Eloy Roy, pecador
Querida
Iglesia, ya no eres la barca de Pedro, sino una vetusta nave de la orgullosa y
ahora difunta White Star Line. Imbuida de tus glorias pasadas, te crees
insumergible ya que dices: ¡"Soy infalible! "... Abre los ojos. La
banquisa está allí muy cerca, sobre tu derecha.
A tu
barco dale enseguida un vigoroso golpe de timón hacia la izquierda, si no te
vas a hundir como el Titanic, tú, la reina de los mares, tú, la nueva Tiro...
(Ezequiel 27, 25-36). El deber de conversión es también para ti, sabes.
Es
cierto que por la izquierda se corren grandes riesgos, pero hoy en día es allí
donde se encuentra el pescado. Porque es allí donde late el corazón, el sueño,
la utopía, la intuición de ese Reino, por el cual Jesús dio su vida. O haces
rumbo a toda máquina hacia estas tierras mal desbrozadas que necesitan de ti, o
te vas a pique al fondo del mar.
Desde
Marshall McLuhan, todo el mundo sabe que "el medio es el mensaje", o,
si prefieres, "el mensaje es el mensajero". De tanto no encarnar lo
que intenta transmitir, el mensajero termina perdiendo toda credibilidad. Y al
final, muchos le dan la espalda tanto al mensaje como al mensajero.
Hoy
en día mucha gente se burla de Dios y no le presta más atención al Evangelio,
porque la Iglesia, que se presenta al mundo como mensajera de ambos, ya tiene
muy poca credibilidad.
Qué
conste, aquí no me refiero sino a la gran Iglesia en su aspecto imperial, con
sus estructuras, su mentalidad, su forma de gobierno, su moral y sus
parafernalias de épocas muertas. Y no, por cierto, a estos pequeños grupos de
fieles lúcidos y valientes que, en varias partes del mundo, encuentran aún la
forma de seguir adelante a pesar de no ser tomados en cuenta por la gran
iglesia, o de verse forzados a vivir al margen de ella.
Por
de pronto, tú que te identificas tan "humildemente"... como la única
y verdadera Iglesia de Cristo, has manifestado tu firme propósito de
re-evangelizar a esta parte del mundo que has perdido. Nada más normal puesto
que para eso has sido inventada. Pero hace treinta años que te propones lo
mismo y no pasa nada.
Has
de entender que para evangelizar no existen mil medios, sino uno solo: que tú
misma te vuelvas Evangelio de pies a cabeza, en tu corazón, en tus vértebras,
en tus huesos, es decir, en tu forma de ser, de pensar, de vivir, de
organizarte, de trabajar y de hablar.
El
mayor obstáculo a tu proyecto de evangelización, no lo busques lejos, porque tú
misma eres ese obstáculo. Mírate en el espejo y, con la mano en el corazón,
dime si Jesús se reconocería en ti. ¿Puede uno leer fácilmente sobre tus rasgos
el Evangelio de Jesús? Te apuesto que no. Sería como pedir a un analfabeto que
descifrara unos jeroglíficos mayas o unos ideogramas chinos. Personalmente no
puedo hacer tal lectura, a pesar de que yo tenga algunas nociones de chino...
Te
suplico, deja, por favor, de confundir la Buena Noticia de Jesús con tu
indecente y ridículo alineamiento con la augusta sabandija que embauca y
estruja al mundo.
Renuncia
a tu obsesión enfermiza por el sexo, tema que en tus tribunas ha llegado a
copar todo el espacio que por derecho divino corresponde exclusivamente al
anuncio alegre de la Buena Noticia a los pobres y a los oprimidos.
Deja
de ver enemigos por todas partes cuando, en realidad, no tienes peor enemigo
que tú misma.
Además,
antes de sentirte continuamente perseguida por el mundo entero, deja de acosar
a los que muy afortunadamente no piensan del todo como tú.
Si, a
veces, te cuesta demasiado predicar toda la verdad de Jesús ante los crímenes
contra la humanidad que cada día se cometen en el mundo, sería mejor que te
calles. Pues de tanto adaptar el evangelio a tus intereses de clase, lo has
vuelto estéril y tan nefasto como la mentira.
Si,
por fin, se te ocurre que haya en ti cosas que no se pueden ni se deben
cambiar, ten por seguro que realmente te estás tomando por Dios y que por lo
tanto ya no se puede esperar nada de ti (Ezequiel 28, 1-19).
Pero
sigo pensando que todavía puedes esquivar la banquisa, si quieres.
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