LECTIO DIVINA (25-09-2011)
Mateo 21, 28-32
Jesús les preguntó:
–¿Qué os parece esto? Un hombre que tenía dos hijos le dijo a uno de ellos: “Hijo, ve hoy a trabajar a la viña.” El hijo le contestó: “¡No quiero ir!”, pero después cambió de parecer y fue. Luego el padre se dirigió al otro y le dijo lo mismo. Este contestó: “Sí, señor, yo iré”, pero no fue. ¿Cuál de los dos hizo lo que el padre quería?
–El primero –contestaron ellos.
Entonces Jesús les dijo:
–Os aseguro que los que cobran los impuestos para Roma, y las prostitutas, entrarán antes que vosotros en el reino de Dios. Porque Juan el Bautista vino a mostraros el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los cobradores de impuestos y las prostitutas sí le creyeron. Vosotros, aun después de ver todo eso, no cambiasteis de actitud ni le creísteis.
Otras Lecturas: Ezequiel 18, 25-28; Salmo 25, 4-9; Filipenses 2, 1-11
LECTIO
Para entender esta parábola nos conviene volver la mirada al comienzo de este capítulo. Mateo 21 se abre presentándonos a Jesús que llega a Jerusalén, y es recibido con honores de héroe. Algunos proclaman que es “hijo de David” o incluso el Mesías tanto tiempo esperado. Jesús, poco después, provoca el caos en el templo: vuelca las mesas, desparrama el dinero del templo y expulsa a quienes estaban comprando y vendiendo.
No es de extrañar que los jefes de los sacerdotes y los ancianos quieran saber con qué autoridad actúa de aquella manera (versículo 23). Jesús, a su vez, les hace una pregunta astuta respecto a Juan Bautista, lo cual les deja desconcertados (versículos 25-27).
Jesús reafirma su argumento contra los dirigentes religiosos contándoles la parábola de los dos hijos. El padre le pide al hijo mayor que vaya a trabajar a su viña. El hijo se niega a hacerlo, pero después cambia de idea y va a trabajar. El otro hijo comienza aceptando, pero sus acciones no concuerdan con sus palabras, y no actúa en consecuencia. Los dirigentes religiosos se ven forzados a concluir que fue el hijo mayor quien en realidad hizo lo que quería el padre.
Jesús entonces manifiesta que son las prostitutas y los recaudadores de impuestos quienes actúan como el hijo mayor. Mientras rechazan en principio el llamamiento de Dios para servirle, más tarde cambian de actitud y aceptan el mensaje de Juan. Y aceptan también el mensaje de Jesús. Se convierten y comienzan a vivir según la pauta del evangelio.
Lo sorprendente de la conclusión es que los dirigentes religiosos están en realidad actuando como el otro hijo. Mantienen las apariencias externas de la religiosidad, pero se niegan a cumplir la voluntad de Dios. Rechazan a los mensajeros de Dios. Rechazaron a Juan Bautista y ahora rechazan a su propio Mesías.
MEDITATIO
■ Esta parábola nos ofrece la oportunidad de comprobar nuestra relación para con Dios. Puede que inicialmente le dijéramos “sí”, pero ¿seguimos obedeciéndole? ¿O nos limitamos a mantener las apariencias de que le servimos mientras en realidad hacemos sólo lo que queremos?
■ Considera cómo quiere Dios que le sirvas en este momento concreto de tu vida. ¿De qué manera estás respondiendo a su llamada?
■ ¿Qué podemos aprender de esta parábola respecto a la gracia de Dios y a nuestra actitud hacia los demás?
ORATIO
Elabora tu propia respuesta a la llamada de Dios. En estos versos del Salmo 25, 5, 9-10 puedes encontrar una oración muy útil:
“Guíame, encamíname en tu verdad,
pues tú eres mi Dios y salvador.
¡En ti confío a todas horas¡
Guía por su camino a los humildes;
¡los instruye en la justicia!
Él siempre procede con amor y verdad
con quienes cumplen su pacto
y sus mandamientos.
CONTEMPLATIO
Lee Filipenses 2, 1-11. Medita sobre la maravillosa descripción de la humildad y grandeza de Jesús en los versos 5-11. Y considera luego tu respuesta a la exhortación de Pablo:
“No hagáis nada por rivalidad u orgullo, sino con humildad; y considere cada uno a los demás como mejores que él mismo. Que nadie busque su propio bien, sino el bien de los otros.”
Lectio Divina de la Sociedad Bíblica España
1 comentario:
¡Qué hermosos los versos del Salmo! Me dan fuerza y me llenan de paz.
La exhortación de S. Pablo es más necesaria que nunca; corren malos tiempos y sin humildad y sin amor, uno raras veces llega a buen puerto.
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