El obispo de Bilbao denuncia “ciertas retribuciones moralmente escandalosas”
“Las necesarias reformas no pueden comprometer la garantía pública de servicios básicos”
El
obispo de Bilbao, Mario Iceta, ha querido aprovechar la fiesta de la
Asunción para lanzar un sos en nombre de los empobrecidos, pedir
responsabilidades a los causantes de la crisis económica y ofrecer algunas
pistas de salida. En una valiente homilía de denuncia y anuncio, el prelado
vasco asegura que “no es admisible que los más vulnerables sufran con mayor
dureza la crisis”.
De
entrada y, sin perderse en divagaciones, Mario Iceta se sitúa al lado de los
que más sufren. “La mirada y el corazón de la diócesis quieren estar muy
cerca de los que estáis sufriendo duramente estos tiempos de crisis”.
Porque, como dice San Pablo, “si un hermano sufre, todos sufren con él”.
Pero
no se queda el prelado de Bilbao en la mera cercanía y compasión. Apoyándose en
la carta pastoral de Cuaresma y Pascua de los obispos vascos, titulada 'Una
economía al servicio de la persona', señala con claridad las causas de la
crisis: “La crisis antropológica, ética y cultural que subyace a la crisis
financiera, la carencia de reglas y control adecuados, los comportamientos
carentes de ética y responsabilidad, el distanciamiento entre la economía
financiera y la real, la búsqueda de lucro desproporcionado, la especulación
incontrolada, la codicia, la corrupción, el derroche, la falta de previsión, el
descontrol y negligencia en muchas decisiones y en organismos de supervisión”.
Una dinámica
social sin alma
Y
de esos barros estos lodos. Porque el obispo señala, asimismo, las
consecuencias más dramáticas de esa dinámica social, económica y cultural sin
alma: los parados, los que se quedan sin protección social, los desahuciados
y los emigrantes.
El
desempleo es, a su juicio, “una de las consecuencias más dramáticas de
la crisis: “Afecta a muchas familias, genera angustia y frustración y, sobre
todo, es causa directa de exclusión social”. Ante esta lacra, pide la
implicación de todos en la creación de empleo y que se pase “de la
confrontación a la cooperación”, primando el principio del bien común por
encima de todo.
Denuncia,
a continuación, Mario Iceta la falta de protección social a la que se
ven sometidos los más desfavorecidos. Y asegura que “las necesarias
reformas no pueden comprometer la garantía pública de servicios básicos para la
cohesión y la justicia social, tales como formación y educación, sanidad,
pensiones, asistencia a la ancianidad y a la discapacidad, y protección de los
desempleados”
Para
que sea posible el sostenimiento de las políticas sociales, Iceta apunta como
necesarias: “Una fiscalidad justa, la persecución del fraude fiscal, la
gestión honesta y transparente de los recursos públicos, así como el acceso
y utilización responsable de estos recursos por parte de todos, evitando toda
tentación de abuso o de fraude”.
También
solicita que el gasto de las administraciones se ajuste a las necesidades
reales y que las medidas de contención de gasto se apliquen de tal forma que
“no sean causa de desprotección de los más desfavorecidos”.
“El dolor de
perder el propio hogar”
En
cuando a los desahuciados (“pocas situaciones hay más dolorosas que
perder el propio hogar”), pide “encontrar caminos justos” para que las familias
no pierdan la casa.
Y,
para los inmigrantes, uno de los colectivos que más está sufriendo la crisis,
Iceta pide que se busquen soluciones justas “a las situaciones de ilegalidad” y
que se les sigan prestando “los servicios básicos que necesitan”.
Tras
la denuncia de las situaciones concretas, Iceta apunta con el dedo a los
temidos mercados. Y dice que “el mercado no es autorreferencial ni
autosuficiente. El mercado sin ética se pervierte”. de ahí los
“movimientos fuertemente especuladores” que deberían ser controlados.
Por
último, apunta “al fortalecimiento moral de la sociedad”, para salir de
la crisis. Y ese fortalecimiento pasa, según el prelado bilbaíno, por el pilar
básico de la educación integral, de la que no debe quedar excluida “la
dimensión trascendente y religiosa”.
Además,
pide que cada cual concrete su compromiso para ayudar a los más necesitados.
Eso sí, denuncia “ciertas retribuciones y prerrogativas, en ciertos casos vitalicias,
resultan social y moralmente escandalosas y dañinas para la cohesión
social, especialmente en instituciones que, de un modo u otro, reciben apoyo
público”.
Porque,
a su juicio, “los signos reales de austeridad y moderación son especialmente
necesarios en la actual situación”. Y para conseguirlo todo, Mario Iceta pide a
la Virgen que “nos haga sembradores de esperanza y apoyo eficaz”.
Texto íntegro de la homilía en la Asunción
de la Virgen María 15 agosto 2012
Queridos hermanos y hermanas.
1.
Celebramos hoy la fiesta de la Asunción de la Virgen María. El libro del
Apocalipsis nos relata la victoria sobre el dragón de la Mujer vestida de sol,
a punto de dar a luz. Esta victoria es la de Cristo resucitado, nacido de
María, que vence el pecado, el odio, la injusticia y la muerte. María es
asociada de modo singular a esta obra de salvación de su Hijo. Hoy celebramos
el episodio definitivo de su vida: tras su asunción al cielo, comparte para
siempre la victoria y la vida plena de Cristo. La celebración de esta hermosa
fiesta aviva en nosotros la esperanza de poder superar las dificultades que nos
acechan con la ayuda y la gracia de Dios, con la protección materna de María.
Esta fiesta nos ayuda a levantar la mirada y ver más allá, percibir el horizonte
de salvación y de gozo que Dios nos ofrece y del que María participa
plenamente. Supone un nuevo estímulo, un impulso renovado y una capacidad real
para hacer presente entre nosotros el Reino de Dios. El cántico del Magnificat
proclamado por María es el canto de alabanza por la acción de Dios a favor de
la humanidad, es el cántico de esperanza de los sencillos, de quienes ponen su
confianza en el Señor.
2.
En esta jornada festiva, la mirada y el corazón de la diócesis quiere estar muy
cerca de los que estáis sufriendo duramente estos tiempos de crisis. Como
afirma San Pablo, si un miembro sufre, todos sufren con él (1 Co 12,26). Quiero
transmitiros en nombre de toda la Iglesia diocesana nuestra cercanía, nuestra
preocupación por vosotros, y ofreceros toda la ayuda que os podamos prestar. Me
gustaría agradecer a Cáritas, a las instituciones diocesanas y a tantos fieles
que sin desfallecer comparten su tiempo y sus bienes con los que sufren. Damos
gracias a Dios por los organismos públicos y privados, y tantas personas de
buena voluntad comprometidas en ayudar a quienes están padeciendo la crisis.
3.
En la última Carta pastoral de Cuaresma y Pascua, titulada una economía al
servicio de las personas, examinábamos los efectos, las causas y las raíces de
esta crisis. Evidenciábamos la crisis antropológica, ética y cultural que
subyace a la crisis financiera, la carencia de reglas y control adecuados, los
comportamientos carentes de ética y responsabilidad, el distanciamiento entre
la economía financiera y la real, la búsqueda de lucro desproporcionado, la
especulación incontrolada, la codicia, la corrupción, el derroche, la falta de
previsión, el descontrol y negligencia en muchas decisiones y en organismos de
supervisión. Hacíamos, así mismo, un llamamiento a la conversión, la invitación
a una reflexión profunda sobre las causas estructurales de la crisis, la
identificación y transformación de estructuras de pecado, y concluíamos con una
invitación a la esperanza y a vivir de modo concreto la caridad en la justicia,
la participación, la compasión y la solidaridad. Me consta que muchos lo hacéis
de diferentes modos. Intensifiquemos este compromiso. Seamos constantes y
generosos.
4.
El desempleo se revela como una de las consecuencias más dramáticas de la
situación actual. Afecta gravemente a muchas familias, genera angustia y
frustración y, sobre todo, es causa directa de exclusión social. Dos hechos se
revelan como particularmente alarmantes: el número creciente de familias en las
que todos sus miembros están en paro y el también creciente paro juvenil, que
amenaza el futuro de las personas y de la sociedad. Por ello, es imprescindible
que todos, instituciones organizaciones y particulares, cada uno según su
capacidad y responsabilidad social, nos impliquemos en la creación de empleo.
No se trata de crearlo a cualquier precio, sino de sentar las bases de un
empleo sostenible, adecuado al presente, con proyección futura, y digno y justo
en lo tocante a remuneración, garantías y descanso, incluido el descanso
dominical. Todos hemos de poner lo necesario de nuestra parte para lograrlo. El
camino no es fácil, pero la gravedad del presente exige pasar de la
confrontación a la cooperación decidida y generosa entre instituciones,
empresas, trabajadores y agentes sociales, asumiendo los compromisos y
sacrificios necesarios. El principio del logro del bien común debe guiar este
camino.
5.
En estos tiempos duros, no se puede abandonar el objetivo de una protección
social adecuada. No es admisible que los miembros más vulnerables de la
sociedad sufran con mayor dureza las consecuencias de la crisis. Por ello, las
necesarias reformas no pueden comprometer la garantía pública de servicios
básicos para la cohesión y la justicia social, tales como formación y
educación, sanidad, pensiones, asistencia a la ancianidad y a la discapacidad,
y protección de los desempleados. Para su sostenimiento, se hace imprescindible
una fiscalidad justa, la persecución del fraude fiscal, la gestión honesta y
transparente de los recursos públicos, así como el acceso y utilización
responsable de estos recursos por parte de todos, evitando toda tentación de
abuso o de fraude. Parece un principio razonable que la estructura, dimensión y
gasto de las administraciones se ajusten a las necesidades reales de la sociedad
y a la prestación de servicios necesarios, administrados con rigor,
responsabilidad y transparencia. Las medidas de contención del gasto deben
estar bien justificadas y aplicarse de modo que no sean causa de desprotección
de los más desfavorecidos, ni afecten a los elementos fundamentales que
configuran el bien común. Al mismo tiempo, tales medidas deben ser acompañadas
por acciones enérgicas de estímulo económico que sirvan para crear nuevas
oportunidades de trabajo y reorientar la economía hacia su viabilidad y
sostenibilidad futura.
6.
Los hogares en riesgo de desahucio constituyen otra preocupación que precisa
una solución urgente. Pocas situaciones hay más dolorosas que perder el propio
hogar, lugar que custodia la comunidad más necesaria y vital de la sociedad,
que es la familia. Es necesario encontrar caminos justos para que las familias
que se asoman a un duro empobrecimiento no pierdan su casa, evitando que se
vean abocadas a la exclusión y a sufrir un hondo sentimiento de desprotección.
Son loables los esfuerzos de administraciones e instituciones para evitar esta
situación y encontrar alternativas justas. Estos esfuerzos deberían extenderse
y profundizarse. Custodiemos y promovamos con decisión la familia como bien
social de primer orden. Promovamos incentivos económicos, de vivienda y
laborales para que los jóvenes puedan constituir nuevas familias. Procuremos la
adecuada conciliación de la vida familiar y laboral. La familia se revela en
estos tiempos como un recurso capital para sostener a las personas carentes de
empleo.
7.
Miremos también a los inmigrantes como quienes realmente son, hermanos y
hermanas nuestros. También Jesús, con María y José fueron emigrantes en Egipto.
Siempre es necesario un esfuerzo recíproco y compartido de acogida e
integración. En estos momentos de crisis, son precisamente ellos uno de los
colectivos que acusan con mayor severidad la falta de empleo y el
empobrecimiento. Debe buscarse una solución justa a las situaciones de
“ilegalidad”. La sensibilidad y humanidad que estos casos requieren debe
conducirnos a prestar los servicios básicos que necesitan y a poner en marcha
medidas de integración que los rescaten de situaciones injustas y los guíen en
la senda de la equiparación en todos los aspectos con los demás ciudadanos.
8.
El modo en que nuestras economías están estructuradas permite movimientos de
mercado no conformes a los principios éticos y gravemente lesivos del bien
común. El mercado no es autoreferencial ni autosuficiente. El mercado sin ética
se pervierte. Se dan con frecuencia intereses y movimientos fuertemente
especuladores que precisan de clarificación y control. Estos movimientos,
generados por intereses oportunistas, por búsqueda de lucro desmedido, o por
grupos de presión sobre empresas, mercados o países, generan grandes tensiones
que violentan el principio fundamental de que la economía debe estar siempre al
servicio de las personas y del bien común. Ponen de manifiesto que, para
quienes los promueven, el capital y el lucro son considerados como un fin en sí
mismos, sin la necesaria referencia al bien común y al servicio de la persona y
la sociedad.
9.
En tiempos de crisis, se hace más necesario que nunca el fortalecimiento moral
de la sociedad. Para ello, la educación integral se convierte en un pilar
básico que es preciso reforzar. A este respecto, la dimensión trascendente y
religiosa no debe quedar excluida del ámbito educativo”, respetando siempre la
libertad del alumno y de sus padres, y el legítimo marco legal. Tal como os
escribí en una carta el pasado mes de febrero, “la enseñanza religiosa favorece
enormemente el crecimiento personal y contribuye decisivamente a la edificación
de una sociedad y un mundo enraizados en la verdad y el bien, el respeto mutuo
y la tolerancia, la solidaridad y la gratuidad, la justicia y la paz, en la
ayuda a los más necesitados y en la protección y tutela de los débiles”.
10.
En el último gesto diocesano de solidaridad, muchos manifestasteis compromisos
personales, familiares o comunitarios de responsabilidad ante la crisis.
Concretemos, cada uno en la medida de sus posibilidades, el modo en el que
prestamos generosamente una ayuda eficaz. También pedíais a las instituciones,
empresas y organizaciones de toda índole un ejercicio de responsabilidad:
austeridad, remuneración justa y transparencia. Ciertas retribuciones y
prerrogativas, en ciertos casos vitalicias, resultan social y moralmente
escandalosas y dañinas para la cohesión social, especialmente en instituciones
que, de un modo u otro, reciben apoyo público. Los signos reales de austeridad
y moderación son especialmente necesarios en la actual situación. Finalmente,
tengamos presente que la solidaridad, la colaboración leal entre todos, la
crítica constructiva, la escucha y el diálogo con el fin de alcanzar acuerdos,
siempre cosechan mejores resultados que la confrontación y la ruptura.
11.
Volvamos los ojos a María. Hoy, los hijos e hijas de Bizkaia nos acercamos a
felicitar y honrar a nuestra Madre. En su regazo depositamos nuestras ilusiones
y esperanzas, nuestras dificultades y peticiones. Que nuestra oración sea
generosa y abierta a las necesidades de los demás. Que María interceda por
todos y nos haga testigos del amor de Dios, sembradores de esperanza y apoyo
eficaz para cuantos necesitan de acogida y ayuda fraterna. AMEN.
+Mario Iceta
Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao
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