Por José Arregui
Busco
"campaña" en el diccionario de la Real Academia Española, revelación
sin fin –como todos los diccionarios– del misterio del Universo contenido en
las palabras, y leo la primera definición: "Campo llano sin monte ni
aspereza". Y el ánimo se me ensancha. Sigo leyendo. El octavo significado
del término "campaña" dice: "Tiempo que cada año estaban los
ejércitos fuera de los cuarteles en operaciones de guerra". Y se me encoge
el alma de solo leerlo.
Dentro
de unos días arrancará oficialmente la campaña electoral en Galicia, en Euskadi,
en Cataluña. Tal vez muy pronto también en Navarra. O tal vez estamos siempre
en campaña, pues en cuanto pasan unas elecciones ya se piensa en las
siguientes. Tal vez sea así la política, y el precio de la democracia. Pero uno
se siente asfixiado, y echa de menos el campo abierto con sus montañas y
asperezas.
Yo no
entiendo de política sino lo que todo el mundo, guiado por el sentido común y
por la escasa información fiable que nos llega, sobre todo en tiempos de
campaña, que es casi siempre. Pero permitidme que, con sinceridad y sin
arrogancia, me dirija a vosotros, candidatas y candidatos de todos los
partidos. Por cierto, los diccionarios dicen también que "candidato"
viene del latín candidus (blanco), y
así se llamaban en Roma a quienes optaban a puestos públicos, pues vestían
togas blancas, color de la llama de luz, de la llama de la vida.
No
exigimos que seáis intachables ni dechados de virtud, pero os pedimos que
honréis al pueblo que decís representar, que seáis reflejo de las virtudes
mejores de las ciudadanas y ciudadanos, os votemos o no, y que no os sometáis
al fascismo financiero, que denunciéis y combatáis unánimemente la peor
dictadura y el mayor terrorismo que amenaza al planeta y que padecemos
directamente: esta economía neoliberal de la especulación y la codicia, cuyos
paraísos particulares son infierno para todos.
Os
suplicamos que habléis con respeto, que debatáis con mesura, cortesía,
dignidad. Y también con modestia, pues vosotros sabéis lo que todos sabemos:
que los problemas son complejos, cada vez más complejos, y que nadie tiene
solución para nada sin todos los demás, o sin la mayoría al menos. Y os rogamos
que dialoguéis con todos, todos con todos, como hace la gente civilizada en el
aula, en la calle o en la cola de la tienda. Y que cuando tengáis algo que
reprochar a otro partido, nunca miréis la paja en el ojo ajeno sin primero
mirar la viga en el vuestro.
No
soportamos nuestros medios de comunicación acaparados por vuestras
interminables peleas de la mañana a la noche. No podemos admitir en vuestros
labios mentiras y medias verdades, expresiones de odio y venganza o de mutuo
desprecio. No podemos tolerar que quienes nos representan hablen con tonos y
modales que ni en casa ni en el colegio ni siquiera en la calle permitimos a nuestros
hijos. Estos necesitan aprender de vosotros cortesía, nobleza, grandeza de
ánimo: HUMANIDAD.
Y
otra cosa. De Cataluña a Galicia, pasando por el País Vasco, es urgente que
busquéis entre todos un nuevo marco político de convivencia de los pueblos y naciones
del Estado español. Se impone un gran paso adelante, en nombre de la
civilización y de la democracia. No se trata de dividir, sino de encontrar otra
solución a la división existente. Cuanto más se imponga la unión, más grande
será la división.
Hemos
de avanzar hacia una Europa y un mundo sin fronteras, sin patrias ni
pasaportes, en que nadie sea extranjero, pero solo es posible desde la voluntad
de los pueblos. No sé quién lo tiene que decidir ni cómo, pero nunca habrá
armonía y comunión en el Todo sin libre adhesión de las partes. Permitidnos
soñar. Mirad qué bello es el campo.
Candidatas
y candidatos, humanizad vuestra campaña, iluminad nuestro futuro.
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