Por Ángel Arnaiz Quintana,
OP
¿Cómo
puede un presbítero negar la comunión a un enfermo grave de cáncer porque no
haya realizado el rito del matrimonio de la Iglesia, siendo así que es un padre
ejemplar y un esposo admirable?
¿Cómo
se puede negar el pan de vida a miles, millones, de campesinos del continente
latinoamericano y de todo el mundo porque no tienen ese rito eclesiástico en su
haber, siendo así que son padres y madres de familia que aman a sus hijos e
hijas y se sacrifican por ellos, y como pareja son maravillosamente humanos?
¿Por
qué se condena a parejas de emigrantes a que no se puedan casar con ceremonia
eclesiástica porque no tengan sus papeles de bautismo en regla a causa de una
guerra infernal, de hace años ya?
¿No
puede una doctora, médico, comulgar el cuerpo sacramentado de Jesús cuando
cumple llena de amor su trabajo con enfermos y es fiel en su matrimonio, aunque
no se haya casado por la iglesia con el rito oficial por los motivos más
diversos que pueda haber?
¿Dónde
está el amor compasivo que Jesús proclamó como supremo mandamiento cristiano:
"Sean compasivos como su Padre celestial es compasivo"? ¿Dónde
aparece el clamor de los profetas: conocimiento vivo, experimental, de Dios
quiero, y no sacrificios (ritos litúrgicos hoy), misericordia en vez de
holocaustos (leyes vacías de contenido humano)? ¿Dónde las bienaventuranzas?
¿Cómo
no van a vaciarse las iglesias católicas en el mundo rural de todos los
continentes si son considerados pecadores, o al menos, indignos de acercarse a
Jesús? ¿Pero no fueron ellos los preferidos de Jesús de Nazaret? ¿No se dirigen
a ellos antes que a cualesquiera otros las bienaventuranzas? ¿No se rodeó Jesús
de pescadores y gentes que no se habían casado ni siquiera por lo civil, que
diríamos hoy? ¿No nos explicó el Apóstol que para ser libres nos libertó
Cristo?
Humillación
tras humillación: una vida matrimonial, familiar, tan maravillosa en valores
humanos y cristianos -no se desconocen los limitantes también de esta vida,
claro- , no es digna de recibir el sacramento del amor de Jesús.
No
importa que haya un amor entregado, generoso, un amor fiel, sin otras
relaciones, un amor permanente, vivido para toda la vida aquí en la tierra,
esto es, las características del amor cristiano verdadero.
Así
les han tenido durante siglos, colonizados, humillados, marginados, y así se
mantienen en lo más profundo quienes quieren ser fieles de la Iglesia.
Es
más importante llenar una iglesia de flores, de músicos, de alfombras, de
vestidos, de palabras, aunque la consistencia de ese amor ni se conozca. Vale
más el rito que la vida probada de cada día. No nos extrañemos de que las
buenas gentes sean absorbidas por grupos religiosos que les hablan en directo a
ellos y les reciben sin tantas trabas. La iglesia católica va a quedarse vacía
de pobres a este paso, los preferidos de Jesús.
Les
hablo desde esta Centroamérica crucificada, desde un paisito pequeño, El
Salvador, pero es un clamor de todo un continente. No sean sordos a su voz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario