con él están siendo testigos de algo único (Lc 10, 23-24; 14, 31-32).
Jesús cree en la victoria salvadora de Dios no solo como una realidad futura final, sino como algo que comienza con él, con sus gestos, con su mensaje. Con él se ha asegurado ya la liberación del hombre pues Dios está actuando ya en medio de la vida (Lc 11, 20; Mt 12, 28).
Esto significa que Jesús se considera un factor decisivo para la salvación del hombre. La suerte final de los hombres depende de la postura que adopten ante él (Lc 12, 8). Pero, ¿por qué? ¿Cómopuede Jesús decir: “Quien quiera salvar su vida, la perderá. Pero, quien pierda su vida por mí y por esta Buena Noticia, la salvará”? (Mc 8, 35). ¿Cómo puede asegurar Jesús que Dios ha comenzado de manera decisiva a liberar al hombre precisamente con él, a partir de él?
d. La invocación a Dios como Padre
Jesús, al dirigirse a Dios en su oración, emplea una expresión sorprendente e inusitada. La sociedad que conoció Jesús veneraba tanto la grandeza y majestad de Dios que se evitaba pronunciar el nombre santo de Yavé. En la conversación ordinaria se acudía a otras expresiones o giros (y. g. el Altísimo; el Santo, alabado sea; la Gloria; el Señor de los cielos, etc). En la lectura litúrgica de las Escrituras era sustituido por el término solemne de “Adonay” (nuestro Señor). Solo, una vez al año lo pronunciaba el Sumo Sacerdote, y lo hacía en medio de música y cantos litúrgicos que impedían se escuchara su voz.
En este ambiente, resulta todavía más sorprendente la actitud de Jesús que se dirige siempre a Dios llamándole “Abba” (Mc 14, 36). Este término no significa sencillamente “Padre”. Era una expresión infantil empleada generalmente por los niños para dirigirse a sus padres ( papito). Jesús se dirige a Yavé con la misma confianza y familiaridad con que un niño judío se dirigía a su padre. Ningún judío se habría atrevido a llamar así a Yavé.
Esta actuación de Jesús causó tal impresión que los primeros cristianos no han querido traducir esta palabra al griego; la han conservado en su original arameo, tal como la pronunciaba Jesús: “Abba” (Rin 8,15).
En su relación con Dios, Jesús manifiesta no solo una confianza desconocida, sino, incluso, la conciencia de vivir en una relación única con El, distinta de la que puedan tener otros hombres (Mt 11, 27). ¿Por qué? ¿Dónde se apoya esta confianza absoluta en Dios? ¿Por qué se atreve a invocar a Dios con conciencia especial de hijo? ¿Cómo puede pretender una relación única con Dios distinta y superior a la de los demás hombres?
Para continuar el estudio de Jesús
1. Lectura
Se puede leer de manera seguida un evangelio íntegro: y. g. el de Lucas, para tratar de obtener una visión de conjunto de la imagen que ofrece de Jesús uno de los primeros cristianos. Es conveniente leer tratando de recoger los rasgos fundamentales de la actuación de Jesús y las ideas centrales que se repiten en su mensaje.
Se pueden también leer atentamente las citas que se ofrecen en esta catequesis, con el fin de descubrir cada uno personalmente la figura de Jesús a partir de los escritos evangélicos.
2. Preguntas para una reflexión
- ¿Qué se piensa sobre Jesús en los ambientes que tú conoces?
- ¿Qué aspectos del mensaje, la actuación o la personalidad de Jesús resultan más difíciles de aceptar por el hombre de hoy? ¿Por qué?
- Para ti personalmente, ¿qué es lo más importante en Jesucristo? ¿Por qué?
- Qué exigencias concretas plantea a nuestras comunidades creyentes el seguimiento en serio a Jesús?
- Para ti, ¿qué significa concretamente hoy creerle a Jesús?
3. Bibliografía
Entre las muchas obras existentes sobre Jesús, señalamos algunas de especial interés para lograr una visión más completa sobre Jesús.
- G.H. DODD, El fundador del Cristianismo. (Barcelona 1974). Ed. Herder. Obra sencilla donde se recoge con claridad lo que fundamentalmente podemos saber sobre Jesús.
- J. BLANK, Jesús de Nazaret: Historia y mensaje. (Madrid, 1973). Ed. Cristiandad. Estudio que recoge con sencillez y precisión los resultados de la investigación actual sobre Jesús.
- Ch. DUQUOC, Jesús, hombre libre. (Salamanca, 1976). Ed. Sígueme. Síntesis sencilla de cristología. Una obra extraordinaria para conocer el origen de la fe en Cristo.
- W. TRILLING, Jesúsy los problemas de su historicidad. (Barcelona, 1970). Ed. Herder. La mejor obra histórica de Jesús. Se trata de un estudio más técnico aunque de lectura no demasiado difícil.
- A. NOLAN, ¿Quién es este hombre? (Santander, 1981). Ed. Sal Terrae. Sugestiva obra sobre la personalidad humana de Jesús y la buena noticia que él proclamó.
- J.A.PAGOLA, Jesús de Nazaret. El hombre y su mensaje. (San Sebastián, 1984). Ed. Idatz. Estudio que recoge el trabajo de los investigadores y presenta de manera clara la personalidad de Jesús en su contexto socio-político y la alternativa que él ofrece con su vida y su mensaje.
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