viernes, 10 de agosto de 2012

Nicolás Castellanos: “No sé por qué la Iglesia española guarda silencio; es el momento de denunciar como los profetas”

“Soy cada día más feliz entregándome a los pobres”

“Aquí la corrupción impera exactamente igual, o peor que allí”

José Manuel Vidal, 08 de agosto de 2012

“Los directivos de Hombres Nuevos son bolivianos que estudiaron con las becas del proyecto”

Nicolás Castellanos, el obispo del proyecto boliviano 'Hombres Nuevos' viene casi todos los veranos a España: a concienciar a los ricos venidos a menos. En esta ocasión, ha encontrado un país triste, corrupto y desilusionado. Y una jerarquía eclesiástica que guarda silencio y no ejerce la denuncia profética. Él sigue su camino sin cansarse: “Soy cada día más feliz entregándome a los pobres”.
Don Nicolás, bienvenido. ¿Qué se explica en el manual de Hombres Nuevos? ¿En qué consiste?
Yo aquí vengo a mostrar la realidad empobrecida en la que estoy inmerso. La ONU, en mayo de este año, ha dado estos datos sobre Bolivia: Bolivia tiene 5 millones de pobres, 2 millones de niños pobres. El 27% de los bolivianos pasa hambre severa. Y 14.000 niños mueren por muertes evitables al año. Ante esa realidad, yo no puedo quedarme cruzado de brazos. Por eso vengo a mostrar y a compartir esos problemas con esas personas que tienen sensibilidad social y cristiana. Los problemas del Sur, que verdaderamente son angustiosos, son trágicos, son tremendos. Creo que por eso tenemos que unirnos y formar ese gran pacto social para que la pobreza deje de ser la ignominia de la humanidad.
¿O sea que usted viene todos los veranos para tocar las conciencias para que los creyentes sean solidarios y se involucren en la solución de la pobreza?
No solamente de los creyentes, sino de todo hombre o mujer que tenga conciencia humanitaria. Mucha gente dice: “En ese Dios, en esa Iglesia, en esas misiones... creemos también nosotros”.
¿Cuántos años lleva el proyecto Hombres Nuevos?
20 años. Además, es un proyecto netamente boliviano. Desde hace 8 años, el equipo directivo es todo boliviano. Fueron niños que crecieron con nosotros, les dimos beca para que fueran a la universidad, y cuando terminaron sus estudios vinieron y nos dijeron: “A mí gente de España que no me conocía me ayudó a que fuera un profesional, un licenciado en medicina, en ciencias de la educación, en filosofía... Yo ahora quiero ayudar a mi gente pobre de Bolivia”. Esos son los que dirigen hoy Hombres Nuevos. Además tenemos 25 voluntarios bolivianos también promocionados y educados por nosotros, que ahora están trabajando por su país.
De todo el proyecto, que es muy conocido y ha sido varias veces premiado, ¿de qué se siente usted más orgulloso?
Allí lo fundamental, en un país como Bolivia que tiene un millón de niños y niñas sin escuela, es la educación. Nosotros damos de comer, tenemos proyectos de salud, etc. Pero fundamentalmente creemos que para que un país salga de la pobreza y del subdesarrollo necesita escuela para todos, de cierta calidad y que eduque en valores. Por eso en el país hemos hecho más de 100 escuelas. Porque nos dimos cuenta de que la forma de salir de la pobreza en Bolivia es apostar por la educación. Nuestra tarea es lograr que no haya ningún niño ni niña bolivianos sin escuela. Y para darle calidad a esa educación necesitamos recursos: psicólogos, pedagogos, trabajadores sociales... Y todo eso necesita dinero.
¿El proyecto se ha extendido por toda Bolivia?
Sí. Aunque nació en Santa Cruz de la Sierra, hoy día tenemos escuelas en todas las regiones. Antes, los bachilleres, a 5 mil metros de altura, tenían que ir andando 5 o 6 horas de ida y otras tantas de vuelta desde la escuela. Gracias a un empresario hicimos una escuela y un internado, y de esa manera pasan la semana, y el viernes vuelven a sus casas.
¿Sigue siendo tan feliz como cuando empezó?
Sí, igual. Yo fui muy feliz de obispo en Palencia, fui muy feliz de agustino, y ahora soy cada día más feliz entregándome a los pobres. El Señor te lo recompensa con generosidad.
Cuando usted presenta el proyecto aquí, ¿la gente rica responde? ¿Respondemos los que vivimos acomodadamente?
Sí, afortunadamente estoy muy satisfecho. Qué duda cabe de que, en justicia, el Norte tendría que dar mucho más al Sur. Sin embargo, y a pesar de la crisis, hay una respuesta. Lo público ha disminuido un 50%, pero lo privado ha aumentado un 50%. Gracias a eso seguimos adelante con el proyecto, con obras, con Casas de la Cultura, centros para ciegos... El colectivo de los ciegos en Bolivia nunca había tenido nada. Ahora, en colaboración con la ONCE, estamos equipando un edificio de tres plantas. También nos han prometido hacer alguna microempresa de informática o fisioterapia, para la que al parecer los ciegos tienen especial sensibilidad.
Siempre estamos atentos a la realidad, escuchando a la gente pobre, al pueblo. La providencia nunca falla: hemos construido iglesias en comunidades perdidas de la selva, hemos sido fieles a nuestra gente. La fidelidad a Dios pasa por la fidelidad a los hermanos y hermanas y a los pobres. Y también es muy importante que hay que ser tercamente perseverantes. No hay que cansarse.

Esa concepción de los pobres según la Teología de la Liberación, ¿ha recibido un cierto aval en el Vaticano desde el nombramiento del nuevo prefecto para la Doctrina de la Fe, que es íntimo amigo de Gustavo Gutiérrez, o no?
Pues no lo sé, porque yo estoy a muchos kilómetros del Vaticano. Allí no tenemos ninguna dificultad, somos muy apollados por el cardenal Julio Terrazas. La jerarquía eclesiástica de Bolivia está muy bien ubicada, y nosotros encontramos aliento y estímulo para seguir por el camino de los pobres.
¿Es muy querido el cardenal Terrazas?
Sí. En el libro le hacemos una dedicatoria diciendo que fue profeta ayer y es profeta hoy. Es un hombre que ha tenido relieve en todos los cambios para que vieniera la democracia a Bolivia. Fue muy sonada su homilía en el funeral de Lluis Espinal. El arzobispo Manrique, que era también una figura profética, le designó a él precisamente como obispo de La Paz para que diera la homilía, cuando las calles estaban sembradas de gente.
¿Cómo ha encontrado España en estos momentos de paro y desilusión?
Efectivamente, ningún año lo había encontrado así. Lo veo preocupante. Da pena. Yo antes, cuando venía aquí, decía que la corrupción en América Latina era un exceso y un abuso. Ahora me he dado cuenta de que aquí la corrupción impera exactamente igual, o peor que allí. Ése no es el camino. Veo una sociedad sin valores. Hay una barrida general de valores. Es una sociedad insaciada, insatsifecha, en crisis en todos los ámbitos. Por eso la Iglesia debería aportar un mensaje liberador, de esperanza. El mensaje de Jesús, que es un mensaje de paz, de justicia y de libertad.
¿O sea que tendríamos que aprovechar la mala ocasión que atraviesa el país para lanzar un mensaje de vuelta a los valores evangélicos?
Efectivamente, creo que es un momento oportuno. Y tenemos un ejemplo muy concreto: lo que mayor credibilidad tiene dentro de la Iglesia Católica de España es Cáritas. Toda la Iglesia tendría que hacer lo mismo que Cáritas: dar un nuevo rostro a la Iglesia, recuperarla. Desde la evangelización, desde la catequesis, desde la praxis liberadora, la solidaridad, la caridad... Tenemos un reto y un desafío muy grande que la Iglesia debe saber aprovechar para saciar las peores hambres del hombre y de la mujer: el hambre de trascendencia, de justicia, de solidaridad, de libertad. En Bolivia la Iglesia es la institución de mayor credibilidad, porque realmente responde a las necesidades del pueblo, de alimento, y del otro alimento.
¿Por qué calla la Conferencia Episcopal en un momento en que el pueblo sufre y no tiene esperanzas?
No lo sé porque no estoy aquí, pero repito que es un momento oportuno para decir una palabra de aliento y anuncio, de justicia social. No sé por qué la Iglesia actúa así, cuando es el momento de denunciar como los profetas.
Desde su perspectiva, ¿quiénes son los culpables de esta situación? ¿Quién nos ha llevado a esto?
Es un problema muy complejo, porque interviene en él todo el sistema neoliberal. Yo creo que hay responsabilidades sociales, comunitarias, pero también responsabilidades individuales y personales. Habría que hacer un análisis de las causas y los remedios, en el que la Iglesia podría aportar luz y una palabra orientadora, clarificadora y que anime a la gente a buscar soluciones y a cambiar el rumbo de ese sistema neoliberal que nos está abocando a todo esto.
Al principio de la crisis hablaban de “refundar el capitalismo”. ¿Qué ha pasado con aquello? Si éste sistema ha colapsado, ¿tendrá que venir otro?
Todavía no se ve el mañana. El sistema neoliberal cada día crea más pobres. No provoca justicia social, ni crecimiento de las clases medias ni disminución de los poderosos. Yo no soy ningún técnico, pero creo que este sistema está pidiendo a voces otra línea.
Benedicto XVI, en su encíclica Caritas in Veritate habla de caminos y posibles soluciones para un sistema planetario donde la justicia sea la inspiradora de todas las decisiones. Y no el poder, la influencia, la corrupción o el ídolo dinero.
¿Cómo se ve desde Bolivia el caso Vatileaks?
No es que tenga especiales elementos de juicio sobre lo que está ocurriendo, pero me da mucha pena que estemos en el ojo del huracán poco entusiasmante. La Iglesia debe poner las cartas sobre la mesa y apostar porque haya libertad y sinceridad, y que abordemos los problemas desde la verdad evangélica. La verdad nos hará libres. La Iglesia debería ser transparente para ser signo y sacramento del Reino. No tiene que ocultar nada. Debemos ser claros y sinceros.
¿Y pedir perdón cuando hay que pedirlo?
Todos somos humanos y débiles, así que tenemos que ser también humildes. 70 veces 7, decía Jesús. Hay que poner los medios para que el Reino que anunció se haga real en el ahora y en el aquí. Estoy convencido de que, en esta sociedad secularizada y mercantilizada, donde el ídolo dinero lo invade todo, Dios sigue presente, nos asiste y nos ayuda.


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