(Reflexión a Mc.
10, 46-52)
La curación del ciego Bartimeo está narrada por Marcos para
urgir a las comunidades cristianas a salir de su ceguera y mediocridad. Solo
así seguirán a Jesús por el camino del Evangelio. El relato es de una
sorprendente actualidad para la Iglesia de nuestros días.
Bartimeo es "un mendigo ciego sentado al borde del
camino". En su vida siempre es de noche. Ha oído hablar de Jesús, pero
no conoce su rostro. No puede seguirle. Está junto al camino por el que marcha
él, pero está fuera. ¿No es esta nuestra situación? ¿Cristianos ciegos,
sentados junto al camino, incapaces de seguir a Jesús?
Entre nosotros es de noche. Desconocemos a Jesús. Nos falta
luz para seguir su camino. Ignoramos hacia dónde se encamina la Iglesia. No
sabemos siquiera qué futuro queremos para ella. Instalados en una religión que
no logra convertirnos en seguidores de Jesús, vivimos junto al Evangelio, pero
fuera. ¿Qué podemos hacer?
A pesar de su ceguera, Bartimeo capta que Jesús está pasando
cerca de él. No duda un instante. Algo le dice que en Jesús está su salvación:
"Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí". Este grito repetido
con fe va a desencadenar su curación.
Hoy se oyen en la Iglesia quejas y lamentos, críticas,
protestas y mutuas descalificaciones. No se escucha la oración humilde y
confiada del ciego. Se nos ha olvidado que solo Jesús puede salvar a esta
Iglesia. No percibimos su presencia cercana. Solo creemos en nosotros.
El ciego no ve, pero sabe escuchar la voz de Jesús que le
llega a través de sus enviados: "Ánimo, levántate, que te llama". Este
es el clima que necesitamos crear en la Iglesia. Animarnos mutuamente a
reaccionar. No seguir instalados en una religión convencional. Volver a Jesús
que nos está llamando. Este es el primer objetivo pastoral.
El ciego reacciona de forma admirable: suelta el manto que le
impide levantarse, da un salto en medio de su oscuridad y se acerca a Jesús. De
su corazón solo brota una petición: "Maestro, que pueda ver".
Si sus ojos se abren, todo cambiará. El relato concluye diciendo que el ciego
recobró la vista y "le seguía por el camino".
Esta es la curación que necesitamos hoy los cristianos. El
salto cualitativo que puede cambiar a la Iglesia. Si cambia nuestro modo de
mirar a Jesús, si leemos su Evangelio con ojos nuevos, si captamos la
originalidad de su mensaje y nos apasionamos con su proyecto de un mundo más
humano, la fuerza de Jesús nos arrastrará. Nuestras comunidades conocerán la
alegría de vivir siguiéndole de cerca.
José Antonio Pagola
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