(Reflexión a Jn. 13,31-33a.34-35)
Es la víspera de su ejecución. Jesús está celebrando la última
cena con los suyos. Acaba de lavar los pies a sus discípulos. Judas ha tomado
ya su trágica decisión, y después de tomar el último bocado de manos de Jesús,
se ha marchado a hacer su trabajo. Jesús dice en voz alta lo que todos están
sintiendo: "Hijos míos, me queda ya poco de estar con vosotros".
Les habla con ternura. Quiere que queden grabados en su
corazón sus últimos gestos y palabras: "Os doy un mandamiento nuevo:
que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros.
La señal por la que os conocerán todos que sois mis discípulos será que os
amáis unos a otros". Este es el testamento de Jesús.
Jesús habla de un "mandamiento nuevo". ¿Dónde
está la novedad? La consigna de amar al prójimo está ya presente en la
tradición bíblica. También filósofos diversos hablan de filantropía y de amor a
todo ser humano. La novedad está en la forma de amar propia de Jesús: "amaos
como yo os he amado". Así se irá difundiendo a través de sus
seguidores su estilo de amar.
Lo primero que los discípulos han experimentado es que Jesús
los ha amado como a amigos: "No os llamo siervos... a vosotros os he
llamado amigos". En la Iglesia nos hemos de querer sencillamente como
amigos y amigas. Y entre amigos se cuida la igualdad, la cercanía y el apoyo
mutuo. Nadie está por encima de nadie. Ningún amigo es señor de sus amigos.
Por eso, Jesús corta de raíz las ambiciones de sus discípulos
cuando los ve discutiendo por ser los primeros. La búsqueda de protagonismos
interesados rompe la amistad y la comunión. Jesús les recuerda su estilo:
"no he venido a ser servido sino a servir". Entre amigos nadie se ha
de imponer. Todos han de estar dispuestos a servir y colaborar.
Esta amistad vivida por los seguidores de Jesús no genera una
comunidad cerrada. Al contrario, el clima cordial y amable que se vive entre
ellos los dispone a acoger a quienes necesitan acogida y amistad. Jesús les ha
enseñado a comer con pecadores y gentes excluidas y despreciadas. Les ha reñido
por apartar a los niños. En la comunidad de Jesús no estorban los pequeños sino
los grandes.
Un día, el mismo Jesús que señaló a Pedro como
"Roca" para construir su Iglesia, llamó a los Doce, puso a un niño en
medio de ellos, lo estrechó entre sus brazos y les dijo: "El que acoge a
un niño como este en mi nombre, me acoge a mí". En la Iglesia querida por
Jesús, los más pequeños, frágiles y vulnerables han de estar en el centro de la
atención y los cuidados de todos.
José Antonio Pagola
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