jueves, 16 de agosto de 2012

Encuestas


Por Gabriel Mª Otalora
Una encuesta es un termómetro que indica tendencias. Cuanto más acusadas, menos margen de error y mejor reflejan la realidad. Por eso en la última medición anual de confianza ciudadana, es decir, del nivel de confianza que transmiten a la ciudadanía las instituciones y los grupos más significativos, los resultados cantan por sí solos.
En los resultados recogidos por la empresa Metroscopia, las principales instituciones democráticas salen mal valoradas: entre las ocho peores, se encuentran el Tribunal Supremo, los ayuntamientos, los sindicatos, el gobierno del Estado, el parlamento y en último lugar, los partidos políticos. Si alguien echa en falta a los bancos, no se apure: ocupan la segunda plaza como peor valorados. Lo más preocupante es que tanto el parlamento, los bancos y los partidos políticos también compartieron el pasado año el deshonor de estar en el pozo de la clasificación por la desconfianza que ya entonces transmitían.
Los obispos deberían leer un poco más sobre liderazgo cuando reflexionen sobre la parábola del buen pastor. Como afirma el consultor Juanma Roca, lo llamaron liderar pero se equivocaron por completo. Liderar es solo la consecuencia —y verdadero efecto— del servir.
Por arriba, repiten médicos y científicos como los más valorados y se ha encaramado hasta la cuarta posición el grupo de las pymes, quizá porque son vistas como el saco de los golpes de unos y otros a pesar de ser las que mantienen el grueso de la economía productiva.
En cuanto a las ONG´s, reciben un 79% de valoración positiva. Cabe destacar a Cáritas, la principal obra social de la Iglesia católica, porque asciende al octavo lugar con un 75% de aprobación social, mientras que la Iglesia católica como institución suspende claramente (58% de desconfianza), y los curas de parroquia aprueban con casi un 50% de confianza. En el fondo del saco aparecen los obispos, los cuartos por la cola, con un inapelable 76% de personas a las que les generan desconfianza.
La conclusión parece clara: cuanto más cerca de la gente y más sensación de servicio, mayor percepción de confianza cala entre la población. Cuanto más signos se evidencian de apoyo y cercanía al más necesitado y desvalido, mejor valoración; y viceversa, señores obispos. Que por algo ustedes tradicionalmente están a la cola de la consideración y el reconocimiento del servicio prestado, igual que Cáritas lo está a la cabeza. ¿Quién parece que vive mejor el espíritu evangélico? ¿Quién da mejor testimonio del Reino de Dios y del Dios de la misericordia?
En cualquier empresa de fuste, estas diferencias entre la jerarquía eclesial y Cáritas darían pie a una reflexión en profundidad, máxime cuando resulta recurrente la mala imagen institucional de la Iglesia frente a la que tiene su ala más cercana a las prácticas que señala el evangelio.
Los obispos deberían leer un poco más sobre liderazgo cuando reflexionen sobre la parábola del buen pastor. Como afirma el consultor Juanma Roca, lo llamaron liderar pero se equivocaron por completo. Liderar es solo la consecuencia —y verdadero efecto— del servir. Plantéate el servicio como tu misión y vencerás. Porque has servido vences, y no al revés. El auténtico líder no ama al liderazgo sino a las personas; no reside en el poder (potestas) sino en la esencia del liderazgo, en la persona, en la parte humana del líder como persona (auctoritas).
La verdad del liderazgo es la persona, no la idea; ni tampoco la institución es más importante que el mensaje y su praxis. Una vez más, no falla el axioma de que por sus hechos les conoceréis. Y quien lo afirmó, se supone que es Alguien mucho más relevante para los obispos que Metroscopia o Juanma Roca.
Pero la sensación que tengo desde hace tiempo, me la ratifica esta encuesta, y es que la Iglesia católica como institución es mucho más importante para sus dirigentes que el mensaje evangélico y su praxis, lo cual eclipsa las mejores obras de millones de cristianos, que se esfuerzan en compartir la Buena Noticia. Lo dicho, falta una reflexión en profundidad... y en humildad.

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