Por Faustino Villabrille
Cuando
fue ordenado obispo imprimió una forma y estilo totalmente nuevos a la misión
de ser pastor de su pueblo. Escribimos estas líneas en homenaje y
reconocimiento a él por su compromiso con los oprimidos y como denuncia pública
y radical de quienes quieren acabar con su vida.
Al
cumplirse los 40 años de su ordenación hemos recibido este comentario que lo
dice todo sobre su forma de querer ejercer su misión de pastor de los pobres:
"Tres elementos, más que
significativos, le imprimieron a aquella ceremonia de ordenación un carácter
totalmente innovador y profético que tuvieron fuerte repercusión no sólo en la
iglesia de Brasil, sino también en muchas iglesias del mundo y en la sociedad.
• El primero: La ordenación se
realizó en la más rica y mayor catedral del mundo. La bóveda de esta catedral
estaba adornada por la multitud incalculable de las estrellas del cielo. Las
paredes estaban formadas, de un lado, por el agua libre del Araguaia; del otro
por las arenas de la colina de Sao Félix. Al fondo, la pobre y pequeña iglesita
de la comunidad. Al pie de la colina, como para recordar lo provisorio y frágil
de la vida, el cementerio donde tantas personas, muertas o "matadas",
descansaban, al lado del secular cementerio Karajá.
• El segundo: Pedro rehusó
cualquier señal externa que lo diferenciase en la iglesia. Puedo equivocarme,
pero creo que es el único obispo de este Brasil, y tal vez del mundo, que se
planteó no usar nunca ninguna insignia episcopal. Las insignias episcopales que
se les entregan al obispo en su ordenación hoy son el anillo, el báculo, la
mitra y la cruz pectoral. Señales externas del lugar que ocupa el obispo en una
iglesia estructurada en forma jerárquica. Señales de su autoridad y poder. El
obispo ostenta además un escudo que representa su lema de vida y servicio. Sus
vestimentas también se diferencian de las de los simples sacerdotes (Tiempos
atrás los obispos todavía usaban en las celebraciones guantes, calzados
especiales y vestidos diversos. Todo ello para mostrar su importancia en la iglesia).
Pues bien, en aquella noche del 23 de octubre de 1971, la bóveda celeste, las
aguas del Araguaia y todos los que estábamos allí fuimos testigos de que algo
nuevo acontecía. Un obispo rehusaba las marcas de poder para insertarse
totalmente en la vida del pueblo. Estas palabras profético-poéticas hicieron
eco:
Tu mitra será
un sombrero de paja sertanejo; el sol y la luna; la lluvia y el tiempo sereno;
las miradas de los pobres con los que caminas y la mirada gloriosa de Cristo,
el Señor.
Tu báculo será
la verdad del Evangelio y la confianza de tu pueblo en ti.
Tu anillo será
la fidelidad a la Nueva Alianza del Dios Libertador y la fidelidad al pueblo de
esta tierra.
No tendrás otro escudo
que la libertad de los hijos de Dios; ni usarás otros guantes
que el servicio del amor.
• El tercer elemento que marcó
esta ordenación dejó un reguero de luz y de esperanza. Despertó, por un lado,
la adhesión inmediata de los cristianos en toda la iglesia y en los más
diversos sectores de la sociedad; por otro, provocó reacción airada y violenta
en los agentes de la dictadura militar y de los que se enriquecían con los
incentivos públicos a costa del sacrificio, del dolor y de la esclavitud de
muchos.
Fue su carta pastoral divulgada en
aquella ocasión y que se titulaba: UNA IGLESIA DE LA AMAZONIA EN CONFLICTO CON
EL LATIFUNDIO Y LA MARGINACIÓN SOCIAL. Un documento que marcó época y se
convirtió en un divisor de corrientes en el seno de la iglesia del Brasil. La
carta pastoral no mira para dentro de la iglesia. Es un mirar de la iglesia
sobre la realidad desnuda y cruda del pueblo al que esta iglesia vino a servir.
En ella se relatan las situaciones
vividas por los "posseiros" que eran expulsados de las tierras
ocupadas y trabajadas desde hacía decenas de años; la realidad de los indios,
cuyos territorios eran invadidos en beneficio del capital; y la explotación de
los peones, trabajadores traídos de diversas comarcas del país y sometidos a
las más degradantes condiciones, en situación similar a la de los esclavos.
Una palabra clara y profética que
denunciaba las injusticias que se cometían contra el pueblo y que tuvo eco en
Brasil y en todo el mundo. Pedro decía en la introducción:
"Si la primera función del obispo
es ser profeta, y "el profeta es la voz de los que no tienen voz"
(Card. Marty), yo no podría honestamente quedarme con la boca callada al
recibir la plenitud del servicio sacerdotal".
La
ordenación no fue sólo una celebración. Se concretizó, en todos los rincones de
la prelatura, en formas simples y pobres de vida, en un compartir la vida con
los sertanejos e indígenas; en una toma de decisiones de forma colectiva y
hermanada, donde seglares, religiosos y sacerdotes tenían voz, mirando siempre
al pueblo y a su historia.
Han
pasado cuarenta años. Y no podemos olvidar aquellos acontecimientos que fueron
los fundamentos de nuestra diócesis".
Lo
que denunciaba en su primera carta pastoral, sigue desgraciada y tristemente de
plena actualidad. Pero ¿donde están hoy los profetas como Pedro? ¿Por qué
muchos se han quedado mudos y a otros muchos se les tapó la boca? Una iglesia
que no es profeta de la causa de los pobres no es la Iglesia del profeta de
Nazaret.
Esta información es de la revista
Alandar.
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