Por José Enrique Galarreta
Marcos 1, 12-15
12 Inmediatamente el Espíritu lo empujó al desierto.
13 Estuvo en el desierto cuarenta días, tentado por Satanás; estaba entre las fieras y los ángeles le prestaban servicio.
14 Después que entregaron a Juan llegó Jesús a Galilea y se puso a proclamar la buena noticia de parte de Dios.
15 Decía:
- Se ha cumplido el plazo, está cerca el reinado de Dios. Enmendaos y tened fe en esta buena noticia.
El evangelio de Marcos comienza con la predicación del Bautista (1:1-8), el Bautismo de Jesús (1:8-12), y el fragmento que hoy leemos (1:12-15)
Marcos presenta muy esquemáticamente la cuarentena de oración y ayuno de Jesús en el desierto. Mateo y Lucas la desarrollan más (las tres tentaciones) y Juan la omite. (El cuarto evangelio omite los sucesos que no le van bien a su teología, tales como éste, la angustia de Getsemaní y el desamparo de la cruz).
Se muestra el retiro de Jesús, su tentación y el principio de su predicación. Movido por el Espíritu. El bautismo de Juan es presentado en todos los evangelistas como infusión del Espíritu. Jesús, pleno del Espíritu de Dios, va a comenzar el anuncio de la Buena Nueva. El Espíritu le lleva a cuarenta días de soledad, de oración y ayuno, en que se incluye la tentación.
El tema de la tentación no es lo central en este domingo. Jesús se prepara para su trabajo con un tiempo de oración y soledad. Retirarse a orar en soledad será una costumbre de Jesús, frecuente en su vida, y lo hará muy especialmente en los momentos más importantes.
Los cuarenta días son simbólicos, como siempre en la Biblia. Son los cuarenta días de peregrinación de Elías al Horeb, al encuentro de Dios. Son los cuarenta años de peregrinación del pueblo por el desierto... Cuarenta, un ciclo completo.
Jesús termina su ciclo completo de preparación, en soledad, oración y ayuno. Esta preparación ha dado origen a la Cuaresma. Cuarenta días de camino hacia la Pascua.
Marcos parece indicar que Jesús empieza su predicación justamente cuando Juan es encarcelado, pero la conexión temporal de los dos párrafos puede no ser más que un recurso redaccional.
El centro del pasaje se encuentra sin duda - en Marcos - en el contenido del principio de la predicación de Jesús:
"El Reino de Dios está cerca:
convertíos y creed en la Buena Nueva"
Viene a ser como el pregón de toda la predicación de Jesús, el anuncio de todo lo esencial de su contenido. Inmediatamente después se describe el comienzo de su predicación en Galilea, que hemos leído en los domingos anteriores (domingos 2-9 del Tiempo Ordinario)
R E F L E X I Ó N
Es fácil identificar esos cuarenta días con unos días de "penitencia por los pecados". Y la presencia del Carnaval ha acentuado esa práctica.
Llevado hasta el extremo, se entiende a veces como unos días de purificación por el resto del año en que no nos preocupamos de ello.
No es necesario insistir en la poca validez del planteamiento. Pero, más en profundidad, tampoco nos basta con "penitencia por los pecados". El concepto que se maneja es más fuerte: conversión, y, en este sentido, la Cuaresma sirve para revivir uno de los aspectos más básicos, diríamos que el primero, de nuestra vida religiosa. Es el primer mensaje de Jesús: "Convertíos".
Convertirse es "volverse", "ir en otra dirección", "cambiar de mentalidad”. El encuentro con Jesús produce un cambio, un cambio de dirección, de criterios, de valores, de Dios. El cambio es, ante todo, "creer en la Buena Noticia". Por tanto, volvemos a los orígenes de nuestra fe, a aquello que nos hace llevar una vida distinta: que creemos en la Buena Noticia que Jesús trae, que le creemos a Jesús.
Esto plantea el enfrentamiento entre "la carne y el espíritu". En el lenguaje del Nuevo Testamento, estos son dos términos que indican simplemente la vida del creyente la vida animada por el Espíritu) y la vida dedicada a las cosas perecederas, la vida sin espíritu de Dios.
La acción de "El Espíritu" es el trabajo de Dios por salvar. Aceptar la Buena Noticia es aceptar ese concepto de Dios, esa visión de la vida, esa misión para la vida de cada uno, vivir con el Espíritu de Jesús. Con ese Espíritu, la vida es algo diferente, es una vida nueva, renovada, salvada de la oscuridad, de la muerte.
Todo esto lo celebramos en el Bautismo, con el signo del agua. Por eso está presente en este domingo la mención del Diluvio. En aquel desastre natural, el agua fue la muerte para muchos. Los autores del relato bíblico entienden la acción de Dios con Noé como “salvarlo de las aguas”, salvarlo del desastre, de la muerte. Éste es el primer simbolismo - bastante olvidado - del agua del bautismo, y por eso se celebraba en la primera iglesia “por inmersión”: se sumergía al catecúmeno en el agua y se le sacaba de ella.
Era el símbolo de que Dios nos salva de la muerte. Era también un símbolo de la resurrección de Jesús: sumergido en la muerte y salvado de ella por el poder de Dios.
Pero es un texto peligroso. Antes, Dios ha decidido exterminar al género humano a causa de sus pecados, y éste dios no es Abbá. Ahora es aplacado por el sacrificio de Noé, y esta acción ha sido presentada para explicar la muerte sangrienta de Jesús como sacrificio que aplaca la ira de Dios. Finalmente, Dios se muestra como aliado ¿de quién?
Israel lo entenderá no pocos veces como aliado suyo, de ese pueblo, contra otros pueblos. Graves peligros. Quizá sería necesario explicarlo detenidamente, pero no habrá tiempo en una homilía. Quizá podríamos repetir la primera lectura del domingo pasado (7º TO). Porque el tema básico que transmite el evangelio es más válido y profundo.
Toda nuestra celebración de la Pascua tiene un tema fundamental: Dios salvador de la muerte, Dios más fuerte que el mal. Por eso, el centro de la celebración no es el pecado o la penitencia, sino la resurrección, el triunfo del bien, que se realiza en Jesús resucitado, el Primogénito, detrás del cual vamos todos nosotros.
La Cuaresma es por tanto el principio de un camino que conduce hacia la Vigilia Pascual, con la renovación de nuestro Bautismo. El día en que nos bautizaron empezó para nosotros una vida nueva, una vida inspirada y animada por el Espíritu de Jesús. Jesús muerto y resucitado es el origen de esa vida nueva, y cada año, al recordar y celebrar su muerte y su resurrección, celebramos nuestra incorporación a esa nueva vida.
La muerte se toma siempre en dos sentidos: la muerte como término de la vida, como paso a la vida definitiva y como última prueba para la fe. Pero también la muerte como símbolo: nuestra vida anterior, la que llevábamos antes de seguir a Jesús, atenta a los criterios y valores mundanos, ha muerto. Vivimos ya otra vida, resucitados, salvados de aquella vida que no es vida.
Es ésta una parte fundamental del mensaje de Jesús: “convertíos” viene a significar lo mismo que “despertad”, “salid de la muerte”, “asomaos a la Vida plena”. Por eso la Noticia es Buena, es una invitación a vivir, a vivir más plenamente.
La vida de los seguidores de Jesús está invitada a la plenitud, a ser más plenamente humana. Una Vida comparada con la cual lo anterior es estar muerto. Que existe ese otro modo de vivir, que ese modo de vivir es la obra de Dios, que todo eso lleva al ser humano a su plenitud, es una muy Buena Noticia.
Así, el primer mensaje de la Cuaresma es una invitación a vivir en plenitud, a dejar que la vida se llene del Espíritu, siguiendo a Jesús, que, lleno del Espíritu, empieza su camino, un camino que no lleva a la cruz sino que pasa por la cruz y llega hasta la Vida definitiva.
Para terminar, es muy significativa la última frase del evangelio de Marcos: Jesús sale a los caminos a invitar a la conversión. Más allá de su verdad histórica, es una magnifico símbolo de la espiritualidad del cristiano: no ha ido él a buscar a Dios, sino que Dios ha ”bajado” a sus caminos, a encontrare, a invitarle. Lo nuestro es responder.
Por eso, la cuaresma no es un esfuerzo nuestro “a ver si Dios me perdona”, “a ver si Dios me escucha”. Es un esfuerzo de Dios para que yo le escuche, una oferta de perdón, una oferta de vida: “Convertíos” significa simplemente, hacedle caso, aceptad la oferta de Dios Salvador.
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