Que algunos políticos consideran que los españolitos de a pie somos unos estúpidos es algo que durante las últimas semanas, mejor los últimos meses, ha quedado en evidencia ante la falsa duda que se plantea respecto a si Zapatero se presentará o no como candidato a Presidente de Gobierno para las próximas elecciones.
Desde luego, yo de profeta no tengo un pelo, pero haría falta ser un obtuso total para no entender lo obvio: Zapatero no será, en ningún caso y bajo ningún concepto, el candidato del partido actualmente gobernante para ocupar la presidencia del gobierno.
¿Qué cómo puedo estar tan seguro? Pues muy fácil: dentro de ese mismo partido existen cabezas pensantes muy bien amuebladas. Han gobernado el país durante años y han sabido hacerlo razonablemente bien, con sus luces y sombras, claro está. Tan razonablemente bien como puede hacerlo cualquiera en cualquier país del mundo. Con las mismas luces y sombras de cualquier gobierno en cualquier país del mundo.
Esas cabezas, llenas de sentido común, saben, como a estas alturas (y desde hace ya años) todos sabemos, que Zapatero es el peor gobernante que ha tenido España desde hace decenios: ignorante, sectario, soberbio y con una nula capacidad conciliadora. Se ha rodeado de una pléyade de gente aún más ignorantes que él porque aquéllos que participaron en alguno de sus gobiernos y tenían dos dedos de frente acabaron huyendo ante tanto sinsentido. Hoy Zapatero y su gobierno (con alguna anecdótica excepción) son la evidencia de que al gobierno de un país democrático puede llegar cualquiera, con independencia de su valía personal. El resultado de sus caprichos están ahí, no me los invento yo: España en bancarrota, más de cuatro millones de parados sin perspectiva alguna de encontrar empleo, ni a corto ni a medio plazo, las empresas hundiéndose, somos el hazmerreír de Europa y hemos perdido el poco o mucho prestigio que los gobiernos anteriores, desde Adolfo Suárez, nos hubieran podido conseguir.
Todo esto que digo lo saben en el seno de su partido y si no lo han tumbado ya, desde dentro, es por el daño que eso hubiera producido a su propia estructura. Pero está claro que no van a consentir que este individuo siga haciendo daño, primero a su propio partido y, después, a España. Los candidatos a las próximas municipales y autonómicas huyen de él como de la peste, porque su presencia en los actos de campaña significaría pérdida segura de votos. Tendrán que aceptar su presencia, a regañadientes, cuando les venga impuesta desde arriba.
Desde el principal partido de la oposición deben estar deseosos de que esta falsa margarita se deshoje finalmente dándonos la sorpresa de que Zapatero SÍ será el candidato. El resultado de ello sería la mayoría más absoluta y festejada que un partido hubiera alcanzado nunca en nuestra democracia y que, posiblemente, nunca más se volvería a alcanzar. La contrapartida es que el partido actualmente gobernante se hundiría hasta cotas a las que, también probablemente, nunca más volvería a bajar en toda su historia futura.
Todo esto lo saben en su partido y por ello no resulta, en absoluto, aventurado afirmar con rotundidad que el 2 de abril, o el 3 o el 4 o cuando sea, se anuncie oficialmente que, para el bien de nuestro país, este “terminator” no volverá a optar a la presidencia del gobierno.
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